¡®Juan sin tierra¡¯ vuelve a casa en Colombia
Los acuerdos de paz establecen que se crear¨¢ un fondo de tierras de tres millones de hect¨¢reas
Cuando encontraban los cad¨¢veres, lo primero que hac¨ªan era revisar los bolsillos de la ropa. En un pedazo de papel los guerrilleros sol¨ªan escribir la raz¨®n por la que esa persona estaba muerta: no pag¨® una extorsi¨®n, no abandon¨® su finca a pesar de las advertencias, denunci¨® ante las autoridades¡ Cualquier cosa. En las calles polvorosas y casi intransitables de la localidad de Ovejas, en Montes de Mar¨ªa, en el Caribe colombiano, no cesan las historias que desde los a?os ochenta vivieron a cuenta de la guerra. Hablan del pasado como un cuento de terror que no quieren repetir.
¡°La funeraria siempre estaba llena. Todos los d¨ªas un muerto nuevo. No hab¨ªa autoridad y si hab¨ªa, estaba corrompida¡±, cuenta El Mono, un habitante de la zona, de los pocos que resistieron, y que pesar de las amenazas, permaneci¨® en su regi¨®n. Tiene tantos relatos para contar que prefiere resumirlos en breves frases: ¡°Ac¨¢ cerca fue la masacre de El Salado (la matanza de 70 campesinos), tambi¨¦n fue la de Chengue (el asesinato de otros 27). La guerrilla cerraba la v¨ªa y solo pod¨ªa pasar quienes ellos permitieran. A veces entraban a las fincas y si no les daban lo que quer¨ªan, mataban a machetazos al ganado¡±.
En Ovejas, una poblaci¨®n de 20.000 habitantes, la mayor¨ªa distribuida en zonas rurales, el conflicto golpe¨® desde todas las esquinas. Eran blanco de las FARC, de los paramilitares, de los agentes de Estado corrompidos y aliados con grupos armados. Muchas familias tuvieron que dejar sus ranchos y huir. Ceder sus tierras a punta de hostigamientos. Pasaron muchos a?os y corri¨® mucha sangre antes de la desmovilizaci¨®n de los paramilitares (2003-2006) y de la creaci¨®n, en 2011, de la Ley de V¨ªctimas y Restituci¨®n de Tierras, que por primera vez le daba una esperanza de retorno a los campesinos que hab¨ªan sido despojados. Seg¨²n la Unidad de Tierras, que acompa?a a las v¨ªctimas, 23.000 colombianos han sido restituidos y cerca de 200.000 hect¨¢reas fueron ya devueltas.
Un porcentaje importante de la ruralidad en Colombia, no tiene origen leg¨ªtimo. Una informalidad que no ha permitido que se invierta y apoye el campo y que ha facilitado el robo de las tierras. Por eso, este es uno de los aspectos clave en el acuerdo de paz con las FARC. No solo es el primer punto, tambi¨¦n es la primera vez que se habla de una regularizaci¨®n seria de la propiedad, de democratizaci¨®n del acceso y uso adecuado de la tierra. Desde Montes de Mar¨ªa, en donde se empez¨® el anhelado censo de bald¨ªos, el director de la Agencia Nacional de Tierras, Miguel Samper Strouss, anunci¨® la puesta en marcha para lograr el 100% de la formalizaci¨®n de predios, principalmente en municipios golpeados hist¨®ricamente por el conflicto armado.
Seg¨²n el pacto alcanzado la pasada semana en La Habana se espera que ¡°el mayor n¨²mero posible de hombres y mujeres habitantes del campo sin tierra o con tierra insuficiente puedan acceder a ella y que incentiven el uso adecuado con criterios de sostenibilidad ambiental, de vocaci¨®n del suelo, de ordenamiento territorial y de participaci¨®n de las comunidades¡±. Adem¨¢s, se crear¨¢ un Fondo de Tierras, que dispondr¨¢ de tres millones de hect¨¢reas durante sus primeros diez a?os.
La Unidad de Tierras asegura que se han recibido 93.686 solicitudes de restituci¨®n, de las cuales el tr¨¢mite de 36.717 ya ha finalizado, con 23.236 personas beneficiadas y un total de 189.424 hect¨¢reas restituidas. El mayor n¨²mero de solicitudes llegan por bald¨ªos usurpados por la guerrilla (40%), seguidos por los paramilitares (35) y delincuencia com¨²n (24%). Y las zonas en donde hay m¨¢s reclamantes es el departamento de Antioquia (17.019) y Bol¨ªvar (6.355). De este ¨²ltimo, es Carmen M¨¢rquez, una mujer que supera los 60 a?os. Dice que su edad no la marca el d¨ªa de su nacimiento sino todo lo que ha tenido que vivir. Tiene guardadas las cuatro balas con las que mataron a su esposo. ¡°Es para que no se me olvide nunca¡±, dice. Y describe la noche en lo que mataron como si hubiera sido ayer. ¡°?l estaba viendo la televisi¨®n, de repente golpearon la puerta insistentemente hasta que entraron. ?l intent¨® correr, pero las balas lo alcanzaron¡±. Lo mataron por ser l¨ªder campesino. Muri¨® acribillado delante de sus hijos, dentro de su propia casa.
Francisco Narv¨¢ez cuenta a sus muertos con los dedos. Primero fue un hermano, despu¨¦s otro. Hubo un tercero. Tambi¨¦n le desaparecieron a un sobrino. Hasta el d¨ªa de hoy lo ¨²nico que sabe de ¨¦l es que se lo llevaron los paramilitares el mismo d¨ªa que mataron a uno de sus hermanos. Ser l¨ªderes campesinos les sali¨® caro. Francisco tuvo que huir. Dejar sus cosechas (Montes de Mar¨ªa es una tierra rica en cultivos) y sus animales para intentar sobrevivir en la ciudad. En Colombia hay al menos seis millones de personas desplazadas. Francisco, que decidi¨® confiar en la promesa de que, con la paz, la normalidad volver¨¢ a la vida campesina, habla del perd¨®n como la ¨²nica salida. ¡°Hay que apoyar la paz para que podamos vivir tranquilos, sin la presi¨®n de la guerra¡±, dice entusiasmado, despu¨¦s de que sus tierras ya tengan titulaci¨®n.
Ricardo Sabogal, director de la Unidad de Tierras, asegura que tras el acuerdo se llegar¨¢ a zonas donde el conflicto no permit¨ªa atender a las v¨ªctimas de despojo o abandono forzado, se devolver¨¢ las tierras a sus leg¨ªtimos due?os y se procurar¨¢ que en toda la geograf¨ªa nacional haya verdadera institucionalidad. Del total de familias que ya cuentan con un fallo judicial a su favor, el 89,2% han manifestado que retornar¨¢n al predio. Francisco Narv¨¢ez, que ya est¨¢ de nuevo en su tierra, espera que el despojo que sufrieron miles de campesinos como ¨¦l no se vuelva a repetir.
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