El mapa maldito de Oriente Pr¨®ximo
El acuerdo secreto entre Mark Sykes y Fran?ois-George Picot forma parte de un mito fundacional para las ideolog¨ªas predominantes en la regi¨®n
No fue un tratado. Tampoco fue un compromiso formalizado en un documento rubricado por las dos partes. Se trata meramente de dos notas dirigidas por el secretario de Asuntos Exteriores brit¨¢nico, Edward Grey, a su hom¨®logo franc¨¦s, Paul Cambon, y un mapa coloreado. Pero vale como acuerdo, que fue comunicado a los gobiernos de Italia, Rusia y Jap¨®n, y muchos historiadores lo consideran como un tratado con efectos vinculantes que alcanzan hasta hoy mismo y al que se atribuyen casi todos los males que sufre la regi¨®n.
Las dos notas llevan las fechas del 15 y del 16 de mayo de 1916, ahora acaba de cumplirse un siglo, pero su existencia no se conoci¨® hasta noviembre de 1917, cuando vieron la luz gracias a Lev Trotsky, comisario de Asuntos Exteriores del gobierno sovi¨¦tico reci¨¦n instalado tras la revoluci¨®n bolchevique, que las dio a conocer a la prensa moscovita como denuncia del reparto secreto del mundo establecido por las potencias imperiales europeas a espaldas de las poblaciones afectadas, exactamente lo contrario al derecho de autodeterminaci¨®n propugnado por los bolcheviques y por el presidente Woodrow Wilson.
Ahora hace un siglo la guerra europea se hallaba en su tercer a?o. Estados Unidos todav¨ªa no hab¨ªa entrado en liza. Y Francia y Reino Unido quer¨ªan reforzar su alianza con el reparto de los despojos del imperio otomano, espec¨ªficamente en la regi¨®n donde el legendario T. E. Lawrence estaba preparando la revuelta ¨¢rabe contra la Sublime Puerta. Unos y otros ten¨ªan el ojo avizor a una materia prima que promet¨ªa mucho, el petr¨®leo, con la idea de trazar una l¨ªnea que abriera paso a un oleoducto desde las primeras explotaciones en Mosul hasta el Mediterr¨¢neo.
Los art¨ªfices fueron dos diplom¨¢ticos sin aspiraciones de pasar a la historia, pero que terminaron dando su nombre al acuerdo. Si Potsdam y Yalta, lugares de celebraci¨®n en 1945 de las conferencias de los aliados al t¨¦rmino de la Segunda Guerra Mundial, fueron emblemas del reparto del mundo en ¨¢reas de influencia entre Mosc¨² y Washington, en el caso de Oriente Pr¨®ximo tras la Primera Guerra Mundial este papel lo jugaron dos personajes de biograf¨ªa anodina: un arist¨®crata, militar y diplom¨¢tico ingl¨¦s, Mark Sykes, por parte de Londres, y un abogado y diplom¨¢tico parisino, Fran?ois George-Picot, por parte de Par¨ªs.
En el centenario de Sykes-Picot queda claro que son Turqu¨ªa, Ir¨¢n, Arabia Saud¨ª e Israel, y no las viejas potencias imperiales, las que deben devolver la paz a la regi¨®n
Sykes-Picot es un ejemplo de diplomacia secreta en un escenario de guerra, que busca ante todo el equilibrio geopol¨ªtico entre los que se presumen protagonistas de la paz. Pero m¨¢s importante que los contenidos del acuerdo es la leyenda conspirativa tejida a su alrededor. Seg¨²n el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no hay conflicto en la regi¨®n que no est¨¦ dise?ado hace cien a?os con estos acuerdos. Joe Biden, vicepresidente de Estados Unidos, ha atribuido las actuales dificultades en Siria e Irak ¡°a la creaci¨®n de estados artificiales compuestos de grupos ¨¦tnicos, religiosos y cultural totalmente distintos¡±. Precisamente ahora, con el centenario, los yihadistas del ISIS quieren ¡°clavar el ¨²ltimo clavo en el ata¨²d de la conspiraci¨®n de Sykes y Picot¡±.
