El optimismo de los mercados y la lluvia torrencial marcan una consulta histórica
La libra esterlina alcanza su cotización más alta del a?o en la jornada del referéndum
El gran juicio británico al proyecto europeo quedó el jueves visto para sentencia. A falta de que la autoridad electoral pronuncie esta ma?ana el veredicto, los mercados mostraron optimismo al rebufo de la ligera ventaja de la permanencia en los sondeos. Las colas indicaban una alta afluencia de votantes, que desafiaron el diluvio que regó parte del país.
La última encuesta, publicada en la misma jornada electoral y realizada en los últimos días de campa?a, otorgaba una ventaja de cuatro puntos a los partidarios de permanecer en la Unión Europea. Pero el dibujo de los sondeos, cuya credibilidad quedó seriamente da?ada tras su fracaso en predecir la mayoría absoluta del conservador David Cameron en mayo de 2015, lucía ayer extremadamente re?ido.
La evolución de la demoscopia ha contribuido a la emoción de una campa?a histórica: los primeros meses apuntaban a una victoria de la permanencia; el Brexit se empezó a imponer a principios de junio y, en la última semana, la fotografía ha sido de un empate técnico con una ligerísima ventaja de los proeuropeos.
Las casas de apuestas, a cuyas tendencias muchos conceden más fiabilidad que a los sondeos, daban ayer una clara ventaja a la permanencia. “Se puede mirar al viento o mirar a los corredores de apuestas”, se?aló el líder laborista, Jeremy Corbyn, después de votar en Londres. Los últimos, a?adió, “suelen acertar”. “Yo les costé mucho dinero”, bromeó, en referencia a su victoria contra pronóstico en la lucha por liderazgo del partido el pasado septiembre.
Las alzas en los mercados, continuas desde el lunes, indican la confianza de los inversores en una derrota del Brexit. La libra se llegó a cambiar a mediodía a 1,4947 dólares, el valor más alto en lo que va de a?o. Las acciones de los bancos británicos, muy expuestos en caso de una salida de la UE, experimentaron importantes subidas, por encima del índice FTSE100 de la Bolsa de Londres, que subió un 1,2%.
Las incidencias más destacables las provocaron las lluvias torrenciales que cayeron sobre Londres y el sureste del país, y que obligaron a cambiar de ubicación algunos colegios electorales y alteraron la red de transporte público de la capital. Atrapados en la estación de Waterloo, paralizada por las lluvias, muchos viajeros expresaban en las redes sociales su temor de no poder llegar a tiempo a las urnas. Tras votar junto a su casa de Kent, Nigel Farage, líder del antieuropeo UKIP, sugirió que el mal tiempo daba a los suyos “una fuerte probabilidad” de imponerse. “Pero todo dependerá de la participación y de que los proeuropeos moderados se queden en casa”, a?adió.
A pesar de las lluvias, los colegios electorales informaban de una alta participación. El entorno del primer ministro conservador, David Cameron, se mostraba “cautelosamente optimista”, en la confianza de que una participación superior al 70% asegurase la permanencia en la UE. Solo dos referendos han cosechado participaciones más elevadas que las de las elecciones generales: el del Acuerdo de Viernes Santo en Irlanda del Norte (1998) y el de la independencia escocesa (2014).
El de ayer fue el tercer referéndum que se celebra en el conjunto del país. En los dos anteriores se impuso el statu quo: los británicos decidieron en 1975 seguir en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) y, en 2011, conservar su sistema electoral.
Los partidarios de la permanencia confiaban ayer en movilizar a los jóvenes, más europeístas pero menos inclinados a votar, y en que sus advertencias sobre los riesgos económicos del Brexit surtieran efecto entre las clases medias. Las esperanzas de los euroescépticos, por su parte, estaban puestas en las clases trabajadoras, frustradas por el impacto de la inmigración, y en que cuajara su llamada a desafiar al establishment para convertir la jornada en “el día de la independencia” británica.
Una victoria del Brexit en la consulta marcaría el inicio de la redefinición del lugar de Reino Unido en el mundo. Supondría un duro golpe al proyecto europeo y, también, una inyección de aliento a las corrientes nacionalistas y populistas que soplan a uno y otro lado del Atlántico.
Cameron se enfrenta al desenlace de su gran apuesta
“Buenos días”. Esas fueron las únicas palabras que pronunció David Cameron, antes de esquivar las preguntas de los periodistas, al acudir por la ma?ana a votar junto a su esposa en el centro de Londres.
El futuro político del primer ministro conservador estaba en juego en este referéndum. Cameron decidió embarcar al país en este proceso para tratar de acallar la rebelión de los euroescépticos de su partido, ante el auge del populista UKIP. Pero hoy, después de una campa?a fratricida que ha divido al partido y al Gobierno, la llamada guerra tory europea sigue abierta.
La autoridad de Cameron, arropado por una inesperada mayoría absoluta, está más cuestionada que nunca. Si pierde, pocos dudan que deberá hacerse a un lado. Si gana, sufrirá para recuperar el control en un partido envuelto en una lucha sucesoria que él mismo abrió.
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