Nuevo golpe contra el islamismo pol¨ªtico en Oriente Medio
La asonada contra Erdogan golpea el ¨²ltimo gran baluarte del islamismo pol¨ªtico en Oriente Medio y el Norte de ?frica
El Gobierno de Recep Tayyip Erdogan en Turqu¨ªa, el gran baluarte del islamismo pol¨ªtico en Oriente Medio y el Norte de ?frica, ha resistido el embate de los nost¨¢lgicos de la hegemon¨ªa del Ej¨¦rcito de otro tiempo. Un desenlace opuesto al del golpe de Estado contra los Hermanos Musulmanes en Egipto hace exactamente tres a?os. Erdogan es m¨¢s popular que Morsi, y la democracia m¨¢s asentada en Anatolia que el valle del Nilo.
De los pa¨ªses sacudidos en mayor o menor medida por la ¡°Primavera ?rabe¡±, tan solo en Marruecos resiste un primer ministro islamista, si bien el poder real reside, como siempre, en manos del monarca Mohamed VI. Atenazado por los poderes f¨¢cticos de un lado y por el yihadismo del otro, el islamismo cotiza a la baja y su futuro en Oriente Medio se presenta m¨¢s incierto que nunca.
El levantamiento del Ej¨¦rcito turco culmina el reflujo experimentado por una regi¨®n que no hace mucho se encontraba bajo una ¡°marea verde¡±, t¨¦rmino acu?ado para describir el ascenso al poder de diversos partidos islamistas tras la primavera ¨¢rabe: T¨²nez, Marruecos, Libia y sobre todo Egipto, el gigante ¨¢rabe. Adem¨¢s, en 2012, los Hermanos Musulmanes lideraban tambi¨¦n la oposici¨®n siria y se preparaban para dominar el periodo post-Asad. Sin embargo, v¨ªctimas de una especie de efecto domin¨®, las piezas islamistas del tablero geostrat¨¦gico del Mediterr¨¢neo se han ido desplomando inexorablemente una a una.
Las razones que explican este s¨²bito cambio de tendencia son m¨²ltiples, pero quiz¨¢s la principal es mala gesti¨®n del poder de unos partidos que, en su mayor parte, hab¨ªan nacido para resistir, no para gobernar. Embriagados de euforia por sus victorias electorales, menospreciaron a sus enemigos: el llamado ¡°Estado profundo¡±, es decir, los poderes f¨¢cticos que hab¨ªan sostenido las autocracias ¨¢rabes durante d¨¦cadas. Si bien hab¨ªan abrazado la democracia como m¨¦todo, los partidos islamistas nunca asimilaron su ¨¦tica. De ah¨ª, los crecientes tics autoritarios de Erdogan o la incapacidad del ex presidente egipcio Mohamed Morsi de tejer alianzas con los partidos democr¨¢ticos laicos.
A medida que la polarizaci¨®n pol¨ªtica y los odios sectarios se fueron apoderando de los pa¨ªses sacudidos por la primavera ¨¢rabe, los partidos islamistas fueron perdiendo la simpat¨ªa de las ciudadan¨ªa, que los percib¨ªa como las principales v¨ªctimas de unas dictaduras brutales. Antes incluso del Golpe de Estado del mariscal al Sisi, la engrasada maquinaria electoral daba muestras de fatiga. El margen de sus victorias, se iba reduciendo. Incluso en T¨²nez, el ¨²nico pa¨ªs ¨¢rabe donde la transici¨®n a la democracia no descarril¨®, el partido islamista Ennahda perd¨ªa las elecciones legislativas a finales de 2014 y ten¨ªa que ceder el poder a Nid¨¢ Tounes, una coalici¨®n marcadamente antiislamista.
Con los primeros golpes contra el Ej¨¦rcito iraqu¨ª del embri¨®n del Estado Isl¨¢mico y la aparici¨®n de grupos extremistas como Ansar al Sharia en T¨²nez y en Libia, se hizo evidente que el yihadismo se reconstitu¨ªa bajo una nueva piel. Asesinado Bin Laden, el mando central de Al Qaeda se hab¨ªa debilitado, pero, en una especie de met¨¢stasis, nuevos grupos locales bland¨ªan su ideolog¨ªa como emblema. El islamismo dominaba el panorama pol¨ªtico, pero comenzaba a fragmentarse: partidos pol¨ªticos de car¨¢cter moderado, nuevos partidos ultraconservadores, milicias salafistas, movimientos yihadistas aut¨®nomos, los restos de Al Qaeda, etc.
Curiosamente, Arabia Saud¨ª, un r¨¦gimen ultraconservador y teocr¨¢tico, ha desempe?ado un papel clave en el ocaso islamista. La monarqu¨ªa saud¨ª movi¨® pieza a favor de la contrarrevoluci¨®n, abortando con sus tanques la revuelta en Bahrein, financiando a movimientos salafistas en Siria y poniendo palos en las ruedas al gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto. La dinast¨ªa de los Saud tem¨ªa que la cofrad¨ªa, con filiales en todo el mundo ¨¢rabe, extendiera la revoluci¨®n en la pen¨ªnsula Ar¨¢biga e hiciera caer su trono. As¨ª pues, puso al servicio de este causa sus ingentes petrod¨®lares.
Dicho esto, a¨²n es pronto para escribir el obituario del islamismo con vocaci¨®n institucional. A pesar de sus tribulaciones presentes, los expertos creen que esta ideolog¨ªa seguir¨¢ siendo una ideolog¨ªa relevante hasta que no se resuelvan asuntos primordiales como el rol del Islam en la vida p¨²blica o la alienaci¨®n de las sociedad ¨¢rabes respecto a un estado represivo. Entre otras cosas, porque sus m¨¢s ac¨¦rrimos rivales, como el mariscal al Sisi, no ofrecen soluciones a los problemas y aspiraciones de la ciudadan¨ªa. Ni tampoco una ideolog¨ªa coherente, sino m¨¢s bien una apelaci¨®n a intereses prosaicos, lealtades sectarias o la nostalgia por la estabilidad del antiguo orden regional.
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