Ultraortodoxas que rompen las cadenas
Las jud¨ªas de Israel que dejan la vida religiosa asfixiadas por los estrictos preceptos son rechazadas por su entorno
Educadas desde la infancia para hacerle la vida al hombre m¨¢s agradable y favorecer que pueda concentrarse en el estudio de los textos sagrados b¨ªblicos (Tor¨¢), las jud¨ªas ultraortodoxas que quieren desarrollarse individualmente y tomar las riendas de su vida pocas opciones tienen, m¨¢s all¨¢ de abandonar la comunidad. Dif¨ªcil paso que no muchas se atreven a dar.
Naomi tiene 23 a?os y apenas hace seis meses que se march¨®. Hija de un rabino y de una ultraortodoxa de origen iraqu¨ª, llevaba m¨¢s de una d¨¦cada luchando por aplacar un sentimiento que afloraba cada vez con m¨¢s fuerza y que le dec¨ªa que su sitio no estaba dentro de la cerrada y tradicional comunidad en la que hab¨ªa nacido. ¡°Siempre odi¨¦ ser religiosa. No me gustaba la ropa, ni cumplir con preceptos que no entend¨ªa. Me odiaba a m¨ª misma porque constantemente en la escuela y en casa me recordaban que yo no era lo suficientemente buena y que nunca lo ser¨ªa¡±, dice sentada en un moderno caf¨¦ del centro de Jerusal¨¦n.
Asegura que lo que m¨¢s le duele es que nadie, ni siquiera su madre, fuese capaz de ver el esfuerzo que realizaba cada d¨ªa por mejorar. Cuando, resignada, se recog¨ªa el pelo en una cola de caballo, se pon¨ªa su falda por debajo de la rodilla, su camisa de manga larga, los calcetines y las manoletinas para ir al colegio religioso. ¡°Mi padre se iba a la Yeshiva [escuela talm¨²dica donde se estudia la Torah] y mi madre a trabajar como profesora. Apenas se ocupaban de nosotros. De ni?a me daba miedo dormir con la luz apagada y a veces en Shabat, no pod¨ªa m¨¢s y la encend¨ªa¡±, cuenta mientras recuerda las reprimendas paternas y el acoso moral que ven¨ªa despu¨¦s.
La modestia por bandera
No respetar las estrictas normas que rigen el Shabat, el d¨ªa de descanso en el que no se puede realizar ning¨²n trabajo, encender fuego o activar fuentes de energ¨ªa, es uno de los actos m¨¢s condenables en el seno de los ultraortodoxos, una comunidad que suponen alrededor del 10% de la poblaci¨®n de Israel; en torno a unas 837.700 personas, seg¨²n datos de la oficina de estad¨ªstica del Gobierno. ¡°Me sent¨ªa asfixiada. Me gustaba escribir, hacer fotos, cepillarme el pelo y no pod¨ªa hacerlo porque era Shabat. Empec¨¦ a rebelarme. Me pon¨ªa cinturones sobre la falda, zapatos un poco m¨¢s altos; pero lo que m¨¢s problemas me trajo fue dejar de usar calcetines¡±, narra entre risas.
El uso de calcetines no es obligatorio pero existen muchas tradiciones que se mantienen por costumbre. En el caso de los Frum jared¨ªes ¡ªdevotos ultraordoxos¡ª como la familia de Naomi, salirse de la indumentaria modesta significa querer distinguirse, una actitud condenable.
Otros grupos, como los jared¨ªes modernos, son menos estrictos a la hora de vestir o usar aparatos electr¨®nicos. ¡°Por eso decid¨ª hacerme moderna, a sabiendas de que a mi familia tampoco le iba a gustar¡±, cuenta Naomi. S¨®lo dur¨® un a?o. Se sent¨ªa igual de asfixiada, as¨ª que volvi¨® a vestir como las devotas y pidi¨® permiso para terminar sus estudios en el extranjero. Su padre, graduado en f¨ªsica y matem¨¢ticas por la Universidad de Cambridge, acept¨®. Tres meses en Estados Unidos le bastaron para descubrir un mundo hasta entonces intocable para ella. Regres¨® a Jerusal¨¦n, a la asfixiante ropa modesta para estudiar en un seminario, pero ya nada ser¨ªa igual.
Matrimonios concertados
Seg¨²n la estad¨ªstica oficial del estado israel¨ª, tan s¨®lo el 8,6% de los jared¨ªes recibe el t¨ªtulo equivalente al bachillerato y un 4,4% logra el grado universitario. En ese sentido Naomi pod¨ªa considerarse una privilegiada pero su padre, el rabino, se ol¨ªa que las cosas hab¨ªan ido a peor. Un d¨ªa, al volver de clase, le espet¨® que el matrimonio ¡°la salvar¨ªa¡± del infierno al que se estaba condenando y que hab¨ªa llegado el momento de concertarle uno.
Cada grupo ultraortodoxo, como casi en todo, tiene sus particularidades para ¡°negociar¡± los matrimonios. Naomi era consciente de que, en su caso, eso significaba que tras un par de salidas con un muchacho mayor que ella, elegido por la familia, a los cuatro o cinco d¨ªas habr¨ªa boda. Tras rechazar a 11 pretendientes la presi¨®n se hizo insoportable.
Abusos sexuales
Ese a?o fue para ella un infierno porque, adem¨¢s, tuvo que lidiar con los abusos sexuales, consentidos por ignorancia, de un ¡°familiar cercano¡±, tres a?os mayor que ella, cuyo parentesco prefiere guardar. ¡°Toda mi vida me han dicho que las mujeres somos inferiores a los hombres. Que estamos en ese mundo para aprender de ellos y ser sumisas porque son superiores. Cuando me tocaba pensaba: pobrecillo, no puede evitarlo. Lo necesita y yo estoy aqu¨ª para ayudarle. Nadie me hab¨ªa hablado de lo que es el sexo¡±, dice mientras las l¨¢grimas asoman a sus enormes ojos verdes.
