La marea baja, los problemas siguen
La ca¨ªda en el flujo de migrantes da un respiro a Alemania, que sin embargo afronta la compleja gesti¨®n de integrar a aquellos con derecho al asilo y expulsar al resto.
Aeham Ahmad es probablemente el refugiado m¨¢s famoso de Alemania. A primera vista, no hay nada especial en ¨¦l. Cumple punto por punto el perfil del solicitante de asilo llegado el ¨²ltimo a?o: hombre joven y musulm¨¢n que se embarca en la peligrosa ruta de los Balcanes desde Siria y acaba en la estaci¨®n de trenes de M¨²nich. Y sin embargo, ¨¦l ha conseguido destacar. De la marea humana que hu¨ªa de la guerra, la persecuci¨®n o la pobreza, Ahmad es de los pocos que ha elevado su nombre e historia por encima de las fr¨ªas estad¨ªsticas.
Unas im¨¢genes tocando el piano entre las ruinas de Yarmuk, el campo de palestinos en Damasco donde naci¨®, lo convirtieron a principios de 2015 en una peque?a celebridad en Youtube. Cuando en septiembre los yihadistas de Estado Isl¨¢mico quemaron el instrumento con el que se ganaba la vida, huy¨® a Alemania. ¡°Nac¨ª como refugiado palestino en Siria. Necesito quedarme aqu¨ª para estar seguro¡±, asegura mientras se prepara para un recital en el centro de Berl¨ªn. Ahmad recibe ahora premios y act¨²a sin parar, como en el concierto que dio en octubre frente a 24.000 personas junto a estrellas del pop alem¨¢n.
¡°Lo m¨¢s importante es rescatar de la guerra a mi mujer e hijos¡±, dice Ahmad
Mientras se celebraba ese concierto, Alemania viv¨ªa una especie de trauma nacional. La llegada constante de personas parec¨ªa poner al pa¨ªs al borde de sus capacidades. Las previsiones se superaban mes a mes: el Gobierno estim¨® primero 400.000 en 2015. Despu¨¦s dobl¨® sus previsiones; y acab¨® contabilizando casi 1,1 millones de entradas, una cifra aproximada que en el caos de esos d¨ªas inclu¨ªa muchos errores. El investigador Herbert Br¨¹cker cree que de los que llegaron entonces ahora quedan menos de 800.000.
¡°Aunque se sobrestimaran las entradas, esta ha sido la crisis migratoria m¨¢s grave en Alemania desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando 12 millones de alemanes orientales tuvieron que abandonar sus casas¡±, se?ala este experto en migraciones del Instituto de N¨²remberg IAB.
Un a?o despu¨¦s del estallido de la bomba migratoria, el Gobierno respira aliviado porque las cifras se han desplomado. Frente a las m¨¢s de 200.000 llegadas en noviembre de 2015, en junio entraron unas 16.000 personas. El nerviosismo ante un asunto que monopolizaba la atenci¨®n del pa¨ªs se ha relajado. Pero eso no quiere decir que la situaci¨®n ahora sea f¨¢cil. M¨¢s bien al contrario. Y m¨¢s a¨²n despu¨¦s del ataque islamista del lunes protagonizado por un refugiado afgano.
El plan es integrar a los que tengan perspectivas de quedarse ¡ªprincipalmente, sirios y, en menor medida, iraqu¨ªes¡ª; y expulsar a los que no ¡ªsobre todo balc¨¢nicos y norteafricanos¡ª. Las ONG denuncian la expulsi¨®n de personas con derecho al asilo; y ponen el ejemplo de los afganos, a los que el Gobierno quiere devolver a un pa¨ªs hundido en el caos.