Seg¨²n el ge¨®grafo Michel Foucher (revista Telos, mayo de 2016), probablemente el primer especialista mundial en la historia de las fronteras, menos de 700 kil¨®metros de los 14.000 que conforman los trazados actuales, salen de Sykes-Picot. Las potencias extranjeras participaron en su delimitaci¨®n en una proporci¨®n muy inferior a lo que dice la leyenda: el 16% se debe a la intervenci¨®n francesa, el 26 % a la brit¨¢nica, el 14,5% a la rusa y el 29% a los otomanos y a sus sucesores turcos. Ni siquiera lo que se atribuye a Sykes-Picot est¨¢ en los documentos, cuyas conclusiones solo se aplicaron en parte en los tratados y conferencias que sellaron la Gran Guerra. Las l¨ªneas artificiales atribuidas al oscuro tratado pertenecen en realidad a la conferencia de San Remo de 1920.
El acuerdo ahora centenario, del que surgieron cuatro estados nacionales (L¨ªbano, Irak, Siria y Jordania), es solo el emblema de aquella partici¨®n, en la que hay al menos dos documentos diplom¨¢ticos m¨¢s de similar trascendencia. Uno es la correspondencia cruzada en 1915 y 1916 entre el jerife de La Meca Hussein ben Ali y el alto comisionado brit¨¢nico para Egipto, Henry McMahon, por el que se atribuye a la dinast¨ªa hachemita el liderazgo ¨¢rabe en la regi¨®n. El otro es la Declaraci¨®n Balfour de 1917, contradictoria con la anterior, en la que el secretario de Estado brit¨¢nico Arthur Balfour reconoce el derecho a establecer en Palestina ¡°un hogar nacional para el pueblo jud¨ªo¡±, de la que surgir¨¢ Israel, el quinto y m¨¢s pol¨¦mico de los Estados con fronteras de la marca Sykes-Picot.
El Estado Isl¨¢mico pretende borrar las fronteras delimitadas desde Par¨ªs y Londres hace justo 100 a?os
Tres de los jugadores del actual tablero de Oriente Medio tienen especial empe?o en la nulidad de aquel acuerdo. Turqu¨ªa, porque el reparto se hizo a su costa, como potencia derrotada en la guerra. Los kurdos, porque son los m¨¢s interesados en un redise?o de fronteras que les permita existir como naci¨®n independiente sobre territorios actualmente de Siria, Turqu¨ªa, Irak e incluso Ir¨¢n. Y finalmente, el yihadismo terrorista, porque tiene la pretensi¨®n de borrar las fronteras estatales y establecer una comunidad isl¨¢mica internacional dirigida por el califato isl¨¢mico.
Parece claro que la revisi¨®n de Sykes-Picot, si fuera posible, producir¨ªa mayores da?os que los que se pretende resolver. La idea de que hay fronteras naturales sobre las que se asientan naciones eternas ¨¦tnica o culturalmente delimitadas es una fantas¨ªa esencialista decimon¨®nica que conducir¨ªa a la fragmentaci¨®n de Oriente Medio en un mapa ingobernable con decenas de micro estados, cada uno con sus correspondientes irredentismos y sus rivalidades vecinales. La causa de los actuales problemas, seg¨²n el historiador franc¨¦s Henry Laurens, no son las fronteras artificiales sino la falta de democracia. ¡°La UE se ha podido construir ¨Cha declarado recientemente al diario liban¨¦s L¡¯Orient-Le Jour¨C porque se trataba de un movimiento democr¨¢tico con consultas regulares a la poblaci¨®n en cada etapa¡±.
Si algo est¨¢ claro en el centenario de Sykes-Picot es que son las potencias regionales, es decir, Turqu¨ªa, Ir¨¢n, Arabia Saud¨ª e Israel, y no las viejas potencias imperiales europeas o la superpotencia americana, las que deben devolver la paz a la regi¨®n. Y no mediante la refacci¨®n de las fronteras a trav¨¦s de acuerdos secretos, sino con la dif¨ªcil, improbable y lenta f¨®rmula europea que da voz democr¨¢tica a las poblaciones a la hora de superar las fronteras nacionales.
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