El precio del oro ol¨ªmpico
Los medallistas colombianos han escapado en muchos casos de la violencia en las tierras donde nacieron y han sido testigos de masacres paramilitares y despojos guerrilleros
Hace muchos a?os en la Costa Caribe colombiana era com¨²n ver a los tipos ¡°manga¡± cargando en los barrios populares baldes o recipientes llenos de agua o cemento. Otros alzaban bultos de pl¨¢tano en el mercado para sacar lo que llamaban nuestras abuelas ¡°el ponche¡±, los m¨²sculos. Y lo m¨¢s frecuente era ver pasar al son de un ¡°pic¨®¡± o una grabadora cargada en el hombro a quienes llegaban, con su particular caminado, bailando a entrenar a pu?o limpio o a ¡°tromp¨¢¡± fija como se dice en la jerga nuestra, para competir en el ring de boxeo que diera una oportunidad de sobrevivir en una disciplina en la que despu¨¦s interviene mucho dinero pero se inicia desde abajo.
Coliseos de media muerte y otros escenarios en calles polvorientas en una Barranquilla que no se hab¨ªa desarrollado como hoy pero sobre todo en otros departamentos como Bol¨ªvar y el Valle del Cauca, fueron por mucho tiempo tambi¨¦n gimnasios improvisados para pesistas.
Las im¨¢genes han venido a mi recuerdo hasta en sue?os en las ¨²ltimas semanas a prop¨®sito de los juegos ol¨ªmpicos en R¨ªo de Janeiro donde los medallistas colombianos han logrado, por fin, recordarnos de qu¨¦ color es la piel de los colombianos: negra, negra, negra. C¨®mo es la sonrisa de las mujeres: amplia, generosa y transparente, y c¨®mo esos h¨¦roes que han subido al p¨®dium de la gloria, han escapado en muchos casos de la violencia de las tierras donde nacieron; han tenido que ser ni?os o ni?as bajo el cuidado del Estado o v¨ªctimas del mismo. Y han sido ante todo testigos de masacres paramilitares y despojos guerrilleros en sus lugares de origen.
Oscar Figueroa, aunque naci¨® en Zaragoza, Antioquia, su familia sali¨® desplazada por la guerrilla y los paramilitares hacia el Valle del Cauca por la violencia en la zona minera del nordeste antioque?o. Tiene un hermano, Wilson Arley, que es soldado de una brigada en San Jos¨¦ del Guaviare. Y una hermana, Juanita. Su madre se llama Herlinda y busc¨® para ¨¦l ayuda en el ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar). Se educ¨® en la Fundaci¨®n Teresita de C¨¢ndelo. Descubri¨® su talento Damaris Delgado, a quien el medallista no cansa de agradecer.
Catherine Ibarg¨¹en naci¨® en Apartad¨®, en el Urab¨¢ Antioque?o. Creci¨® junto a su abuela Ayola Rivas. A sus padres la guerra los separ¨®. Su profesor Wilder Zapata y el cubano Ubaldo Duany la prepararon. Desde los 15 a?os esta mujer, la m¨¢s hermosa entre muchas, la Reina como la llaman, no ha dejado de colgarse medallas en Rusia, Atenas, Londres y a donde quiera que ha dejado el nombre de Colombia en alto con su salto triple.
Yuri Alvear en yudo y Yuberjen Mart¨ªnez en boxeo y antes la gran Mar¨ªa Isabel Urrutia, medalla de oro en Sidney en 2000 en la halterofilia, todos estos hechos con la disciplina y el talento. Colombia ha avanzado y mucho. Los resultados actuales as¨ª nos obligan a reconocerlo. Pero falta mucho a¨²n para una pol¨ªtica p¨²blica que reconozca al deporte como conocimiento, modernidad, construcci¨®n de identidad, salud y transformaci¨®n social pero no dentro de la disputa ideol¨®gica de las ¨¦pocas de la guerra fr¨ªa a partir de las Olimpiadas de Berl¨ªn en el a?o 36 o del nacionalismo puro, sino como estrategia pedag¨®gica y de desarrollo que tanto nos servir¨ªa para la ¨¦poca del posconflicto en Colombia.
Nuestros medallistas lo son, con contadas excepciones, como la sensacional Mariana Paj¨®n en bicicross, doble medalla de oro, en deportes de fuerza pura en la extracci¨®n de clases humildes, en las pesas y el boxeo. Y de la velocidad cuando se trata del atletismo o el ciclismo, que tantas glorias nos siguen dando (Lucho Herrera, Nairo Quintana y m¨¢s recientemente Sergio Luis Henao). No lo son en polo, ni en nataci¨®n, ni en equitaci¨®n, tenis o cualquier otro de ¨¦lite. Lo son como los kenianos y jamaiquinos en atletismo. Aunque esas ya son otras ligas.
No me gusta verlos ser coronados y utilizar al mismo tiempo los escenarios internacionales para reclamar ayuda del Estado o hacer comentarios pol¨ªticos. Preferir¨ªa que su sola presencia all¨ª hiciera entender a los gobernantes que aunque han avanzado en la construcci¨®n centros de alto rendimiento, en muchas de las federaciones deportivas el dinero sigue siendo bot¨ªn para el bolsillo particular. Privilegiar la construcci¨®n de infraestructura, obras p¨²blicas, seguro es m¨¢s productivo cuando la contrataci¨®n no est¨¢ democratizada. Bien lo dicen quienes saben: ¡°por eso hay m¨¢s faraones con apellidos criollos forrados en oro que medallistas en Colombia¡±.
Las pol¨ªticas p¨²blicas de educaci¨®n tienen que aceptar que el deporte es tan o m¨¢s importante que cualquier asignatura acad¨¦mica, no se trata solo de ocio o uso del tiempo libre o ?c¨®mo se explican que los pa¨ªses con el mayor n¨²mero de medallas Estados Unidos, China, Gran Breta?a lo sean? Porque los esfuerzos y logros deportivos le permiten a un joven en estos pa¨ªses intercambiar cr¨¦ditos acad¨¦micos y acceder a las mejores universidades del mundo.
En estas olimpiadas, de esa mi tierra Caribe, solo tuvimos 5 de 147 participantes. L¨¢stima grande pero el Pac¨ªfico enorme sac¨® la cara por el pa¨ªs. ?Y de qu¨¦ manera! ?Gracias!
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