Un cura preso en el laberinto del Vaticano
Un d¨ªa en el juicio al religioso espa?ol y a los dos periodistas acusados de publicar documentos secretos
Sentado en un rinc¨®n, vigilado por los gendarmes que lo detuvieron hace ya seis meses bajo la acusaci¨®n de filtrar documentaci¨®n secreta del Vaticano, monse?or Lucio Vallejo Balda no deja de sonre¨ªr. M¨¢s que a la sesi¨®n de un proceso que le puede acarrear largos a?os de c¨¢rcel y en el que comparte banquillo con dos antiguos colaboradores y dos periodistas italianos, el sacerdote espa?ol parece que estuviera asistiendo a una representaci¨®n, no demasiado lograda, de una ¨®pera bufa cuyo desenlace est¨¢ escrito desde hace tiempo. Y, aun as¨ª, Vallejo Balda ¨Cpelo cortado al uno, alzacuellos, traje a medida, zapatos caros y relucientes-- suelta una carcajada cuando Paola Pellegrino, antigua archivera de la prefectura de Asuntos Econ¨®micos, confiesa ante el tribunal: ¡°En la primavera de 2014, la doctora Francesca Chaouqui regal¨® a Vallejo Balda una pecera de cristal con dos peces rojos. Todos interpretamos aquel regalo como una advertencia al monse?or para que se quedase callado¡±.
Hay un mundo raro en el que regalar una pecera se interpreta como una amenaza mafiosa, reunirse a puerta cerrada como el signo inequ¨ªvoco de ¡°la maquinaci¨®n de un complot¡± y la costumbre de hacer fotocopias como el intento diab¨®lico de ¡°construir un archivo paralelo¡±. Un mundo raro, protegido por los muros del Vaticano y por siglos de privilegios, que tembl¨® cuando, hace ahora tres a?os, el papa Francisco sucedi¨® a Benedicto XVI al frente de la Iglesia cat¨®lica. Sabi¨¦ndose solo en un h¨¢bitat que ya desde Buenos Aires observaba con desconfianza, Jorge Mario Bergoglio confi¨® en su intuici¨®n para elegir a los integrantes de la Cosea, una comisi¨®n plenipotenciaria creada para investigar con urgencia los abusos financieros en la Santa Sede. Dos de los ocho nombramientos le salieron rana. Pero el gran chasco del casting se lo llev¨® con Vallejo Balda.
No se sabe si mareado por el poder o por los encantos mundanos de Roma, el antiguo ec¨®nomo de la di¨®cesis de Astorga encontr¨® en Francesca Chaouqui, la ¨²nica mujer del grupo, una joven relaciones p¨²blicas con gran habilidad para manejar amistades reales o ficticias, su principal aliada. Juntos fueron a fiestas, frecuentaron embajadores y condesas, compartieron almuerzos con personajes oscuros de las finanzas y la pol¨ªtica italiana. Seg¨²n el sacerdote, la atracci¨®n fue tanta que llegaron a tener trato carnal en un hotel de Florencia. Seg¨²n Chaouqui, lo ¨²nico que pas¨® all¨ª el 28 de diciembre de 2014 fue que Vallejo le revel¨® "cosas que le atormentaban de su esfera sexual" que nada ten¨ªan que ver con las mujeres.
El caso es que dos periodistas de investigaci¨®n no tuvieron gran dificultad en conseguir que Vallejo Balda les filtrara documentos con los que construir dos libros ¨CAvaricia, de Emiliano Fittipaldi, y V¨ªa Crucis, de Gianluigi Nuzzi¡ªque dejaron al descubierto los desmanes financieros del Vaticano y las grandes resistencias internas a las reformas de Bergoglio. Cuando, el pasado 2 de noviembre y ante la publicaci¨®n inminente de sendos libros, el sacerdote espa?ol y la relaciones p¨²blicas fueron detenidos, la gendarmer¨ªa del Vaticano encontr¨® en los tel¨¦fonos y en los ordenadores de Vallejo Balda pruebas suficientes de las filtraciones y tambi¨¦n de su vida disipada. Fotograf¨ªas de cenas, viajes y fiestas de disfraces que el prelado enviaba sin recato por WhatsApp y que, una vez sacadas a la luz por los peri¨®dicos, dejaron al descubierto la doble vida del agente doble. Una declaraci¨®n furibunda del Papa contra los presuntos filtradores dej¨® el juicio, aun antes de ser convocado, visto para sentencia.
