Rousseff apela a la movilizaci¨®n para revertir su salida del poder

Rousseff tard¨® en hablar porque el secretario del Senado que llevaba en mano la notificaci¨®n oficial que la apartaba del poder se retras¨® por culpa de un atasco. Pero al final lleg¨® y le entreg¨® en mano el papel: ¡°Se?ora presidenta: se le hace saber por medio de esta notificaci¨®n que est¨¢ instaurado el proceso de impeachment. (...) Y queda suspensa del cargo de presidenta (...) con derecho a residencia oficial, seguridad, servicio m¨¦dico y transporte a¨¦reo y terrestre¡±.

Ya oficialmente sin el cargo de presidenta, Rousseff acudi¨® a la tribuna: ¡°Vamos a demostrar al mundo que hay millones de defensores de la democracia en Brasil¡±. Afuera, enfrente del palacio del Planalto, cerca de 3.000 personas se congregaban para acompa?ar a la presidenta en su ¨²ltimo d¨ªa.

Lo que los senadores decidieron este jueves, de facto, es la apertura formal del impeachment, el proceso de destituci¨®n, el juicio pol¨ªtico que discurrir¨¢ en el Senado como m¨¢ximo y a partir de este viernes durante 180 d¨ªas. En estos seis meses los senadores discutir¨¢n si Rousseff cometi¨® un ¡°crimen de responsabilidad¡± hacia la Rep¨²blica al alterar las cuentas p¨²blicas para equilibrar los balances presupuestarios a base de pedir dinero a grandes bancos p¨²blicos.

Una posterior votaci¨®n, que se celebrar¨¢ probablemente en octubre, decidir¨¢ el destino final de Rousseff. Para entonces no servir¨¢ s¨®lo la mayor¨ªa simple. Ser¨¢n necesarios dos tercios, esto es, 54 senadores. De ah¨ª que el resultado de este jueves sea significativo. Pero todo eso queda lejos, de cualquier manera. Lo determinante es que durante todo ese tiempo la presidenta deja de ser presidenta real. El poder, autom¨¢tica y plenamente, pasa a las manos del vicepresidente, Michel Temer, hasta hace un mes y medio aliado pol¨ªtico de Rousseff y ahora su peor enemigo y, en palabras de ella misma, ¡°el padre de los conspiradores¡±.

Los defensores del impeachment, la mayor¨ªa de partidos de centro y de derecha, hablaron de esas maniobras fiscales. Pero la mayor¨ªa se refiri¨® m¨¢s, para justificar su decisi¨®n, a la catastr¨®fica marcha de la econom¨ªa (que retrocede un 3% del PIB al a?o), a las sucesivas rebajas de las agencias de calificaci¨®n, que ya han colocado los bonos brasile?os al nivel de bono basura, y a la necesidad de cambiar de Gobierno para que el rumbo del pa¨ªs cambie.

Los partidarios de Rousseff replicaron con un argumento simple: no se puede echar a una presidenta elegida por 54 millones de votos, apelando a unas maniobras fiscales que no constituyen a su juicio un delito grave o a la situaci¨®n econ¨®mica, porque para eso est¨¢n las urnas.

El nuevo Gobierno

La profesora y enfermera Vera Mar¨ªa De Oliveira, de 52 a?os, una de las personas que esperaban que Rousseff saliera del palacio para acompa?arla con sus gritos de ¨¢nimo en su despedida, lo ten¨ªa claro: ¡°Esto es un golpe de Estado, una payasada, una falta de respeto a mi voto¡±, dijo.

Mientras, Temer, que tambi¨¦n hab¨ªa recibido la visita del secretario del Senado con la notificaci¨®n burocr¨¢tica pertinente, hac¨ªa p¨²blico su nuevo Gobierno. Hay un nombre ortodoxo alabado por todos, el nuevo ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, expresidente del Banco Central durante los mandatos de Lula (2003-2010) y a la vez bien visto por los mercados. Pero hay otros nombres pol¨¦micos que dan por pensar que el nuevo jefe del Estado brasile?o ha hecho concesiones para facilitarse la gobernabilidad.

Termin¨® el encendido discurso de Rousseff. Se dispuso a dejar el palacio, a dejar de ser presidenta, a recluirse en su residencia oficial, donde le es permitido quedarse en su nueva condici¨®n de presidenta espectro. Sali¨® por la puerta principal, a pie, dando a entender que acata pero que no aprueba la decisi¨®n del Senado. Al acercarse a las personas que la esperaban, una mujer se puso a llorar. Luego exclam¨®: ¡°Traici¨®n¡±. No era la ¨²nica que lloraba. Al lado, otra mujer se abrazaba a s¨ª misma en un gesto de desesperaci¨®n. El conciliador y discreto Temer, que jam¨¢s se ha sentido c¨®modo en la calle, deber¨¢ centrarse en la sombr¨ªa marcha de la econom¨ªa. Pero sin descuidar la presi¨®n social que el PT puede desencadenar y el apoyo popular que personajes como Dilma Rousseff o su antecesor Lula a¨²n acaparan entre los suyos en Brasil.