Las mujeres que dorm¨ªan con esp¨ªas
Scotland Yard pidi¨® disculpas e indemniz¨® a siete mujeres que denunciaron traumas por compartir relaciones con agentes infiltrados
La polic¨ªa brit¨¢nica ha pedido disculpas e indemnizado a siete mujeres que mantuvieron relaciones con agentes infiltrados en los grupos de activismo pol¨ªtico en los que ellas militaban. Estas mujeres, cuyas protestas siempre fueron pac¨ªficas, descubrieron a?os despu¨¦s de que sus novios desaparecieran sin dejar rastro que en realidad eran esp¨ªas a sueldo del Estado.
En 1985, Charlotte, una activista medioambiental inglesa, tuvo a su primer hijo tras 14 horas de parto. Su novio, Bob Robinson, no se movi¨® de su lado. Dos a?os m¨¢s tarde, la relaci¨®n se resquebrajaba. Hab¨ªan detenido a dos amigos por incendiar unos grandes almacenes en protesta porque vend¨ªan abrigos de piel. Bob tem¨ªa que ¨¦l fuera el siguiente en caer en manos de la justicia y desapareci¨®. Lo ¨²ltimo que Charlotte supo de Bob Robinson fue una larga carta de despedida con matasellos de Valencia. Charlotte no se recuper¨® nunca de aquel abandono; su hijo creci¨® sin padre, y as¨ª pasaron 24 a?os, hasta que en junio de 2012 encontr¨® en el Daily Mail una foto de Bob, ¡°su¡± Bob. La noticia era que el tercer implicado en aquel incendio de finales de los ochenta en unos grandes almacenes era un polic¨ªa infiltrado. Hoy, Bob, que se apellida Lambert, es profesor universitario, especializado en espionaje y actividades antiterroristas. Charlotte sinti¨® que todos sus recuerdos se pon¨ªan del rev¨¦s. A Bob nunca le persigui¨® la polic¨ªa. ?l era la polic¨ªa.
Result¨® que Bob ten¨ªa dos hijos anteriores al que tuvo con Charlotte. A lo largo de toda su relaci¨®n con ella sigui¨® felizmente casado con su mujer, a la que ve¨ªa cuando no estaba de servicio. De servicio en casa de Charlotte, espi¨¢ndola a ella y a sus amigos, informando a sus jefes de Scotland Yard de los planes de los activistas medioambientales en general y del Frente de Liberaci¨®n Animal en particular. Colaborando con ellos en lo que hiciera falta para dar verosimilitud a su coartada: participar en manifestaciones, organizar protestas, lanzar artefactos incendiarios o tener ni?os con compa?eras de militancia.
En noviembre pasado, Scotland Yard pidi¨® disculpas p¨²blicamente (y pag¨® cantidades de dinero no reveladas) a siete mujeres que, ejerciendo una acci¨®n conjunta, denunciaron el trauma sufrido por las relaciones enga?osas y manipuladoras que mantuvieron con agentes infiltrados en los movimientos de izquierda desde los ochenta hasta la primera d¨¦cada de 2000. La polic¨ªa ha destacado que estas mujeres se han comportado a lo largo de todo este doloroso proceso con coraje y dignidad.
Otra de las indemnizadas es Helen Steel. No es la primera vez que aparece en la prensa. De 1994 a 1997 fue una de las dos personas llevadas a juicio por la multinacional McDonald¡¯s por difamaci¨®n. Conocido como McLibel, aquel fue el juicio civil m¨¢s largo de la historia en Reino Unido: dur¨® 313 d¨ªas. El Tribunal de Derechos Humanos europeo termin¨® dando la raz¨®n a los acusados, y las revelaciones de los ¨²ltimos meses han descubierto que uno de los autores de aquel panfleto incendiario no es otro que Bob Lambert, alias Bob Robinson, el padre del hijo de Charlotte. El poli infiltrado, que ten¨ªa buena pluma.
Pero Helen Steel tambi¨¦n tuvo un novio que desapareci¨®. Ella cre¨ªa que se llamaba John Barker. Vivieron juntos de 1990 a 1992. Estaban muy enamorados. Pero ¨¦l dec¨ªa haber sido v¨ªctima de malos tratos en la infancia y que no sab¨ªa enfrentarse a sus demonios. Huy¨® a Sud¨¢frica, y Helen temi¨® durante a?os que se hubiera suicidado. Lo que hab¨ªa sucedido es que sus jefes le quer¨ªan de vuelta, detr¨¢s de una mesa, en Scotland Yard, llam¨¢ndose de nuevo John Dines. Hoy, Dines dirige un curso para polic¨ªas en Sidney. El pasado 9 de marzo, Helen viaj¨® a Australia para encararse con ¨¦l un cuarto de siglo despu¨¦s de verle por ¨²ltima vez. ?l le pidi¨® perd¨®n.
Pero las preguntas que Helen, Charlotte y las dem¨¢s querr¨ªan hacerles a esos polic¨ªas y al Estado que sufrag¨® sus actividades durante a?os no tienen respuesta. ?Qu¨¦ derecho ten¨ªa el Estado a violar as¨ª mi intimidad? ?Soy una mujer o una coartada? ?De verdad me quer¨ªas?
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