El poder de la bisagra
La decisi¨®n sobre el l¨ªder de la izquierda mexicana ser¨¢ decisiva para las elecciones
El pr¨®ximo presidente de M¨¦xico no ser¨¢ un miembro del PRD, pero muy probablemente sea este partido quien defina el nombre del ganador. El poder de la bisagra, que dicen.
Y es que las elecciones presidenciales de M¨¦xico en 2018 podr¨ªan estarse decidiendo en los pr¨®ximas d¨ªas, sin que nos hayamos percatado. Tras la renuncia de Agust¨ªn Basave a la presidencia del PRD, este partido de izquierda tendr¨¢ que elegir sucesor entre miembros que se debaten entre dos tendencias contrapuestas: aquellos que se inclinan por la posibilidad de continuar haciendo alianzas electorales con el PAN, el partido de la derecha, y aquellos que las repudian y exigen el retorno a las banderas originales de la izquierda. A mi juicio, el resultado de este pulso podr¨ªa definir al triunfador en las pr¨®ximas elecciones presidenciales.
?Por qu¨¦? B¨¢sicamente porque pese a la debacle que experimenta el partido que alguna vez represent¨® a la izquierda, a¨²n est¨¢ en posibilidades de alcanzar un porcentaje de votos suficiente para llevar a Los Pinos a los dos posibles rivales del PRI en el 2018: Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador de Morena, por un lado, o al candidato panista cualquiera que este sea.
Los resultados de las elecciones de junio pasado son reveladoras. Las dos agrupaciones de izquierda alcanzaron el 34% de los votos sufragados, dos puntos m¨¢s que el PRI y cinco por encima del PAN. El problema para la izquierda es que este 34% representa la suma de dos organizaciones que actualmente se odian: Morena obtuvo 20% y PRD 14 (ciertamente se trataba de una elecci¨®n acotada a doce entidades que eleg¨ªan gobernador, pero es una muestra por dem¨¢s aleccionadora).
L¨®pez Obrador ha dado muestras una y otra vez de que el PRD, organizaci¨®n a la que renunci¨®, es su pluma de vomitar
Muy probablemente el PRD seguir¨¢ cayendo, pero es razonable suponer que su base territorial y el peso de su marca en las boletas puedan otorgarle al menos un 8 % del electorado, quiz¨¢ un poco m¨¢s. Suficiente para convertirse en una cifra decisiva para desempatar lo que seguramente ser¨¢ una contienda re?ida entres las tres grandes fuerzas pol¨ªticas que se repartir¨¢n el pastel electoral: PRI, Morena y PAN. Desde hace varios sexenios las elecciones presidenciales son ganadas por m¨¢rgenes que rondan un 5 %, y en ocasione a¨²n menos, sobre el inmediato perseguidor. Esto convierte a los partidos bisagra capaces de acercarse a este monto en fuerzas decisivas en la contienda. Y sin duda, en 2018 el PRD es el candidato id¨®neo para cumplir esta funci¨®n.
Despu¨¦s del desencanto con los gobiernos panistas de 2006 2012, y la frustraci¨®n que ha provocado el regreso fallido del PRI (las encuestas de reprobaci¨®n al presidente Pe?a Nieto son hist¨®ricas), parecer¨ªa ser el momento de L¨®pez Obrador. El ascenso de Morena as¨ª lo revela. Pero los anticuerpos que genera el tabasque?o tambi¨¦n son formidables. En todo caso, se ve muy dif¨ªcil que logre un triunfo si el voto de la izquierda se divide.
L¨®pez Obrador ha dado muestras una y otra vez de que el PRD, organizaci¨®n a la que renunci¨®, es su pluma de vomitar. Pero esto cambiar¨ªa si asume la presidencia del partido una corriente favorable a su candidatura. De hecho, no es casual que algunos cuadros lopezobradoristas sospechosamente nunca abandonaron al partido en la emigraci¨®n a Morena. Esperaban este momento.
Las tribus que han gobernado al PRD probablemente preferir¨ªan ser cabeza de rat¨®n en su partido bisagra, esperando vender caro su amor al PAN, que convertirse en cola de Le¨®n bajo el liderazgo exigente y absoluto de L¨®pez Obrador. Pero no son pocos los militantes que encuentran aberrante una alianza electoral con una derecha que sostiene banderas ideol¨®gicas opuestas a las que alguna vez les llevaron a militar en el partido de la revoluci¨®n democr¨¢tica.
En uno u otro sentido la contienda habr¨¢ de dilucidarse en las pr¨®ximas semanas, y con ella las posibilidades de la izquierda de ser el contendiente a vencer o un mero espectador de la batalla que se avecina.
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