La depresi¨®n se apoder¨® de ella e incluso pens¨® en el suicidio, pero reuni¨® la fuerza necesaria para decirle a su familia que dejaba de ser religiosa. Su padre simplemente se march¨®. Su madre le pidi¨® que cuando fuese a casa vistiese su ropa jared¨ª y que no acudiese a Hillel, la ¨²nica organizaci¨®n que existe en Israel dedicada exclusivamente a ayudar a los ultraortodoxos que han decidido dejar de serlo.
Hillel, la nueva familia
Pero cuando todos le dieron la espalda, incluso sus amigas modernas jaredi, se puso en contacto con Hillel, la asociaci¨®n que siempre le hab¨ªan dicho ¡°se dedica a llevar a los jared¨ªes directos al averno¡±. Le ayudaron a encontrar un trabajo en el Museo Amigos de Zion, le proporcionaron terapia psicol¨®gica semanal y alojamiento en una casa tutelada por el que paga 100Nis al mes (unos 20€). Ahora es fot¨®grafa y en su tiempo libre, trabaja en un proyecto para contar en im¨¢genes las historias de la comunidad de gais y lesbianas de Israel. ¡°Muchos son ex-jared¨ªes. Sufren como yo por ser diferentes. No soy lesbiana pero les apoyo aunque eso me lleve a encontrarme frente a mi propio hermano, insult¨¢ndome¡±, cuenta Naomi.
De los nueve hermanos que son, solo el mayor y ella han dejado el mundo jared¨ª. Otro, de 17 a?os, adem¨¢s de ulltraortodoxo es miembro activo del grupo ultra derechista Lehava, conocido por su radicalismo y por estar en contra de los matrimonios mixtos entre jud¨ªos con cristianos o musulmanes. Su l¨ªder, Benzi Gopstein, est¨¢ constantemente en el punto de mira de la justicia israel¨ª por incitar a la violencia. El a?o pasado lleg¨® a decir que los cristianos son unos ¡°vampiros chupasangre¡± a los que habr¨ªa que expulsar del pa¨ªs.
Naomi ha encontrado en esta lucha un motivo m¨¢s para seguir adelante pero sabe que la batalla interior ser¨¢ m¨¢s dura.
Esti, repudiada por seis de sus siete hijas
Mientras Naomi cuenta su historia, est¨¢n enterrando en Petak Tikva, cerca de Tel Aviv, a Esti Weinstein, una voluntaria de la asociaci¨®n Hillel que dej¨® de ser ultraortodoxa hace casi nueve a?os. Una dolorosa decisi¨®n por la que perdi¨® todo tipo de contacto con sus padres y seis de sus siete hijas. ¡°Llev¨¢bamos busc¨¢ndola casi una semana. Sab¨ªamos que algo le hab¨ªa sucedido porque era muy activa en el grupo. El domingo apareci¨® muerta en la playa de Hakshatot, en Ashdot¡±, explica Avi, portavoz de Hillel.
Se suicid¨®. Junto a su cad¨¢ver, la polic¨ªa encontr¨® una nota en la que dec¨ªa ¡°en esta ciudad tuve a mis hijas y aqu¨ª vengo a morir por ellas¡±. Ten¨ªa 50 a?os y hab¨ªa nacido en el seno de una familia Gur jaredi. Con 17 a?os la casaron y aunque hab¨ªa rehecho su vida, Esti nunca pudo superar el rechazo de su familia, especialmente el de sus hijas, que hasta en su funeral qued¨® patente. La ¨²nica hija con la que manten¨ªa contacto, Tami, fue testigo de c¨®mo la familia que hab¨ªa rechazado en vida a su madre trataba de impedir que fuera enterrada como ella quer¨ªa y donde ella quer¨ªa. Pidieron al Tribunal Supremo enterrarla en Jerusal¨¦n pero la corte desestim¨® la petici¨®n. Su padre, el rabino Menahem Orenstein acudi¨® al sepelio en Petah Tikva sin perdonarla. ¡°Es duro para mi hablar de t¨ª ¡ªlleg¨® a decir en el funeral¡ª para mi siempre ser¨¢s como durante tus 43 primeros a?os de vida, cuando eras pura¡±.
El caso de Esti no es una excepci¨®n. No existen estad¨ªsticas fiables del n¨²mero de ultraortodoxas que se suicida porque no soportan el vac¨ªo de la comunidad o la presi¨®n por no poder integrarse en ella pero, seg¨²n la asociaci¨®n Hillel es uno de los aspectos que m¨¢s les preocupan cuando alguien acude a ellos. Especialmente en el colectivo de j¨®venes madres solteras, las que sufren el mayor repudio de su entorno social, aunque en muchos casos su pecado fuese fruto de la educaci¨®n recibida que, inocentemente, les hace ponerse al servicio del hombre en todo. ¡°Generalmente sus beb¨¦s son fruto del abuso en el entorno familiar¡±, reconoce Avi.
En las diferentes casas de acogida que Hillel tiene en Israel conviven ahora 34 madres solteras. Muchas de ellas son menores de 20 a?os y est¨¢n en tratamiento psicol¨®gico porque no alcanzan a comprender su pecado. Como en el caso de Naomi, nadie les habl¨® de sexo, s¨®lo de complacer al hombre.
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