La ¡®estrategia de la inmersi¨®n¡¯ del ¨²ltimo capo de Corleone
El dominio del territorio de Bernardo Provenzano le permiti¨® permanecer fugado 43 a?os
Cuando los corleoneses gobernaban la Mafia de Sicilia, y de paso toda la isla, su violencia era tan brutal que el hecho de que un juez, un polic¨ªa o un fiscal siguiese vivo le pod¨ªa convertir en sospechoso de ser un colaborador de la Cosa Nostra. S¨®lo la connivencia parec¨ªa explicar que no hubiese sido asesinado. Bernardo Provenzano, el capo dei capi muerto este mi¨¦rcoles por la ma?ana en prisi¨®n a los 83 a?os, simboliza una de las ¨¦pocas m¨¢s negras de la historia reciente de Italia, cuando decenas de personas mor¨ªan en las calles de Palermo, como retrat¨® la fot¨®grafa Letizia Battaglia, los g¨¢nsters desafiaban al Estado asesinando jueces como Giovanni Falcone y Paolo Borsellino y ten¨ªan tanto dinero que no sab¨ªan qu¨¦ hacer con ¨¦l, en el sentido literal de la expresi¨®n, porque la polic¨ªa encontr¨® pisos con todas sus habitaciones llenas hasta arriba de billetes de d¨®lar.
Tras 43 a?os fugado, Provenzano fue capturado el 11 de abril de 2006 en un chamizo campestre a pocos kil¨®metros de la ciudad siciliana que a causa de la violencia, y con la ayuda de El Padrino de Francis Ford Coppola, se convirti¨® en sin¨®nimo de muerte, silencio, miedo y viudas: Corleone. El boss ten¨ªa a su lado su arma favorita, una lupara, la escopeta de ca?ones recortados que los matones rurales utilizaban en las venganzas mafiosas. Estaba escondido en un lugar llamado Montagna dei Cavalli y viv¨ªa una espartana caba?a de pastor (la cocina era un hornillo de gas) cuya ¨²nica decoraci¨®n eran unos pocos s¨ªmbolos religiosos, como un poster del padre P¨ªo.
Brutal ¡ªsu apodo era el Tractor por la forma en que acababa con sus enemigos¡ª y desconfiado ¡ªse comunicaba con el mundo a trav¨¦s de pizzini, peque?os papeles con mensajes que trasladaban correos de m¨¢xima confianza?¡ª, este capo sin embargo estableci¨® una especie de tregua despu¨¦s de los peores a?os de violencia para tratar de esquivar la fuerza del Estado. Se llamaba ¡®la estrategia de la inmersi¨®n¡¯: la Mafia segu¨ªa controlando, pero lo hac¨ªa discretamente, sin grandes cr¨ªmenes que desatasen ofensivas policiales. Los tiempos anteriores fueron tan salvajes que el Estado no pod¨ªa permanecer impasible. Por poner un ejemplo: Toto Riina, el capo al que reemplaz¨® Provenzano en 1993 y que todav¨ªa vive en prisi¨®n, estaba acusado de haber participado en 150 asesinatos, 40 de ellos cometidos personalmente.
Aquella semana santa de su captura, los vecinos de Corleone viv¨ªan con cierto temor el encarcelamiento de Provenzano. No porque mostrasen simpat¨ªa hacia el capo, sino porque muchos de sus habitantes tem¨ªan que la ausencia de un boss desatase una nueva guerra por el poder. Aunque la Cosa Nostra mostraba sus garras de vez en cuando, los mafiosos manten¨ªan un perfil bajo y muchos l¨ªderes antimafia sufr¨ªan acoso, pero se mov¨ªan con cierta libertad. Sin embargo, aquellos que participaron en el mayor acoso estatal que ha sufrido la Mafia en su historia todav¨ªa realizaban las entrevistas rodeados de guardaespaldas, como Pippo Cipriani, alcalde de Corleone entre 1993 y 2002. Este veterano pol¨ªtico, que particip¨® en una de las decisiones que m¨¢s da?o hicieron a los mafiosos, la incautaci¨®n de sus bienes, explicaba entonces en un parque de Corleone: ¡°Bernardo Provenzano salv¨® a la Cosa Nostra al reorganizarla y establecer la estrategia de la inmersi¨®n. Pero es una p¨¦rdida de la que la Mafia no se recuperar¨¢, porque el pr¨®ximo capo ya no tendr¨¢ su experiencia. La experiencia de alguien que controla los canales econ¨®micos, sociales y pol¨ªticos, pero que tambi¨¦n conoce a los pastores. Con Provenzano, muchos han llegado a creer que la Mafia ya no es la organizaci¨®n que causaba los horrores de anta?o, piensan que incluso garantiza la seguridad. Ahora se preguntar¨¢n si vendr¨¢ un periodo de lucha por el control".
¡°Las cosas han cambiado. Antes ten¨ªa miedo de hablar de la Mafia, siempre miraba a mi alrededor. Ahora me siento mucho m¨¢s libre¡±, explicaba tambi¨¦n aquellos d¨ªas el corleon¨¦s Leo Cirasola, uno de los nueve fundadores de la cooperativa Placido Rizzotto, que cultiva tierras incautadas a la Mafia y cuyo producto estrella son las pastas de agricultura ecol¨®gica Libera Terra, que se venden en los supermercados Coop de toda Italia y tambi¨¦n en Sicilia.
Corleone es ahora una tranquila villa siciliana, de 11.000 habitantes, empotrada entre dos monta?as, con los turistas que visitan su plaza, se toman un caf¨¦ en el bar que vende todo tipo de memoriabilia y se hacen una foto al lado del cartel del pueblo. Tiene alg¨²n buen restaurante, hoteles y demasiados recuerdos de la brutalidad que lleg¨® a convertirla en el lugar m¨¢s violento del mundo a partir de los a?os cuarenta del siglo pasado. Visitar el cementerio es una experiencia aterradora, porque los mafiosos reposan junto a sus v¨ªctimas. El casco hist¨®rico est¨¢ lleno de casas abandonadas, testimonio mudo de una tierra marcada por la inmigraci¨®n de los que huyen de la violencia y la pobreza.
La muerte de Provenzano simboliza, sin duda, el cierre de una ¨¦poca atroz, pero no marca el final de la Mafia de Sicilia. Simplemente, significa que su estrategia de la inmersi¨®n sigue funcionando y que su control del territorio, que permiti¨® al jefe mafioso permanecer escondido muy cerca de d¨®nde se le buscaba, se mantiene. Ya lo dijo el gran escritor siciliano Leonardo Sciascia: ¡°Luchar contra la Mafia era en cierta medida luchar contra nosotros mismos¡±. Nadie encarna con tanta profundidad esta frase como el ¨²ltimo gran capo de los corleoneses.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.