El ¨ªdolo se tambalea
Las acusaciones de corrupci¨®n que pesan sobre Lula da Silva y su familia han provocado un ¨ªndice de rechazo del 47% en la poblaci¨®n
Ocurri¨® en la pasada campa?a electoral, en un m¨ªtin del Partido de los Trabajadores (PT), en la periferia sur y pobre de S?o Paulo. Lula, con la camiseta roja del partido y la voz cavernosa y rota despu¨¦s de semanas de forzar la estropeada garganta, salt¨® al escenario a pedir otra vez el voto para la que es hoy la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. Un obrero metal¨²rgico le o¨ªa desde la calle, con una sonrisa de oreja a oreja. A la pregunta de si le gustaba Lula, el obrero respondi¨®, sin parar de sonre¨ªr: ¡°Hace muchos a?os, ¨¦l, Lula, ven¨ªa a nuestras f¨¢bricas a decirnos cu¨¢ndo ten¨ªamos que protestar, cu¨¢ndo ten¨ªamos que hacer huelga. Yo le voto porque le conozco, porque no ha cambiado¡±.
Cuando Luiz In¨¢cio Lula da Silva dej¨® el poder despu¨¦s de gobernar Brasil durante ocho a?os ¡ªdesde 2003 a 2010¡ª almacenaba una inaudita popularidad de m¨¢s de un 80%. No estaba mal para un obrero reconvertido en sindicalista reconvertido en presidente de un pa¨ªs de 200 millones de habitantes, llegado sin estudios a S?o Paulo en la d¨¦cada de los cincuenta junto a sus seis hermanos y su madre en la parte trasera de un cami¨®n procedente de uno de los rincones m¨¢s miserables del pa¨ªs.
?l era uno m¨¢s entre los millones de pobladores del Nordeste brasile?o que buscaban una salida al laberinto de pobreza, sequ¨ªa y desempleo en la gran ciudad.?Durante su mandato, cerca de 30 millones de personas sin trabajo fijo entraron en el sistema laboral: comenzaron a gozar de un contrato, de vacaciones, de seguro de desempleo. Comenzaron a pagar impuestos, a sentirse ciudadanos, a protestar. Lula y los ide¨®logos del Partido de los Trabajadores los denominaron la nueva clase media, surgida de aquellos ciudadanos que emigraban en camionetas rumbo al sur. La mayor¨ªa de ellos segu¨ªa viendo a Lula como a uno m¨¢s.
Hoy, el ¨ªndice de rechazo del expresidente, seg¨²n las encuestas recientes, es del 47%. Y la causa hay que buscarla, sobre todo, en las acusaciones de corrupci¨®n que pesan sobre ¨¦l y su familia, que le persiguen desde hace meses. ?l lo niega todo. Asegura, con la misma vehemencia que empleaba en pedir el voto para Dilma Rousseff en los m¨ªtines de campa?a de la periferia, que no existe en Brasil un ¡°alma m¨¢s honrada¡±. Y a¨²n conf¨ªa en presentarse a las elecciones de 2018.
Hace unos d¨ªas aseguraba que para entonces tendr¨¢ 72 a?os y el empuje de un hombre de 30. Pero habr¨¢ que ver si sus gentes a¨²n le consideran de los suyos. Si a¨²n consideran que no ha cambiado.
Que la Fiscal¨ªa le acuse de aceptar los regalos millonarios de las empresas envueltas en la ponzo?a de Petrobras, que la Fiscal¨ªa considere que esas mismas empresas le pagan, entre otras cosas, los electrodom¨¦sticos de cocina de primera y los muebles de lujo de un apartamento de tres pisos en la playa, no va a ayudar nada.
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