Berl¨ªn sufre una oleada de violencia de ultraizquierda
El desalojo de una casa okupa deriva en disturbios, protestas y quema de coches
¡°Podr¨¦is tener nuestro odio, pero nunca obtendr¨¦is nuestra risa¡±. A pocos metros del gigantesco cartel con esta frase que cuelga de una fachada, cuatro furgones policiales y dos decenas de agentes con cara de pocos amigos hacen guardia frente al n¨²mero 94 de la calle Rigaer de Berl¨ªn, un local okupa. "La polic¨ªa nos provoca. Usan la t¨¢ctica de los matones en los colegios: te amenazan y cuando respondes, te acusan a ti de ser el violento", dec¨ªa el viernes uno de los okupas que frecuentan la zona. Al d¨ªa siguiente de esta conversaci¨®n, a pocos metros de este lugar, la protesta de m¨¢s de 3.000 personas deriv¨® en lo que la polic¨ªa considera los disturbios m¨¢s graves de la capital alemana en los ¨²ltimos cinco a?os. Lo que Frank Henkel, responsable de Interior de la ciudad, defini¨® como "una org¨ªa de violencia" dej¨® en la tarde del s¨¢bado 123 polic¨ªas y varios manifestantes heridos, adem¨¢s de 86 detenidos.
El conflicto comenz¨® el pasado 22 de junio, cuando este local okupa que llevaba activo desde los a?os noventa fue desalojado. Desde entonces, los responsables de Berl¨ªn duermen un poco peor. Cada noche arden coches, caen pedradas contra oficinas bancarias, y edificios p¨²blicos sufren desperfectos. La preocupaci¨®n por la oleada de violencia crece. Y los responsables de la seguridad en la ciudad prometen mano dura ante los grupos de izquierda a los que responsabilizan de los actos.
La polic¨ªa ha contabilizado en las dos ¨²ltimas semanas un centenar de ataques de lo que denomina ¡°criminalidad con motivaciones pol¨ªticas¡±; en este caso de izquierdas. Los coches en llamas forman los episodios m¨¢s llamativos, pero hay muchos m¨¢s. Desde el desalojo del 22 de junio hasta el 6 de julio, seg¨²n explica un portavoz de la polic¨ªa, se produjeron 16 incendios, cada uno de los cuales afect¨® a varios veh¨ªculos. ¡°Estamos ante una clara declaraci¨®n de guerra con la que se pretende aterrorizar de forma arbitraria a nuestra poblaci¨®n. Berl¨ªn no va a dejarse intimidar por esta gente¡±, se?alaba la semana pasada a EL PA?S Henkel, el senador ¡ªequivalente a ministro¡ª de Interior de Berl¨ªn.?En la noche del s¨¢bado al domingo, m¨¢s coches volvieron a arder.
Aunque hayan sorprendido por lo continuado y lo destructivo de sus ataques, la oleada de actos violentos de Berl¨ªn no es ninguna novedad. Hace tiempo que la amenaza de los radicales se hace notar en todo el pa¨ªs. Alemania se ha acostumbrado en los ¨²ltimos meses a un incremento de las agresiones xen¨®fobas a centros de refugiados. El ministro del Interior, Thomas de Maizi¨¨re, alert¨® recientemente incluso sobre el riesgo de que surjan ¡°nuevas estructuras terroristas¡± ligadas a la ultraderecha. Al mismo tiempo, tambi¨¦n denunci¨® un aumento de la violencia provocada por grupos de izquierdas, con v¨ªnculos a los grupos denominados aut¨®nomos.
Los incendios de coches han explotado en una ciudad que entra ya en precampa?a electoral. El socialdem¨®crata Michael M¨¹ller sufrir¨¢ para renovar su cargo de alcalde en las elecciones del pr¨®ximo 18 de septiembre, que se presentan sin un claro favorito. Los nuevos retrasos para la apertura del aeropuerto ¡ªque casi seguro incumplir¨¢ el en¨¦simo plazo de 2017¡ª, el repunte en la criminalidad y el caos en la acogida de refugiados han deteriorado la imagen de un alcalde poco carism¨¢tico que lleva solo un a?o y medio al frente de la capital. A todos estos problemas se suma ahora la violencia callejera, que ha servido para mostrar las tensiones en la gran coalici¨®n gobernante.
Mientras el alcalde M¨¹ller se ha declarado dispuesto a alg¨²n tipo de di¨¢logo con la escena izquierdista, el senador Henkel rechaza cualquier otra medida que no sea la policial. ¡°Me imagino qu¨¦ pasar¨ªa si ultraderechistas respondieran a la actuaci¨®n policial extendiendo el terror por las noches. La situaci¨®n ser¨ªa insoportable. A nadie se le ocurrir¨ªa negociar con estos extremistas o incluso ofrecerles algunos inmuebles¡±, responde a los que reclaman di¨¢logo. Henkel, que es tambi¨¦n el candidato de los democristianos a alcalde, se esfuerza ahora por elevar unos indices de popularidad bajo m¨ªnimos.
Mientras Henkel muestra mano dura, su nombre es el m¨¢s vilipendiado en el 94 de la calle Rigaer. ¡°Franky boy, habla con nosotros¡±, escrib¨ªan el viernes con un spray una pareja de punkies. ¡°?Por qu¨¦ pon¨¦is eso? No tenemos nada que hablar con ¨¦l¡±, bromeaba una compa?era. Aqu¨ª el relato es totalmente distinto del que sale del Ayuntamiento. La docena de amigos reunidos frente a la casa okupa cuentan escenas de brutalidad policial durante el desalojo y aseguran que no saben nada de qui¨¦n est¨¢ quemando coches por Berl¨ªn.
Olaf Bahn, un hombre que se presenta como candidato apartidista a las elecciones de septiembre, dice estar en huelga de hambre desde hace ocho d¨ªas como protesta por la violaci¨®n de derechos que ha visto en su barrio. ¡°Esta situaci¨®n no tiene ning¨²n sentido. Solo se puede encauzar con di¨¢logo y medidas pol¨ªticas¡±, asegura. Los agentes, a pocos metros de distancia, se aseguran de que nadie entre en la antigua casa okupa.
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