Expulsiones forzosas y marchas voluntarias
Al mismo tiempo que cae el n¨²mero de solicitantes de asilo que llegan a Alemania, crecen los que abandonan el pa¨ªs que un d¨ªa creyeron su sue?o; tanto los que se van expulsados como los que se acogen a programas de retorno voluntario impulsados por las autoridades. M¨¢s de 20.000 personas fueron expulsadas en 2015, el doble que el a?o anterior. Pero el Gobierno no se da por satisfecho y se ha puesto como objetivo para 2016 una cifra que se acerque a los 100.000.
Los programas para los que quieren regresar a sus pa¨ªses ¡ªque incluyen los costes del viaje y una ayuda incial¡ª tambi¨¦n aumentan. El a?o pasado superaron los 37.000. ONG como ProAsyl denuncian que las autoridaes incentivan la marcha de los afganos, cuando tienen altas probabilidades de obtener el estatus de refugiados.
A Ahmad se le hace muy extra?o recordar ahora escenas de hace solo un a?o, como la bomba que estall¨® a pocos metros de su casa. Dice estar contento en su nuevo hogar, pero echa de menos a su familia. ¡°Lo m¨¢s importante es rescatar de la guerra a mi mujer e hijos¡±, dice antes de empezar un concierto en la iglesia berlinesa del k¨¢iser Guillermo, el templo semidestruido que la capital alemana mantiene como recuerdo de los horrores de la guerra.
Como Ahmad, muchos de los reci¨¦n llegados sue?an con juntarse con los suyos. Un informe oficial estimaba que cada sirio traer¨¢ a Alemania a un familiar, lo que equivale a 500.000 refugiados m¨¢s en los pr¨®ximos a?os. Pero no lo tendr¨¢n f¨¢cil. El Gobierno ha endurecido la reagrupaci¨®n familiar, que queda cerrada durante dos a?os para aquellos sin el estatus completo de asilados. Este cambio legal enfureci¨® a las ONG.
Trabas a la reagrupaci¨®n
¡°Las trabas a la reagrupaci¨®n afectan tambi¨¦n a menores no acompa?ados, que no pueden traer a sus padres o hermanos. Es una decisi¨®n que causa un sufrimiento indescriptible¡±, asegura Karl Kopp, de la asociaci¨®n ProAsyl. Entre los problemas m¨¢s habituales, Kopp destaca la lentitud de los procedimientos burocr¨¢ticos, la escasez de cursos de alem¨¢n y la carencia de viviendas.
Los yihadistas quemaron su piano en Siria y ¨¦l ahora da recitales en Alemania
El caos en el proceso de acogida qued¨® simbolizado en el tristemente famoso centro de asuntos sociales de Berl¨ªn, donde durante meses se agolpaban miles de personas que esperaban noches enteras un n¨²mero con el que pretend¨ªan iniciar su viaje a El Dorado alem¨¢n. Los agujeros administrativos contin¨²an. El Gobierno admiti¨® recientemente que no ten¨ªa identificados a 400.000 solicitantes de asilo. ¡°Tambi¨¦n preocupa la convivencia en los centros de acogida. Es habitual que los m¨¢s d¨¦biles o los miembros de minor¨ªas sufran situaciones de violencia¡±, a?ade Kopp. En los medios abundan las noticias sobre peleas multitudinarias en los refugios o sobre acoso a refugiados cristianos por parte de musulmanes.
Ahmad no padece estos problemas. Es cierto que su alojamiento no es demasiado c¨®modo: comparte habitaci¨®n con dos sirios en Wiesbaden, al oeste de Alemania. Pero ¨¦l est¨¢ agradecido al pa¨ªs que le acogi¨®. A diferencia de la gran mayor¨ªa de sus compa?eros, pasa los d¨ªas ocupado entre las clases de alem¨¢n, los ensayos de piano y los conciertos. Pero siente que tiene la responsabilidad de hablar de los problemas de los dem¨¢s. ¡°Se lo debo. A m¨ª los periodistas me hac¨¦is caso, pero a lo mejor sin el piano yo no ser¨ªa nada¡±.
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