El primer ministro de Irak ordena detener a quienes cometieron agresiones en el asalto al Parlamento
Los manifestantes, en su mayor¨ªa simpatizantes del cl¨¦rigo Al Sadr, anuncian su salida de la Zona Verde
El primer ministro de Irak, Haider al Abadi, ha ordenado este domingo la detenci¨®n y procesamiento de quienes atacaron a polic¨ªas y diputados o da?aron las instalaciones durante el asalto al Parlamento del d¨ªa anterior. Los manifestantes, que protestaban por el retraso en las reformas para combatir la corrupci¨®n, desalojaron la C¨¢mara el mismo s¨¢bado, pero acamparon en la vecina plaza de los Desfiles, dentro del per¨ªmetro de la ultraprotegida Zona Verde de Bagdad. A ¨²ltima hora de hoy anunciaban su intenci¨®n de retirarse, dando un respiro al Gobierno.
¡°El comit¨¦ organizador de la protesta anuncia la retirada de los manifestantes de la Zona Verde¡±, aseguraba el texto le¨ªdo por una portavoz en la plaza de Tahrir, fuera del enclave. La mujer asegur¨® que la salida se realizaba ¡°desde una posici¨®n de fuerza¡± y por respeto a la peregrinaci¨®n al santuario del imam Kadhem, que los chi¨ªes celebran estos d¨ªas. No obstante, amenaz¨® con nuevas medidas si las autoridades no cumplen las demandas populares.
El pulso pol¨ªtico, que ya se prolonga varios meses, amenaza con derribar al Gobierno y exacerbar la crisis, una de las m¨¢s graves desde la invasi¨®n de EE. UU. y el derrocamiento de Sadam Husein en 2003. Conscientes de ese peligro, Al Abadi, el presidente del pa¨ªs, Fuad Masum, y el del Parlamento, Salim al Jaburi, se reunieron de emergencia con representantes de las fuerzas pol¨ªticas.
En el comunicado posterior, calificaron los altercados de la v¨ªspera de ¡°peligrosa agresi¨®n contra la integridad del Estado y el marco constitucional¡±, seg¨²n informa Efe. Tambi¨¦n se comprometieron a continuar los contactos para llevar a cabo ¡°una reforma radical del sistema pol¨ªtico¡±. No est¨¢ claro si los sadristas, impulsores de la protesta, estuvieron en la cita.
Miles de manifestantes segu¨ªan dentro de la Zona Verde en ese momento. Piden que el primer ministro cumpla las reformas anticorrupci¨®n aprobadas el verano pasado, tras una tanda previa de protestas. Sin embargo, los principales grupos pol¨ªticos han bloqueado la remodelaci¨®n de Gobierno con la que Al Abadi quiso dar el primer paso.
¡°Estamos esperando una revoluci¨®n popular para acabar con la corrupci¨®n en el pa¨ªs¡±, declar¨® el dirigente chi¨ª Muqtada al Sadr.
Aunque son muchos los iraqu¨ªes, de todas las sectas y tendencias, que comparten ese malestar, ha sido el astuto Al Sadr quien ha liderado el descontento. Sus seguidores han respondido con disciplina desde finales de febrero a sus llamamientos para denunciar el fiasco pol¨ªtico y la corrupci¨®n a que ha llevado el sistema de cuotas ¨¦tnicas y confesionales instaurado tras la invasi¨®n. Su tir¨®n en la calle constituye todo un desaf¨ªo para los gobernantes, a quien los iraqu¨ªes ven como una casta privilegiada.
El pasado martes, 180 de los 328 diputados que componen el Parlamento aprobaron la sustituci¨®n de seis de los trece ministros incluidos en la lista de tecn¨®cratas presentada por Al Abadi a finales de marzo. Para hacerlo tuvieron que abandonar el sal¨®n de plenos, donde los parlamentarios contrarios al cambio arrojaban botellines de agua a sus rivales pol¨ªticos, incluido el primer ministro, y reunirse en una sala alternativa. La siguiente sesi¨®n para completar el Gobierno, prevista para el jueves, no lleg¨® a celebrarse.
As¨ª que el s¨¢bado los manifestantes, que hasta entonces se hab¨ªan mantenido fuera de la Zona Verde, forzaron su entrada sin que las fuerzas de seguridad hicieran demasiados esfuerzos por imped¨ªrselo. Se trata de un gesto altamente simb¨®lico. Ese distrito del centro de la capital iraqu¨ª albergaba en tiempos de Sadam el Palacio de la Rep¨²blica, donde el dictador recib¨ªa a los dirigentes extranjeros, algunos ministerios y el cuartel general de sus servicios secretos. Aunque el ¨¢rea no estaba formalmente vedada, pocos iraqu¨ªes se atrev¨ªan a cruzarla. Tras la invasi¨®n, EE. UU. instal¨® all¨ª la Autoridad Provisional de la Coalici¨®n y enseguida se vio obligado a cerrarla con muros de hormig¨®n ante los atentados.
Para los desarrapados que constituyen el grueso de los seguidores de Al Sadr, la sola posibilidad de entrar en ese espacio, ligeramente menos deteriorado que el resto de la ciudad, constituye una conquista. En ese entorno fortificado, donde adem¨¢s de la mayor¨ªa de las instituciones del Estado tambi¨¦n se han instalado algunas embajadas como la de EE. UU. o el Reino Unido (no as¨ª la de Espa?a), el cielo tal vez no sea m¨¢s azul, pero el suministro el¨¦ctrico no se corta con la frecuencia de fuera. La precariedad de los servicios p¨²blicos est¨¢ en la base del malestar ciudadano.
Para Patrick Martin, del Institute for the Study of War, ¡°Muqtada al Sadr est¨¢ intentando un golpe de facto contra Al Abadi¡±. Argumenta que a pesar de que los sadristas no han movilizado a su milicia, han impedido el acceso de altos cargos a edificios gubernamentales y forzado a diputados a abandonar el Parlamento. Este analista y sus colegas ven riesgo de un estallido de ¡°violencia entre los chi¨ªes¡± (partidarios y rivales de Al Sadr).
De momento, el enfrentamiento se ha quedado en las redes sociales. Poco antes de difundir la orden de detenci¨®n de los agresores en su p¨¢gina de Facebook, el primer ministro colg¨® tambi¨¦n unas fotos en las que se le ve recorriendo el Parlamento tras la salida de los manifestantes y pasando delante de mobiliario da?ado. Previamente algunos v¨ªdeos mostraron a grupos de j¨®venes saltando y bailando sobre las mesas y sillas del vest¨ªbulo de la Asamblea, mientras que otros rodeaban y acosaban a los diputados que intentaban escapar del asalto. Tal vez para conjurar esas im¨¢genes, los simpatizantes de la protesta publicaron im¨¢genes de manifestantes barriendo y limpiando la sede del Parlamento, tras la salida de los ocupantes.
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