La Siria de la tregua recobra la calle
El embargo, la falta de electricidad y la devaluaci¨®n de la lira cercenan la reconstrucci¨®n del pa¨ªs
La tregua parcial en Siria cumple un mes y medio y los civiles, en las zonas aseguradas y controladas por el r¨¦gimen de Bachar el Asad, empiezan a regresar a los espacios p¨²blicos sin temor a los bombardeos. Su prioridad vuelve a ser sobrevivir al dr¨¢stico deterioro econ¨®mico, agudizado por el embargo internacional, que les impide reconstruir sus hogares. A la falta de electricidad y combustible ¡ªlos pozos de petr¨®leo est¨¢n mayoritariamente bajo control yihadista¡ª, o de materiales de construcci¨®n, se suma la desaparici¨®n de toda una vida de ahorros tras la devaluaci¨®n en un 900% de la lira siria en los ¨²ltimos cinco a?os. El cese de las hostilidades, hoy reflejado en la apertura de los colegios electorales para la celebraci¨®n de las elecciones legislativas, no afecta a los grupos yihadistas (Estado Isl¨¢mico y Frente al Nusra), contra los que se enfrentan el Ej¨¦rcito sirio, los grupos rebeldes, las milicias kurdas y las fuerzas a¨¦reas rusa y estadounidense.
¡°?A por ellos!¡±, se oye desde lo alto de un mont¨ªculo de piedras, restos de lo que fue un hogar. Quien grita es un ni?o que empu?a un rudimentario fusil hecho con palos y tuber¨ªas. Al trote, gu¨ªa a sus amigos por las ruinas de Kadam, a tres kil¨®metros al suroeste de Damasco. Juegan a rebeldes y militares, herencia de un lustro de guerra en Siria. Lo hacen sobre los vestigios de un barrio destruido por combates reales.
Bajo un cielo silenciado por la tregua, los sirios vuelven a ocupar los espacios de los que fueron desterrados por las bombas. En la capital, las calles comerciales de barrios como Shahlan, Merje o Bab Touma est¨¢n abarrotadas. ¡°De casa al instituto y del instituto a casa¡±, resume Ilham, de 16 a?os, su vida desde que comenz¨® la guerra. A 3.000 kil¨®metros de donde est¨¢ la adolescente, facciones rebeldes y el Gobierno de Damasco pactaron una inesperada tregua que entr¨® en vigor el pasado 27 de febrero. Las negociaciones de paz se reanudan a partir de hoy en Ginebra (Suiza) con la mediaci¨®n de la ONU.
Las gentes de las periferias de Idlib, Hama, Alepo, en el oeste, o Deir Ezzor, en el este, donde los combates se han intensificado, siguen sufriendo los estragos de la guerra. All¨ª muchos tambi¨¦n retoman las calles, pero para protagonizar renovadas protestas contra el r¨¦gimen sirio o contra el reinado de los yihadistas. Desde all¨ª, los activistas contin¨²an documentando el reguero diario de muertos.
Tal vez el mayor impacto de la tregua haya sido un mayor acceso al medio mill¨®n de personas atrapadas en localidades asediadas: Yarmuk, en la periferia de Damasco; Hula, en la provincia de Homs; Yurah, Qusor y Harabesh, Deir Ezzor... Los convoyes humanitarios incrementan la distribuci¨®n de alimentos y medicinas, salvo en lugares controlados por el ISIS. ¡°Es un buen principio¡±, reconoce Rafi Qureishi, portavoz del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja en Damasco. Aunque recuerda: ¡°Los cercos siguen en pie. Necesitamos m¨¢s acceso. La muerte por hambruna no deber¨ªa estar sujeta a negociaci¨®n alguna¡±.
¡°No puedo dormir aunque no caigan morteros¡±, afirma en Damasco Hasan Shaqui, de 27 a?os. Pasea cogido del brazo de su novia, pero consciente de que su familia, en el poblado de Foua, cercado por rebeldes, pertenece a los excluidos de una tregua que es parcial: ¡°No tienen comida ni agua, y en cualquier momento puede matarlos un proyectil de mortero¡±.
"No puedo dormir aunque no caigan morteros sobre mi cabeza"
Parques llenos
Poco a poco, una franja de Siria se pone en marcha y sus calles y parques recobran movimiento. ¡°Antes llamaba a mis hijos hasta 10 veces diarias¡±, dice Osama, alto ejecutivo de un concesionario de coches. ¡°Ahora apenas una¡±, a?ade sobre una rutina que su mujer replicaba con ¨¦l diariamente con cada explosi¨®n. Por primera vez en cinco a?os, una parte de los sirios duerme a pierna suelta.
Los viernes marcan el comienzo del fin de semana sirio. Unas 30.000 personas, oriundas de Damasco y desplazados, acuden al parque Tishrine, el m¨¢s grande de la capital. ¡°Todos los d¨ªas ca¨ªan varios proyectiles aqu¨ª. Ahora no cabe un alfiler¡±, cuenta Sonar, responsable del parque.
Conforme desaparece el miedo, el deterioro econ¨®mico vuelve a primer plano. Muy pocos han podido comenzar a reconstruir sus hogares. En Baba Amer, escenario de duros enfrentamientos en Homs, las flores de los balcones se mezclan con los agujeros dejados por las granadas de los obuses. En Kadam, Mohamed Jouli, de 82 a?os, regres¨® a su hogar hace un mes. ¡°No recibimos ayuda de nadie¡±, se queja. Las paredes calcinadas contrastan con los brotes de cebollas y calabazas que su mujer ha plantado en el jard¨ªn entre restos de metralla.
Conscientes de que la misma Ginebra que les ha provisto este espejismo de paz puede volver a robarles el sue?o en cualquier momento, los desplazados aprovechan para visitar a sus seres queridos. La pareja Ghazan, en la sesentena, ha recorrido los 160 kil¨®metros que separan Damasco de Homs para conocer a su nueva nieta. En la tercera mayor ciudad del pa¨ªs, la tregua no ha logrado acallar a los francotiradores del barrio de Al Waer, ¨²ltimo reducto insurrecto. Al atardecer, las calles y parques quedan desiertos.
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