El sacerdote espa?ol contin¨²a encarcelado dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano, entre cuyas muchas peculiaridades figura la de no tener relaciones consulares con ning¨²n otro Estado, de tal forma que Vallejo --un habitual en las fiestas de la embajada espa?ola ante la Santa Sede-- no recibe ning¨²n tipo de asistencia de Espa?a, salvo las visitas espor¨¢dicas de alg¨²n miembro de segundo nivel de la embajada. La relaciones p¨²blicas, casada con un inform¨¢tico que tambi¨¦n trabaj¨® para el Vaticano, est¨¢ embarazada de ocho meses, y nadie duda de que la criatura nacer¨¢ y el proceso a¨²n no habr¨¢ terminado. El sacerdote y la relaciones p¨²blicas se suelen sentar muy cerca durante el proceso el incluso intercambiar gestos de complicidad. Esta sesi¨®n, la und¨¦cima, no es distinta. El proceso transcurre con una lentitud desesperante. Despu¨¦s de cada interrogatorio, el presidente del tribunal interpreta lo declarado y se lo dicta lentamente a un secretario que lo escribe ¨Cutilizando un dedo de la mano izquierda y otro de la mano derecha-- en un ordenador port¨¢til. El ayudante del secretario lee despu¨¦s lo transcrito y a partir de entonces juez, fiscal, abogados y declarante corrigen de nuevo el borrador. Aunque las dos testigos llamadas a declarar no son demasiado relevantes para la causa ¨C-Vallejo est¨¢ condenado desde el momento en que reconoci¨® las filtraciones y uno de los periodistas, Gianluigi Nuzzi, lo se?al¨® ante los jueces como su garganta profunda-, lo que Paola Pellegrino, archivera, y Paola Monaco, secretaria, cuentan ante el tribunal dibujan a la perfecci¨®n el ambiente que se viv¨ªa en el Vaticano en los meses posteriores a la llegada de Francisco. Pellegrino y Monaco ¨Cy seg¨²n ellas el resto de los funcionarios a sus ¨®rdenes-- odiaban al jefe Vallejo. Lo consideraban una amenaza para la vieja, lenta y ordenada ¨Cen la forma, porque enseguida se demostr¨® que el fondo era un pozo negro repleto de irregularidades¡ª maquinaria burocr¨¢tica de la Santa Sede. De sus declaraciones queda claro que tampoco les gustaba Francesca Chaouqui, a la que achacan una excesiva y mal¨¦fica influencia en el sacerdote.
¡°Despu¨¦s de hablar con la doctora por tel¨¦fono¡±, coincidieron Pellegrino y Monaco, ¡°monse?or Vallejo se pon¨ªa de mal humor. Y, ya en los ¨²ltimos tiempos nos prohibi¨® que le dej¨¢semos entrar y que le pas¨¢semos llamadas¡±. Cualquier actividad de la comisi¨®n, por l¨®gica que pueda parecer desde una perspectiva ajena, provocaba un recelo inmediato en los funcionarios vaticanos.
--Se reun¨ªan a puerta cerrada, como si estuvieran maquinando un complot --¨Cexplic¨® la archivera Paola Pellegrino- Durante meses, monse?or Vallejo se dedic¨® a hacer fotocopias de manera fren¨¦tica de los documentos archivados en la prefectura econ¨®mica. Sobre todo de papeles relacionados con la causa de los santos. Tem¨ªamos que estuviese construyendo un archivo paralelo. As¨ª que, cuando observ¨¦ que hac¨ªa demasiadas fotocopias, escrib¨ª un documento dejando constancia de ello y lo escond¨ª en un lugar al que no pod¨ªa tener acceso monse?or Vallejo...
Un documento enterrado en la inmensidad de los archivos como si fuera la botella de un n¨¢ufrago arrojada al mar. ¡°Por si se volv¨ªa a repetir el caso de Paolo Gabrielle¡±, ilustr¨® la archivera, en referencia al mayordomo de Benedicto XVI. Sin que se haya llegado a saber por qu¨¦ o por orden de qui¨¦n, el siempre fiel Paoletto sustrajo y filtr¨® a la prensa la correspondencia privada de Joseph Ratzinger, dejando al descubierto las guerras por el poder y el dinero que se libraban en el interior del Vaticano. Aquel esc¨¢ndalo, conocido como el caso Vatileaks, precipit¨® la renuncia del pont¨ªfice alem¨¢n y, de alguna forma, pon¨ªa al Vaticano ¨Ccuyos trapos sucios quedaron expuestos de forma descarnada ante la opini¨®n p¨²blica-- ante una dif¨ªcil encrucijada: o apostaba decididamente por la transparencia o trataba de blindarse a¨²n m¨¢s.
El juicio demuestra sesi¨®n a sesi¨®n que el Vaticano a¨²n no ha decidido qu¨¦ camino tomar.
Una estirpe a la sombra de San Pedro
Los funcionarios vaticanos pertenecen en su mayor¨ªa a una estirpe. Los empleos suelen heredarse de padres a hijos y, en muchos casos, tambi¨¦n las viviendas que habitan, dentro o fuera de los muros del Vaticano. Sus sueldos no son muy altos, pero s¨ª las contraprestaciones: no pagan impuestos, disponen de combustible, supermercado y farmacia casi a precio de coste y gozan de gran respeto e influencia en la sociedad romana, con la que interact¨²an a trav¨¦s del favor, una moneda m¨¢s antigua y poderosa que la lira o el euro y que jam¨¢s se deval¨²a. Sin dudar de la sinceridad de los testigos ¨Cni de la imparcialidad de jueces y fiscales, que tambi¨¦n forman parte del Estado m¨¢s peque?o del mundo--, conviene tener en cuenta los datos anteriores para entender que todos los que se sientan en el banquillo suponen o supusieron una amenaza para un Estado que, hasta los ¨²ltimos meses de Benedicto XVI y los primeros de Francisco, viv¨ªan blindados en sus privilegios, felizmente ajenos al mundanal ruido. El hecho de asistir al juicio ¨Csolo lo pueden hacer unos cuantos periodistas por sesi¨®n, que luego tienen que referir lo acontecido a sus compa?eros en la sala de prensa del Vaticano¡ªaporta ya datos relevantes de la diferencia entre la vida dentro y fuera de los muros.
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