El salvaje de la ¨®pera
Laureano Ortega insulta a los nicarag¨¹enses con el dispendioso espect¨¢culo de su megaloman¨ªa a costa de petrod¨®lares
Como algunas otras obras maestras literarias latinoamericanas ¨C pienso, por ejemplo, en El gallo de oro, de Juan Rulfo ¨C, El salvaje de la ¨®pera, del egregio autor brasile?o Rubem Fonseca, comenz¨® siendo eso que los cineastas llaman ¡°un tratamiento literario¡±.
Aunque, como es habitual en nuestra Am¨¦rica, el dinero se acab¨® much¨ªsimo antes de arrancar el rodaje, Fonseca ya hab¨ªa tomado impulso y carrerilla y termin¨® por darnos un gran libro, inspirado en la vida y obra de Ant¨®nio Carlos Gomes (1836- 1896), por sus muchas virtudes notable compositor brasile?o, autor de una ¨®pera rar¨ªsima : Il Guarany (El guaran¨ª) que, de cantarse, no se canta en la otra lengua oficial del Paraguay sino, como ocurri¨® en su resonante estreno en La Scala de Mil¨¢n, en 1870, en italiano.
Ideas tan sueltas como ¨¦sta me visitan desde que le¨ª, el pasado 3 de agosto y en este mismo diario, un reportaje de Carlos Salinas en torno a la prole de los esposos Ortega Murillo, pareja decidida a cerrar el nep¨®tico c¨ªrculo de las dictaduras din¨¢sticas nicarag¨¹enses iniciado por Anastasio ¡°Tacho¡± Somoza en 1937.
Seg¨²n el reportaje, uno de los m¨¢s avispados v¨¢stagos de Daniel Ortega se llama Laureano y ha resultado, como en tiempos pasados se habr¨ªa dicho en el llano venezolano, una ¡°lanza en un cuarto oscuro¡± para los negocios.
Afirma el reportaje que el despabilad¨ªsimo Laureano ha sido ¡°nombrado por su padre como asesor presidencial en inversiones y mano fuerte de ProNicaragua, instituci¨®n que atrae a los inversionistas extranjeros¡±. Laureano ¨C no resisto la tentaci¨®n de llamarlo Laureanito, tal como al hijo de ¡°Tacho¡± Somoza, el primer¨ªsimo b¨¢rbaro dictador nica, llamaron ¡°Tachito¡± ¨C es quien fue a China a cortejar al billonario Wang Jing con la propuesta de construir un Canal Interoce¨¢nico que dejase chiquito al de Panam¨¢.
Sin embargo, lo que interesa a mi bagatela semanal es se?alar el inter¨¦s de Laureano Ortega por la obra del gran Giacomo Puccini.
Su debilidad por Puccini lo ha llevado a instituir, en febrero de este a?o, y en el Teatro Nacional ¡°Rub¨¦n Dar¨ªo¡±, de Managua, un festival ¡°pucciano¡± que, a la manera del festival de Torre del Lago, en Lucca, program¨® exclusivamente ¨®peras del autor de Madame Butterfly.
A m¨ª, para ser francos, me parece una iniciativa en extremo edificante, pues se aparta de la presunta afici¨®n del patriarca de la familia, el comandante Daniel Ortega, por el acoso sexual intrafamiliar, compulsi¨®n que, de no castigarse a tiempo, puede muy bien conducir al incesto.
El festival de Laureanito present¨® por vez primera en Centroam¨¦rica obras del compositor toscano, y ellas fueron Turandot y La Boh¨¨me. Sin embargo, hay algo tir¨¢nicamente escarnecedor en la puesta en escena del Turandot de Managua y es que haya sido justamente Laureanito el tenor a cargo del papel de Cal¨¤f.
La estampa del hijo de un dictador centroamericano entonando el aria ¡°Nessun dorma¡± ante un auditorio cautivo, hecho de dignatarios del gobierno y empleados de la administraci¨®n p¨²blica, obligados a ovacionar, evoca los extrav¨ªos de la millonaria Florence Foster Jenkins, quien, pese a ser tan sorda como una bombilla incandescente, lleg¨® a comprar, en octubre de 1944, todo el aforo del Carnegie Hall para darse el gusto de cantar, un mes antes de morir, en un verdadero teatro de ¨®pera.
La Foster Jenkins al menos se gastaba dineros leg¨ªtimamente heredados de su padre. Laureano, en cambio, emula a los grandes Giacomo Lauri-Volpi y Beniamino Gigli, insultando a los nicarag¨¹enses con el dispendioso espect¨¢culo de su megaloman¨ªa a costa de petrod¨®lares birlados por Hugo Ch¨¢vez a todos los venezolanos.
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