Per¨²: Lo que est¨¢ en juego
La victoria del fujimorismo sellar¨ªa la triste realidad de que Per¨² no ha dado vuelta a una de las p¨¢ginas m¨¢s dolorosas de su historia
En 1990 Alberto Fujimori hered¨® un pa¨ªs asediado por el terrorismo y azotado por una espantosa crisis econ¨®mica. En 2001 se fug¨® del pa¨ªs y lo dej¨® sumido en la ruina moral. A un breve gobierno de transici¨®n le toc¨® la tarea de remover los escombros dejados por el met¨®dico expolio del erario p¨²blico, el atropello a los derechos humanos, la compra de conciencias de medios, fuerzas armadas, ministros de estado, jueces, pol¨ªticos, empresarios prominentes. La lista es larga.
Un cuarto de siglo despu¨¦s, 40% de los votantes peruanos han encumbrado a su hija y la han ungido favorita para ganar la segunda vuelta en la primera semana de junio. Es una mujer inteligente que desde hace cinco a?os ha fortalecido su movimiento. Tuvo la habilidad de pasar a segundo plano la presencia de militantes prominentes f¨¢cilmente vinculados a la negaci¨®n o justificaci¨®n de los cr¨ªmenes del padre. Su innegable habilidad pol¨ªtica ha tentado a algunos destacados analistas a pensar que ha logrado un aut¨¦ntico aggiornamiento de su movimiento, pero el tufo de un irredento padre que desde prisi¨®n mueve los hilos no es f¨¢cil de espantar.
40% de los votantes peruanos han encumbrado a la hija de Fujimori y la han ungido favorita para ganar la segunda vuelta
A su favor juega el fervor de sus numerosos devotos que detectan la impronta del padre no en el despotismo, sino en el ¡°hombre fuerte¡± que sembr¨® esperanzas e ilusiones por la recuperaci¨®n econ¨®mica y captura de cabecillas terroristas ocurridos durante su gobierno. En el imaginario de este colectivo y, especialmente, de sus l¨ªderes m¨¢s prominentes, la esterilizaci¨®n forzada de cientos de miles de mujeres pobres, la impunidad del cohecho, los asesinatos, secuestros, desapariciones y torturas, y el crimen organizado desde las m¨¢s altas esferas del gobierno, significa muy poco o nada. Deplorable, por cierto.
Su balotaje duplic¨® el obtenido por su contrincante en segunda vuelta. Pedro-Pablo Kuczynski es un destacado y competente profesional que desde hace medio siglo ha alternado la gesti¨®n en el sector p¨²blico con los negocios internacionales. Su problema es que no despierta igual fervor y que siempre ha sido la segunda, tercera o cuarta opci¨®n para un electorado indeciso casi hasta el final. Otro problema es que en 2011 apoy¨® a Keiko Fujimori en la segunda vuelta contra el Presidente Humala. ?Qu¨¦ hacer entonces para hacer un claro deslinde de su contendiente? ?C¨®mo despertar el entusiasmo de los que repudian el fujimorismo?
Visto desde una perspectiva puramente econ¨®mica, estas preguntas son irrelevantes porque los dos candidatos se suscriben al modelo que explica el crecimiento econ¨®mico del pa¨ªs en los ¨²ltimos 25 a?os. Si no el manejo econ¨®mico del pa¨ªs, ?qu¨¦ es entonces lo que est¨¢ en juego? La verdad es que mucho: una victoria de Fujimori hija posibilitar¨ªa la reivindicaci¨®n pol¨ªtica y moral de un hombre que nunca ha revelado genuino arrepentimiento por las atrocidades perpetradas por su gobierno, y que con su huida claudic¨® responsabilidades de un modo imaginable solamente en los sinverg¨¹enzas y delincuentes m¨¢s avezados.
Si Ud. juzga que esta deshonra no lo descalifica, comulgue con los familiares de las numerosas v¨ªctimas, preste atenci¨®n a los que repudian las tropel¨ªas y deplorables ¡°vivezas¡± de las que p¨²blicamente se ufan¨®, comprenda y respete a los que creen y sienten que la dignidad de una naci¨®n s¨ª importa. La reaparici¨®n en escena de un incontrito dictador con una reputaci¨®n maquillada ser¨ªa un golpe muy duro para todos ellos. Tambi¨¦n para cualquiera que se entregue a la reflexi¨®n profunda.
Con todo, el golpe mayor ser¨ªa para la naci¨®n entera. La victoria del fujimorismo significar¨ªa un retroceso terrible porque sellar¨ªa la triste realidad de que el Per¨² no ha dado vuelta a una de las p¨¢ginas m¨¢s dolorosas de su historia, de que aqu¨ª no pas¨® nada, de que el pa¨ªs no ha alcanzado una madurez c¨ªvica capaz de repudiar lo impermisible y sentir el oprobio que despierta al clamor del ¡°basta, hasta aqu¨ª nom¨¢s.¡±
Craso error de los que piensan que, ante la certeza de que el modelo econ¨®mico est¨¢ a salvo, el comportamiento ¨¦tico poco importa en el desarrollo de un pa¨ªs. Las naciones, como las personas, pueden, con esfuerzo, recuperarse de los desastres materiales. Pero lo que las destaca frente al juicio inapelable de la historia, lo que las hace verdaderamente grandes, es la superaci¨®n de la ruina moral.
Lo que est¨¢ en juego entonces es si el Per¨² est¨¢ a la altura de estas dif¨ªciles circunstancias, si cuenta con una mayor¨ªa que va a negar una segunda oportunidad a un movimiento pol¨ªtico que, hasta hoy, nunca ha revelado ni intenci¨®n ni capacidad de tomar conciencia por el profundo da?o que cometi¨®. De cierto modo, es una bendici¨®n que el modelo econ¨®mico no sea materia central de debate. Porque si no lo es, otros temas, por necesidad, lo ser¨¢n. Entre ellos, ojal¨¢ Kuczynski fuerce y ponga sobre el tapete, por ejemplo, el respeto a la dignidad de las personas y de una naci¨®n entera. Ojal¨¢ repare que su mejor carta es despertar conciencias. Que no se olvide entonces de lo que en una oportunidad le dijo a un periodista: ¡°yo nunca le he robado al Per¨².¡± Y que lo repita hasta el cansancio.
Jorge L. Daly es profesor de la Universidad Centrum ¨C Cat¨®lica de Lima.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.