El ¡®caso Lula¡¯ pone a prueba la democracia brasile?a
Este pa¨ªs vive un delicado momento hist¨®rico, que necesita m¨¢s bomberos que incendiarios y en el que debe prevalecer la responsabilidad de todos
La entrada del expresidente Lula y su familia en las investigaciones de la operaci¨®n Lava Jato, que indaga el mayor esc¨¢ndalo de corrupci¨®n pol¨ªtica de su historia, no pod¨ªa dejar de producir una conmoci¨®n nacional e internacional.
Lula es m¨¢s que un expresidente de la Rep¨²blica y su partido y gobiernos ya fueron referencia de la izquierda obrera y sindical latinoamericana.
Fue durante sus dos mandatos cuando Brasil ocup¨® las cr¨®nicas internacionales como ejemplo de un pa¨ªs en superaci¨®n en el que decenas de millones de personas salieron de la pobreza para recuperar su identidad y dignidad de ciudadanos.
Esa conmoci¨®n, que llega en un momento en el que el pa¨ªs est¨¢ fuertemente dividido y polarizado en contra o a favor del Gobierno Rousseff, podr¨¢ ser un test importante para analizar la fuerza de las instituciones democr¨¢ticas y la capacidad de la sociedad de metabolizar el trauma.
Lula es el alma y el todo del Partido de los Trabajadores (PT), que lleva 14 a?os en el poder, y se preparaba para volver a discutir la presidencia en 2018.
No extra?a, pues, que la operaci¨®n lanzada por la Polic¨ªa Federal para recoger presuntas pruebas de su culpabilidad en los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n haya sido duramente criticada por el PT, que la considera ¡°ilegal y un golpe a la democracia¡± y que hasta recuerda los tiempos de la dictadura. El partido ha convocado a sus militantes y a los movimientos sociales a ocupar la calle para defender a Lula.
Vuelve as¨ª a resonar el fantasma del golpe, esta vez no infligido por los cuarteles, sino por las operaciones policiales y judiciales y por la presi¨®n de los conservadores que apostar¨ªan en la ca¨ªda del Gobierno.
La mayor responsabilidad, en este momento -al margen de las naturales declaraciones oficiales de indignaci¨®n del PT- la tienen sin embargo en sus manos todas las instituciones del Estado y los partidos del Gobierno y de la oposici¨®n. Para ellos, el mayor imperativo deber¨ªa ser mantener, a cualquier costo, la paz social hoy amenazada.
El terremoto de los interrogatorios forzosos de Lula ante la polic¨ªa en el aeropuerto de S?o Paulo llegan, en efecto, en un momento de gran fragilidad del Ejecutivo Rousseff, cada vez m¨¢s sitiada y sola, y de una recesi¨®n econ¨®mica considerada la mayor del ¨²ltimo cuarto de siglo, junto con la amenaza de un crecimiento del paro y la inflaci¨®n.
Resulta por ello m¨¢s urgente que nunca anteponer a los c¨¢lculos pol¨ªticos la consolidaci¨®n de una democracia que Brasil conquist¨® con dolor y sangre y que fue aplaudida por el mundo.
Brasil no es Venezuela. Podr¨ªa parecer una paradoja, pero quiz¨¢s la prueba por la que pasa Lula y el PT se deba a que en estos a?os, los de su Gobierno y los de Rousseff, fue cuando los tres poderes del Estado m¨¢s se robustecieron y consolidaron su autonom¨ªa.
Por duro que pueda resultar para un personaje m¨ªtico como Lula tener que pasar por el trago de ser llevado forzosamente a ser interrogado por la polic¨ªa, podr¨ªa ser tambi¨¦n para ¨¦l una oportunidad de defenderse a la luz p¨²blica de todas las acusaciones a su cargo que ¨¦l rechaza con contundencia.
Cabe tambi¨¦n a ¨¦l en este momento colocar todo su carisma y sus innegables dotes de comunicador de masas, sobre todo con las capas m¨¢s pobres del pa¨ªs, para intentar unir a todos en una nueva esperanza de renovaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica, evitando que, como muchos desear¨ªan, su caso sirva para ahondar m¨¢s las divisiones y la violencia.
Brasil vive un delicado momento hist¨®rico, que necesita m¨¢s bomberos que incendiarios y en el que debe prevalecer la responsabilidad de todos.
Los gobiernos y los l¨ªderes - hasta aquellos a quienes m¨¢s les debe el pa¨ªs en la construcci¨®n de su democracia y de su ascenso econ¨®mico y social -pasan, como todo en la historia. Lo que debe permanecer, sin perder su fuerza, es la riqueza de un pueblo, que fue emblema de cohesi¨®n como naci¨®n, de convivencia pac¨ªfica de sus culturas y religiones. Como me explic¨® la gran actriz brasile?a Fernanda Montenegro, esta es una sociedad que ¡°no se averg¨¹enza, como ustedes los europeos, de decir que es feliz¡±.
Las guerras y violencias no se conjugan con este Brasil que tanto ha crecido democr¨¢ticamente. Es una sociedad que no ha tirado la toalla ni ha renunciado a sus sue?os de superaci¨®n, hoy empa?ados por la crisis econ¨®mica y pol¨ªtica.
De ah¨ª esa irritaci¨®n y desconsuelo de la gente. Una irritaci¨®n y un desconsuelo que los responsables deben vigilar, para que no degenere en odios y violencias que solo ayudar¨ªan a agudizar la crisis, en vez de resolverla.
El mundo, hoy, vuelve a tener los ojos puestos en Brasil.
Ojal¨¢ que de nuevo sorprenda positivamente.
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