Saviano vs Kasparov: Los dictadores no juegan al ajedrez
El escritor italiano narra una reciente partida jugada con el ajedrecista ruso
Crec¨ª jugando al ajedrez. Recib¨ª mi primer tablero siendo ni?o, regalo de un hombre que con sus historias y su cari?o encauz¨® mi vida. Se llama Vittorio Marguccio. Porque cuando alguien te inicia al ajedrez te est¨¢ regalando un nuevo camino por el que recorrer el mundo. Los peones desgastados, las casillas descoloridas, los ara?azos en la madera, la arena o el mantillo como testimonio de los lugares en los que sol¨ªa jugar. Lo recuerdo todo de aquel primer tablero.
El juego de ajedrez es un juego violento, el m¨¢s violento acaso de todos los deportes, por m¨¢s que me cueste considerarlo un deporte pues es m¨¢s bien una forma de estar en el mundo. Se puede vivir con el ajedrez y se puede vivir sin el ajedrez: se trata de dos categor¨ªas distintas de personas, no existe una tercera.
Conocer a Gari Kasparov, por lo tanto, ha sido para m¨ª una especie de epifan¨ªa. Kasparov es un jugador geom¨¦trico, pero al mismo tiempo, y a diferencia de muchos otros, no empieza sus partidas con una t¨¢ctica preestablecida. Para hacerse una idea de la complejidad de este juego basta con pensar que los posibles movimientos en una partida se indican con un uno seguido de 120 ceros. Y en este infinito se mide la potencia de un jugador de ajedrez. Kasparov es un jugador vers¨¢til, que sabe ser s¨®lido en el despliegue de su ej¨¦rcito y arregl¨¢rselas para lanzar ataques fulminantes y letales. Jugar con ¨¦l significa tratar de perder disfrutando de la propia masacre ajedrec¨ªstica o bien ¡ªpero s¨®lo si ¨¦l as¨ª lo quiere¡ª dejarse llevar por el juego como un principiante que es iniciado en el tango por un bailar¨ªn profesional. No bailar¨¢ bien, pero por lo menos se divertir¨¢.
Colocamos las hileras de los peones, me deja las blancas. Durante la partida no se habla, de modo que, antes de empezar, le digo que he le¨ªdo su libro, El invierno se acerca, un incisivo trabajo que cuenta con valent¨ªa lo que Putin est¨¢ haciendo y, sobre todo, lo que se dispone a hacer. Hoy por hoy, de acuerdo con el sistema ELO (que eval¨²a a los jugadores de ajedrez de todos los tiempos atribuy¨¦ndoles una puntuaci¨®n basada en victorias, derrotas y tablas teniendo en cuenta la fuerza de sus oponentes) Kasparov es de lejos el jugador m¨¢s grande en la historia. Y a continuaci¨®n, incapaz de contenerme, le pregunto por qu¨¦ el mejor jugador de ajedrez de todos los tiempos ha decidido convertirse en el aut¨¦ntico adversario de Vlad¨ªmir Putin. "Porque es lo justo," me responde: "porque es... una vocaci¨®n", y sonr¨ªe. Insisto. Cualquiera que critique el poder acaba vi¨¦ndose hundido en el barro y devorado. En Rusia, son maestros absolutos de la deslegitimaci¨®n y, en muchos casos, de la eliminaci¨®n f¨ªsica de los rivales. No se me ocurre nada mejor que ser directo: ?por qu¨¦ arruinarse la vida? Kasparov me mira como si yo hubiera pronunciado la m¨¢s ingenua de las preguntas. Dice textualmente: "Si llueve, abro el paraguas". La lluvia de fango resbala por ¨¦l. Lo que realmente le inquieta es que su activismo pueda da?ar a su familia: ¨¦l ahora vive en Nueva York pero su madre sigue todav¨ªa en Mosc¨², y adem¨¢s tiene una esposa, cuatro hijos. "Saben bien que mi vida es esta y en cierta manera la han escogido conmigo". Luego pasa a utilizar el ajedrez para una met¨¢fora: "El ajedrez requiere una estrategia transparente: yo s¨¦ lo que tienes y t¨² sabes lo que tengo; no s¨¦ lo que est¨¢s pensando, pero por lo menos s¨¦ cu¨¢les son tus recursos. Putin, como todos los dictadores, aborrece la transparencia. Prefiere jugar con sus cartas ocultas, porque s¨®lo as¨ª, como en el p¨®ker, puede tirarse un farol. Los dictadores podr¨¢n ser grandes jugadores de cartas, pero nunca ser¨¢n h¨¢biles jugadores de ajedrez porque para ganar tienen que mentir e intimidar a su adversario. Algo que es inadmisible en el ajedrez".
