La prehistoria del periodismo
Hoy apenas si estamos en los albores de una nueva revoluci¨®n tecnol¨®gica
Apenas ha transcurrido medio siglo y la revoluci¨®n sufrida por la mec¨¢nica y la pr¨¢ctica del periodismo, ha sido mastod¨®ntica. Eran los a?os setenta del pasado siglo y hoy parece el Paleol¨ªtico, inferior, por supuesto.?
Us¨¢bamos m¨¢quinas de escribir, llen¨¢bamos de tachones y sucias anotaciones a bol¨ªgrafo todos los textos hasta hacerlos irreconocibles, para enviarlos, a su vez, a lo que llam¨¢bamos la imprenta, que era el gran aparato digestivo del peri¨®dico, donde un operario sentado ante otra m¨¢quina de escribir pero gigantesca, en todo parecida al Alien?de la pel¨ªcula de Ridley Scott, copiaba las informaciones procurando cuidadosamente cometer un n¨²mero inevitable de erratas que se correg¨ªan si hab¨ªa tiempo y las ve¨ªamos. Recuerdo que un veterano periodista ingl¨¦s me dijo en una ocasi¨®n que m¨¢s de dos erratas por mil tabulaciones denotaban un mal peri¨®dico.
Hoy apenas si estamos en los albores de una nueva revoluci¨®n tecnol¨®gica, en la que se deja ver ya la hora del homo sapiens sapiens
En ese tiempo, al menos en Espa?a, no se maquetaban o dise?aban las p¨¢ginas, sino que se enviaba al aparato digestivo del peri¨®dico el volumen de plomo (hot type)?a ojo para componerlo directamente en el interior de un rect¨¢ngulo de hierro, llamado rama, lo que obligaba a tirar a la papelera resmas enteras de informaci¨®n sobrante, porque lo prudente era comisionar material de m¨¢s para no tener que fabricar op¨²sculos de ¨²ltima hora o recurrir al fotograbado porque no se llenaba. El trabajo lo llevaban a cabo conjuntamente un mec¨¢nico y el periodista, que era quien dirig¨ªa la operaci¨®n de desescombro informativo.
Atiborr¨¢bamos el peri¨®dico de teletipo, excuso es decirlo, no solo en internacional, sino en todas las secciones, local incluido, porque a¨²n se viv¨ªa el franquismo y aunque las libertades de informaci¨®n se iban conquistando a pie de obra, era mejor moverse sobre seguro. En Internacional, que era donde yo sol¨ªa, ese espacio con poca o ninguna censura era mucho m¨¢s anchuroso que en Nacional, donde bajo la sombra del dictador hab¨ªa que andarse con pies de plomo. La latitud de movimientos era, parad¨®jicamente, tan grande en Internacional que se pod¨ªa informar y hasta defender cualquier causa, por izquierdista que fuese, con tal de dejar en paz lo que hab¨ªa que dejar en paz. En el extinto y entra?able Diario de Barcelona, donde pas¨¦ venturosos a?os, los redactores de Internacional reescrib¨ªamos los telegramas de agencia con la pretensi¨®n, lo que hoy parece futilidad extrema, de mejorar la calidad, pero me consta que muchos peri¨®dicos, en cualquier secci¨®n, enviaban directamente el teletipo a la imprenta, adornado, eso s¨ª, de ladillos (intert¨ªtulos) y titulares escritos a mano. Era arte rupestre en medio de algo en que desperezaba el Neol¨ªtico.
En esos a?os lleg¨® la fotocomposici¨®n, que solo dur¨® un suspiro pero lo suficiente para que hubiera operarios que dijeran que aquellas moderneces no eran para ellos. El trabajo de los periodistas, en cambio, no vari¨® de forma sustancial, y simplemente todo era m¨¢s limpio y r¨¢pido. La aparici¨®n del Atex fue ya el comienzo de una verdadera revoluci¨®n. Era una m¨¢quina de escribir maravillosa que en la d¨¦cada de los a?os 80 simplific¨® y enriqueci¨® el trabajo del periodista de forma espectacular: se pod¨ªa enviar mensajes dentro del circuito, borrar a placer, reescribir, cambiar p¨¢rrafos de emplazamiento y practicar todo tipo de acrobacias con el texto, que siguen siendo hoy posibles con los PC¡¯s, y que nos permit¨ªan controlar la correcci¨®n de las informaciones con un esfuerzo incomparablemente menor. El que en esas condiciones no escrib¨ªa cuando menos dignamente era porque algo hab¨ªa fallado en el rodaje de meritorio a periodista. El plumilla¡ªeste era y no s¨¦ si sigue siendo nuestro gen¨¦rico nombre de guerra¡ª, pod¨ªa y deb¨ªa presentar un texto impecable porque en un abrir y cerrar de ojos se rehac¨ªa lo que fuera necesario.
El camino por recorrer era, sin embargo, a¨²n largo y proceloso, tanto que cabe decir que hoy apenas si estamos en los albores de una nueva revoluci¨®n tecnol¨®gica, en la que se deja ver ya la hora del homo sapiens sapiens. Pero como dir¨ªa el vate del colonialismo brit¨¢nico, esa es otra historia.
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