¡°Vamos a mostrarle la realidad de la inmigraci¨®n a los jueces¡±
Indocumentados asistir¨¢n a la audiencia en la Corte Suprema sobre las medidas migratorias de Obama
Mercedes Garc¨ªa tiene muy claro lo que les dir¨ªa, si se cruzara con ellos en un pasillo, a los jueces de la Corte Suprema de Estados Unidos que este lunes analizar¨¢n las medidas migratorias del presidente Barack Obama. ¡°Me parar¨ªa de frente y le contar¨ªa la situaci¨®n en que nos encontramos, que no queremos que se desintegren nuestras familias, que hemos dado ya m¨¢s de la mitad de nuestra vida a este pa¨ªs¡±, dice de un tir¨®n.
Garc¨ªa viaj¨® este fin de semana desde Boulder, Colorado, hasta Washington para asistir a la audiencia del lunes, en la que espera estar dentro de la sala invitada por una de las organizaciones proinmigraci¨®n que han reservado varios asientos. Algunos de los jueces ¡°tambi¨¦n son padres, ?qu¨¦ sentir¨ªan ellos si fueran separados de sus hijos? Que se pongan en nuestro lugar, en mis zapatos. Si siquiera se tomaran un d¨ªa para ver la realidad, que no venimos a da?ar a nadie, que venimos a superarnos y a ayudar a este pa¨ªs econ¨®micamente, para que nuestros hijos sean unos buenos profesionales y buenas personas¡±, suspira esta mujer de 49 a?os, enfermera de formaci¨®n pero que, por su situaci¨®n irregular, no puede trabajar m¨¢s que como ni?era y cuidadora de ancianos. Casi la mitad de su vida la ha pasado en EE UU, donde tuvo a sus tres hijas, que tienen por ello nacionalidad estadounidense, mientras ella sigue viviendo de forma ilegal. Su marido, tambi¨¦n sin papeles, fue deportado hace m¨¢s de cuatro a?os. Desde entonces, no se han vuelto a ver, lo que le ha causado problemas de depresi¨®n a una de sus hijas.
Aunque logre entrar a la sala, es muy dif¨ªcil que Mercedes Garc¨ªa logre algo m¨¢s que cruzar miradas con uno de los ocho magistrados que escuchar¨¢n los argumentos a favor y en contra de las medidas ejecutivas que dict¨® Obama en noviembre de 2014 y que pretend¨ªan beneficiar a casi cinco millones de indocumentados. DAPA es el programa destinado a personas como Garc¨ªa, padres sin papeles con hijos nacidos en EE UU y por tanto con la nacionalidad estadounidense. En su orden ejecutiva, Obama tambi¨¦n orden¨® ampliar sustancialmente DACA, que regulariza temporalmente a los dreamers, j¨®venes indocumentados que llegaron al pa¨ªs de ni?os, para que puedan estudiar e incluso trabajar de forma legal. Pero 26 Estados conservadores, liderados por Texas, lograron frenar justo antes de su inicio estos programas por la v¨ªa judicial, argumentando que Obama se hab¨ªa excedido en sus poderes. La Corte Suprema debe decidir ahora qui¨¦n tiene raz¨®n.
A Garc¨ªa no le importa no poder hablar directamente con los jueces. Con que la vean a ella y a los dem¨¢s activistas es suficiente, asegura. Y vaya si los ver¨¢n. Las organizaciones proinmigraci¨®n han organizado la llegada a Washington de miles de activistas e indocumentados que desde el fin de semana han realizado numerosas reuniones y acciones, antes de congregarse, este lunes, ante la Corte Suprema. Eso le hace a Garc¨ªa sentirse ¡°optimista¡± acerca de la decisi¨®n final. ¡°S¨¦ que ya no vamos a ser n¨²meros, vamos a ser personas que estamos representando esos casos que est¨¢n descritos y los jueces van a ver la realidad, que no venimos a hacer otra cosa m¨¢s que a trabajar, a superarnos y a ayudar al pa¨ªs econ¨®micamente¡±, afirma.