Es un amor sano el que le une a este juego. "El ajedrez ocupa el 30% de mi vida". Lo que m¨¢s le preocupa ahora es la democracia. Y es en Europa donde pone su mirada. Demuestra poseer una visi¨®n quir¨²rgica cuando habla de "una cultura de compromiso que protege a Europa desde 1945, garantizando una cierta estabilidad. Las fronteras eran seguras, el continente estaba en paz. El que ha roto este equilibrio ha sido precisamente Vladimir Putin". Para Kasparov, no darse cuenta de ello es la mayor ingenuidad que las democracias del mundo libre pueden cometer. Me explica todo esto como si me estuviera mostrando la m¨¢s evidente de las verdades: "Putin representa para Europa un peligro mayor que el Estado Isl¨¢mico, pone en peligro la existencia misma de Europa. Putin siente fisiol¨®gicamente la necesidad del colapso de sus instituciones. Su estrategia consiste en crear y alimentar el caos. Por eso ha entrado en la guerra de Siria, un conflicto que ha provocado un n¨²mero impresionante de refugiados que ejercen gran presi¨®n en las fronteras de Europa poniendo a dura prueba su aguante y estabilidad". Angela Merkel es su principal adversaria, y Kasparov la considera en cambio "el ¨²nico pol¨ªtico valiente en la Europa de hoy". Adem¨¢s, a?ade, al haber nacido y crecido en la RDA, conoce bien la mentalidad comunista, sabe c¨®mo trabaja el KGB y cu¨¢l es su forma de gestionar a los opositores pol¨ªticos.
Me quedo mirando el tablero y ahora lo veo con otros ojos. Es cierto que el poder no puede jugar al ajedrez, ya que en este juego no se puede medir ni evaluar cada movimiento y cada t¨¢ctica del oponente. A Napole¨®n le hubiera gustado llegar a ser un gran jugador de ajedrez pero no lo consigui¨®. Del ajedrez quer¨ªa extraer nuevas estrategias que aplicar en campo militar y a la formaci¨®n del ej¨¦rcito, sin darse cuenta de que incluso los trucos, o los cebos, en el ajedrez deben basarse en la lealtad. "Putin", me sorprende Kasparov, "no se pregunta por qu¨¦ hace una cosa, sino m¨¢s bien por qu¨¦ no la hace". Cada vez que se le hace una concesi¨®n a quien llama sin medias tintas "el dictador", su poder crece. No respeta las reglas, no le hace falta buscar motivaciones. Kasparov describe al presidente ruso como un hombre que no tiene noci¨®n alguna de lo bueno ni lo malo, tal vez ni siquiera una estrategia a largo plazo. Simplemente "hace todo lo que le resulta ¨²til para reforzar su poder".
Conocer a Gari Kasparov, por lo tanto, ha sido para m¨ª una especie de epifan¨ªa
En su libro hay p¨¢ginas de las que nunca nos repondremos. "Rusia", argumenta Kasparov, "est¨¢ teniendo serios problemas econ¨®micos y financieros, provocados entre otras cosas por la ca¨ªda del precio del petr¨®leo, de modo que el gasto p¨²blico sufre recortes en todos sus ¨¢mbitos. Excepto en dos". Kasparov levanta dos dedos de la mano derecha, pero no en se?al de victoria: "En primer lugar, la seguridad. En segundo lugar, la propaganda". Me habla de su madre que tiene setenta y ocho a?os, que naci¨® bajo Stalin y que vivi¨® en primera persona la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Y recurriendo a sus ojos es como Kasparov pone al descubierto la gran diferencia entre las estrategias de comunicaci¨®n del pasado y las de hoy: "La m¨¢quina de la propaganda sovi¨¦tica siempre tuvo visi¨®n de futuro, proyectaba al pueblo hacia una esperanza de crecimiento y grandeza, siempre se ten¨ªa presente un objetivo que permit¨ªa justificar los infinitos sacrificios y sufrimientos del presente, que un d¨ªa se ver¨ªan recompensados por la hermandad comunista. La propaganda de Putin, por el contrario, habla de enemigos, de conflictos, de un mundo hostil a Rusia contra el que Putin se erige como ¨²nico baluarte. Habla exclusivamente en presente. Sin el Jefe, Rusia no existir¨ªa".
