¡®La Bicha¡¯
La Carta Magna venezolana de 1999 es corta, oscura y con desatinos
Se sabe de Bonaparte que, en materia de constituciones, las prefer¨ªa ¡°cortas y oscuras¡±.
Cortas, por no cargar con un aburridor fardo de proleg¨®menos, considerandos y salvedades, y quiz¨¢, sobre todo, por no consagrar demasiadas garant¨ªas a las libertades individuales. Y oscuras para poder forzar interpretaciones cada tanto.
Las interpretaciones a cargo de un alto tribunal de juristas lameculos son el burladero del tirano. ¡°?Conque no puedo hacer lo que me sale de los cojones porque me lo proh¨ªbe el art¨ªculo no s¨¦ cu¨¢ntos? Llamad inmediatamente a los vagos de la Corte Constitucional: ese art¨ªculo est¨¢ lleno de oscuridades; ?necesita con urgencia una interpretaci¨®n!¡±.
Bol¨ªvar, otro peque?ajo egregio, ten¨ªa ideas propias sobre c¨®mo redactar constituciones prescindibles. Tantas, que hall¨® tiempo, entre batallas, discusiones con el vicepresidente Santander por cuestiones presupuestarias y revolcones con sus amantes, para escribir varias constituciones que se apartaban del napole¨®nico canon de lo ¡°corto y oscuro¡±. Al caraque?o le gustaban, m¨¢s bien, corregidas y aumentadas. Hallaba gusto en corregir a Montesquieu, por ejemplo, y a?adirle nuevos poderes al libro de reglas. Por eso cada constituci¨®n le quedaba m¨¢s abultadita que la anterior.
El Libertador leg¨® a sus compatriotas de anta?o y hoga?o la propensi¨®n a redactar constituciones. Desde 1811, con la declaratoria de independencia, hasta 1961, los venezolanos nos dimos nada menos que 25 constituciones. La ¨²ltima que redact¨® Bol¨ªvar, en 1826, pensando en Bolivia, hall¨® tanta resistencia en Lima, Quito, Bogot¨¢ y Caracas que qued¨® en agua de borrajas pero, en el plano pol¨ªtico, precipit¨® en gran medida la dictadura con la que el h¨¦roe culmin¨® su vida p¨²blica. Contemplaba, entre otras extravagancias, una presidencia hereditaria, un congreso ?de tres c¨¢maras! y un cuarto poder, a?adido a la tr¨ªada cl¨¢sica: el poder electoral, tan fulleramente concebido por Bol¨ªvar para no perder nunca que r¨ªete del actual Consejo Nacional Electoral chavista.
Tarde o temprano, la Constituci¨®n echar¨¢ a Maduro del poder
Hugo Ch¨¢vez, sedicente bolivariano, tambi¨¦n quiso hacer promulgar una constituci¨®n que llevase el sello distintivo de su pensamiento pol¨ªtico. Convoc¨® en 1998 un congreso constituyente que, literalmente arreado por un capataz llamado Luis Miquilena, pari¨® al a?o siguiente la constituci¨®n que actualmente rige ¡ªes un decir¡ª en Venezuela.
Desde su pre¨¢mbulo, escrito por un comit¨¦ de poetastros de aldea, la constituci¨®n chavista es un compendio de t¨®picos de la correcci¨®n pol¨ªtica: ¡°ciudadanos y ciudadanas¡±, ¡°diputadas y diputados¡±, etc. La constituci¨®n de 1999 fue bautizada por el propio Ch¨¢vez como La Bicha. Tronaba por televisi¨®n con un ejemplar de La Bicha en la mano, a modo de espantajo, dando a entender que le bastaba el garrote de la legalidad para derrotar a todos sus enemigos. Sin embargo, muy pronto dio en violar su propia Carta Magna y dej¨® de mostrar La Bicha.
La Bicha es, en verdad, bastante marrullera y consagra uno de los shibolets m¨¢s obsesivos del neopopulismo: el refer¨¦ndum; la consulta directa al pueblo. Su arquitectura toda ofrece al autoritarismo muchas escotillas de escape, no todas concebidas deliberadamente, sino m¨¢s bien fruto de la incuria de sus redactores. Es justo, pues, decir que La Bicha es a la vez corta, oscura, corregida y aumentada con desatinos como el llamado Poder Moral, resabio de la constituci¨®n promulgada por Bol¨ªvar en Angostura, en 1819.
Con todo, el esp¨ªritu y la letra machaconamente refrendarios de La Bicha dan al revocatorio presidencial que invoca la oposici¨®n venezolana tanta fuerza de ley que, al ce?irse escrupulosamente a ella, mantiene acorralado a Nicol¨¢s Maduro. Cada d¨ªa que pase, Maduro clamar¨¢ por nuevas ¡°interpretaciones¡± que le permitan desconocer la voluntad popular. Pero ese juego no durar¨¢ mucho.
Tarde o temprano, La Bicha echar¨¢ a Maduro del poder.
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