John Brademas, influyente educador y pol¨ªtico estadounidense
Poderoso dem¨®crata, bajo su direcci¨®n la Universidad de Nueva York alcanz¨® prestigio internacional

John Brademas (Mishawaka, Indiana), pol¨ªtico y educador estadounidense fallecido el pasado d¨ªa 11, hizo su doctorado sobre el movimiento anarcosindicalista en Catalu?a. Se jactaba a menudo de ser el primer miembro del Congreso de los Estados Unidos de origen griego. Cada vez que me contaba el encuentro que organiz¨® entre su padre, un emigrante humilde, y el rey de Grecia, lloraba. Cuando muri¨® el rey Pablo, asisti¨® al funeral en Atenas como representante del presidente de Estados Unidos y all¨ª conoci¨® a la princesa Sof¨ªa y a su novio Juan Carlos Borb¨®n y Borb¨®n. Gracias a ese encuentro se desarroll¨® una relaci¨®n entra?able entre ellos que dur¨® hasta su fallecimiento.
Fue un dem¨®crata poderoso, amigo de cinco presidentes norteamericanos, y gran admirador de Hillary Clinton. En 1981 fue nombrado rector de la Universidad de New York y durante su mandato la universidad se converti¨® en una instituci¨®n con gran reconocimiento internacional. Su logro m¨¢s personal fue fundar el Centro Rey Juan Carlos I en Washington Square, que sigue siendo el referente en los Estados Unidos para debatir y difundir la cultura espa?ola.
John ven¨ªa a Espa?a cada a?o y durante una d¨¦cada yo era la persona que le recib¨ªa y acompa?aba. En Barajas siempre aparec¨ªa empujando su carrito ¨¦l mismo, y vestido igual; un traje azul marino de raya diplom¨¢tica y la corbata de su facultad de Oxford. En el taxi repas¨¢bamos la pol¨ªtica espa?ola y norteamericana y me ense?aba los recortes de prensa que, a lo largo del vuelo, hab¨ªa arrancado del New York Times, Washinton Post y Financial Times.
Estos viajes siempre inclu¨ªan una audiencia con la familia real y excursiones a las provincias. Una vez le acompa?¨¦ a Ronda (M¨¢laga), donde intent¨® convencer a una se?ora rica sin herederos que donara sus propiedades a su universidad. Otra vez fuimos a Barcelona, donde cenamos con Pasqual Maragall despu¨¦s de que la Universidad de Barcelona otorgara a John el en¨¦simo doctorado honoris causa que recib¨ªa.
Pero el viaje que m¨¢s me impresion¨® fue en 2005, cuando ley¨® un discurso en la Residencia de Estudiantes abogando por la inversi¨®n privada en la educaci¨®n p¨²blica. Clamaba en el desierto. Despu¨¦s de la conferencia, Pl¨¢cido Arango nos ofreci¨® una cena en El Bodeg¨®n con muchos amigos de John; Jes¨²s Sainz y Jorge Gil, Hern¨¢n Cort¨¦s y Maya, Emilio Cassinello y Regina, Pepe Garc¨ªa Velasco y Alicia G¨®mez Navarro, Mar¨ªa Medina, Baltasar Garz¨®n y Edward Malefakis, A las dos de la ma?ana John me dijo que quer¨ªa viajar el d¨ªa siguiente a Sevilla.
Quer¨ªa visitar, por simple amistad, a Manuel de Prado y Col¨®n de Carvajal, un se?or manco que yo hab¨ªa conocido en presencia del rey en el palacio de la Zarzuela unos a?os antes, pero que hab¨ªa ca¨ªdo en desgracia por unos chanchullos gordos. En 2005 nadie quer¨ªa verle ni en pintura. La simpat¨ªa de John me sorprendi¨®, especialmente dado el tsunami de lo pol¨ªticamente correcto que se acercaba en aquellos a?os. Hubiera sido mucho m¨¢s f¨¢cil darle la espalda.
Manolo, descendiente de Crist¨®bal Col¨®n, estaba muri¨¦ndose de c¨¢ncer y viv¨ªa solo en su mansi¨®n en la Avenida de la Palmera. Nos recibi¨® tumbado y nos ense?o el artilugio que ten¨ªa alrededor de su tobillo que le conectaba con la Polic¨ªa Nacional. Hablaron una hora. No hab¨ªa nadie m¨¢s en la casa, un palacete enorme lleno de antig¨¹edades. Cuando se despidieron sab¨ªan los dos que nunca se volver¨ªan a ver. Ten¨ªan lagrimas en los ojos pero se conten¨ªan.
Una vez fuera en la calle, ya de noche, la avenida vac¨ªa, el aire oliendo a boj y azahar, John se alegraba de haber hecho el viaje. Se par¨® y me dijo que a los amigos, no obstante sus fallos, no hab¨ªa que abandonarlos. Ayer en Nueva York nos abandon¨® a sus amigos en Espa?a y en EEUU, que tanto le quer¨ªamos. John, inspir¨¢ndose en los anarquistas, siempre cerraba sus discursos con las palabras ¡°?He dicho!¡±. Pues eso.
John J. Healey es escritor. Su ¨²ltima novella es El samur¨¢i de Sevilla.
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