Hace a?os que trato de estudiar el papel de las organizaciones mafiosas rusas, su propagaci¨®n por el mundo, la conquista de Nueva York y de Londres. Se encuentran entre las menos estudiadas y descritas. En los pocos casos en los que ocurre, el an¨¢lisis suele centrarse en su mera apariencia de g¨¢nsteres. El que Kasparov me ofrece de la mafia rusa no tiene paliativos: "La Rusia de Putin puede considerarse en cierto modo como el pa¨ªs m¨¢s mafioso en el mundo, ya que todo el sistema se basa en la fidelidad: a Putin, en primer lugar, y luego en l¨ªnea vertical descendente. Si eres leal al Jefe eres fiel al sistema, y eso es lo ¨²nico que importa. Es secundario el que est¨¦s manchado por alg¨²n delito". Describe la Rusia de Putin como un enorme pulpo cuyos tent¨¢culos se extienden incluso fuera de sus fronteras, es m¨¢s: "la mayor parte de las inversiones del r¨¦gimen no est¨¢n en suelo nacional". Seg¨²n cuenta Kasparov, Putin ha levantado la red de agentes m¨¢s sofisticada del mundo entero, una red basada en el dinero y no en la ideolog¨ªa, que opera desde Riga hasta Londres, desde Nueva York hasta Miami. En su condici¨®n de exagente del KGB, adem¨¢s, el presidente ruso sabe c¨®mo construir relaciones personales con los jefes de estado en el extranjero. Relaciones que se basan esencialmente en dos mecanismos entrelazados entre s¨ª. El primero es mantener en el extranjero la ilusi¨®n de una Rusia conforme a las reglas del juego democr¨¢tico; el segundo es permitir a la burocracia rusa, a los empresarios, a los millonarios, a los agentes, interactuar sin reglas con la pol¨ªtica y la econom¨ªa del mundo libre.
Kasparov mantiene la calma mientras me habla, conoce el tema y lo expone sosegadamente como el pol¨ªtico que es, es decir, como un hombre obligado a convencer repitiendo sus conceptos clave. Pero ?c¨®mo puede pensar nadie en responder a todo eso con un libro, con reuniones, con lecciones? Es una empresa ingenua, casi tanto como tit¨¢nica. La respuesta de Kasparov no es rom¨¢ntica en absoluto. Cita un libro de Victor Sebestyen, periodista h¨²ngaro, titulado 1946. Su lectura nos da a entender que, un a?o despu¨¦s del final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo era un infierno. En Grecia hab¨ªa una guerra civil; en Inglaterra se racionaba la comida; Alemania estaba en las garras de la carest¨ªa; en China hab¨ªa estallado un conflicto interno masivo; en Calcuta las masacres de musulmanes e hind¨²es eran moneda corriente. Kasparov me habla de este libro para demostrarme c¨®mo la situaci¨®n nos parece siempre desesperada, incluso cuando, como en este momento, no lo es tanto como en el pasado. La fuerza de nuestro mundo estriba en pensar a largo plazo, dando vida a instituciones y leyes que funcionen incluso dentro de diez a?os. Por eso tiene tanta confianza en la palabra como arma.
Lo que m¨¢s le preocupa a Kasparov ahora es la democracia. Y es en Europa donde pone su mirada.
Despu¨¦s me mira y dice: "La mala noticia es que no podemos saber cu¨¢ndo va a caer un dictador. La buena noticia es que tampoco ¨¦l lo sabe. Putin podr¨ªa permanecer en el poder durante mucho tiempo al igual que muy poco: la actual situaci¨®n econ¨®mica en Rusia alcanza niveles tan graves que no cabe excluir una ca¨ªda repentina del r¨¦gimen". Sabe que la eventual ca¨ªda de Putin podr¨ªa generar un caos ilimitado para su pa¨ªs, pero tambi¨¦n sabe que cuanto m¨¢s tiempo siga gobernando "el dictador", mayor ser¨¢ el precio que le toque pagar a Rusia y a Europa.
La psicolog¨ªa desempe?a un papel fundamental en el ajedrez. Capablanca, por ejemplo, perdi¨® contra Alekhine en 1927 a pesar de ser mucho mejor que ¨¦l, pues estaba tan seguro de ganar que cuando perdi¨® la partida en la fase inicial se dej¨® atormentar de tal forma por los errores cometidos que no volvi¨® a mostrarse lo suficientemente l¨²cido en los encuentros posteriores.
Una peque?a derrota, no hace falta mucho m¨¢s. Esa es, pues, la estrategia que debe adoptarse con Putin. Forzarle inesperadamente a una capitulaci¨®n, aunque sea peque?a, ser¨ªa suficiente para derrumbar su imperio.
Por fin jugamos. Decidimos mover en pocos segundos. Kasparov sacrifica un alfil. S¨¦ que es un cebo, que lo ha hecho a prop¨®sito, pero son tan pocas las cent¨¦simas de segundo en las que me es dado razonar que me como el alfil, pensando que¡ªpuesto que iba a perder de todos modos¡ª por lo menos podr¨¦ contar que le com¨ª una pieza importante al campe¨®n de todos los tiempos. Pocos movimientos me separan del inevitable colapso y del jaque mate. Recogemos las piezas, cerramos el tablero y Kasparov, con un rotulador, me lo dedica.
Vuelvo a casa sabiendo que tal vez nunca pueda ganar a un adversario tan grande, pero consciente tambi¨¦n de que el mero intento de ponerlo en jaque es una obra extraordinaria. Entiendo as¨ª por qu¨¦ un jugador de ajedrez ha decidido convertirse en el gran adversario de Putin. Un jugador de ajedrez s¨®lo puede jugar con inteligencia, con estrategia, con lealtad. No hay ajedrez si no hay libertad.
?La Repubblica.?Traducci¨®n de Carlos Gumpert
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