Tambi¨¦n Antonio Campos, un mexicano de 50 a?os residente desde hace 21 en Sacramento, California, se siente esperanzado ante la cita del lunes, en la que asimismo estar¨¢ presente. ¡°Tengo la esperanza de que esta es una oportunidad para todos de sentar las bases de una sociedad que empieza a componerse¡±, cuenta en conversaci¨®n telef¨®nica antes de emprender el largo viaje a Washington.
El optimismo, con mayor o menor cautela, es compartido tanto por la Casa Blanca, que ha defendido tajantemente la legalidad de las acciones de Obama, como por los legisladores que llevan a?os luchando, hasta ahora sin ¨¦xito, por una reforma migratoria.
¡°Nos sentimos optimistas de que la Corte Suprema vaya a decidir a favor del lado correcto de la historia¡±, dijo el viernes la congresista Linda S¨¢nchez, presidenta del Caucus (asociaci¨®n de legisladores) Hispano del Congreso, en una rueda de prensa con casi dos decenas de parlamentarios. ¡°Los ocho jueces de la Corte Suprema tienen que tomar una decisi¨®n: si quieren estar con los que construyeron este pa¨ªs o con los que quieren construir un muro¡±, agreg¨® el congresista Xavier Becerra, hijo de inmigrantes mexicanos, en referencia a la ret¨®rica antiinmigrante de los candidatos republicanos Donald Trump y Ted Cruz.
Con todo, el nerviosismo de activistas y legisladores es palpable. Al fin y al cabo, es quiz¨¢s la ¨²ltima oportunidad en el mandato de Obama de regularizar a tan alto n¨²mero de indocumentados. Porque el Plan B ser¨ªa que el Congreso actuara, algo que no ha hecho hasta ahora y que, dada su actual composici¨®n, tampoco se prev¨¦ posible en el futuro inmediato, reconoce el senador dem¨®crata Tim Kaine, uno de los legisladores que esta semana se ha reunido con familias afectadas por el freno judicial a las acciones ejecutivas migratorias.
Vidas en pausa a la espera del alivio migratorio
El suspiro de angustia se convierte en un hilo de esperanza cuando Mercedes Garc¨ªa piensa en c¨®mo cambiar¨ªa su vida si la Corte Suprema da v¨ªa libre a los programas DAPA y DACA de Obama.
¡°?Uyyyyyy, me dar¨ªa un giro de cien grados, super bien!¡±, exclama. ¡°Tendr¨ªa un permiso de trabajo, un n¨²mero de seguridad social y tendr¨ªa la oportunidad de hacer el trabajo que tanto me ha gustado y s¨¦ hacer, soy enfermera titulada en M¨¦xico y har¨ªa un posgrado o algo que me revalide mis estudios¡±, explica la ahora ni?era.
¡°Cambia tu vida totalmente, porque tienes todas las puertas abiertas¡±, coincide Antonio Campos. En M¨¦xico, Campos era dise?ador gr¨¢fico. Desde que lleg¨® a EE UU, en 1995, se ha tenido que dedicar, igual que su esposa, a limpiar apartamentos. ¡°Estamos cansados de lo que hacemos, en la ma?ana tienes calambres en las manos y te duele todo el cuerpo, hay cosas que uno quisiera dejar, pero no lo haces porque, ?de qu¨¦ vas a vivir si no? Corres el riesgo de que te pidan tus papeles, as¨ª que no puedes cambiar de trabajo¡±, explica.
Rebeca Orellana ha vivido en carne propia el alivio que supone estar regularizada. Esta joven de 20 a?os que lleg¨® en 2000 con sus padres desde Bolivia, es beneficiaria de DACA, programa que le ha permitido continuar sin miedo sus estudios de ingenier¨ªa civil en Virginia, sacarse un permiso de conducir para llegar a su universidad y hasta trabajar para pagar sus estudios y ayudar a su familia. Su esperanza es que la Corte Suprema desbloquee los programas de Obama, para que tambi¨¦n sus padres, indocumentados, puedan salir de las sombras.
¡°Si no, va a continuar siendo muy dif¨ªcil para mis padres, que trabajan tanto cada d¨ªa¡±, lamenta.
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