Siria se presenta como destino tur¨ªstico en plena guerra
El Gobierno de El Asad recurre a las playas y deportes acu¨¢ticos como atractivo
¡°Siria, siempre hermosa¡±, ha sido el eslogan que el Ministerio de turismo del Gobierno de Damasco ha elegido para lanzar en las redes sociales un controvertido v¨ªdeo que promociona las playas del pa¨ªs. Durante un minuto y 44 segundos se suceden im¨¢genes en las que motos acu¨¢ticas surcan el mar en unas costas repletas de ba?istas que toman el sol en los resorts de Tartous. Una campa?a que ha provocado un r¨ªo de cr¨ªticas, indignaci¨®n e incluso mofas.
Promocionar el turismo en un pa¨ªs desgarrado por una guerra que ha segado la vida de m¨¢s de 290.000 personas se antoja para muchos absurdo, casi rozando la falta de cordura. Hace m¨¢s de cinco a?os que huyeron en estampida los ¨²ltimos turistas y en ese mismo lustro les han seguido otros cinco millones de refugiados sirios. Centenares de ellos han perdido la vida intentando cruzar en pateras el Mediterr¨¢neo buscando refugio en Europa. Hoy, los ¨²nicos extranjeros que pisan las ruinas sirias catalogadas como patrimonio de la Humanidad por UNESCO son los yihadistas del Estado Isl¨¢mico (ISIS, por sus siglas en ingl¨¦s) y las botas de los uniformados, ya sean aliados (rusos, iran¨ªes, iraqu¨ªes, libaneses y afganos) o enemigos (franceses, norteamericanos, brit¨¢nicos y turcos) del r¨¦gimen sirio.
En 2010, el turismo florec¨ªa con la notable mejora de sus infraestructuras. El entonces ministro de turismo, Saadallah Agha Al Qala, declaraba que 8,5 millones de turistas hab¨ªan visitado Siria ese a?o. Un 40% m¨¢s que en 2009, aportando unos ingresos que contaron por el 9% del PIB. Pero el boom se desvaneci¨® de golpe en 2011 con el estallido de las revueltas populares y la posterior guerra civil. Seg¨²n datos de 2015, la afluencia de turistas hab¨ªa ca¨ªdo un 98%. Las vacaciones apacibles que ofrece el v¨ªdeo en los resorts de Tartous, similares a los de Latakia (ambas ciudades costeras, bastiones del r¨¦gimen de Bachar el Asad), contrastan con las sombr¨ªas im¨¢genes que llegan de Alepo o Deir Ezzor. All¨ª, en esa otra Siria, los civiles intentan sobrevivir entre escombros a los bombarderos. Y sin embargo, las im¨¢genes de las costas de Tartous son reales y destinadas a promocionar el incipiente turismo interno.
Los tres resorts que ofrece Latakia ten¨ªa aforo completo este verano. Los clientes pasean en chanclas y arrastran flotadores por los centros comerciales. La costa logr¨® permanecer ajena a la guerra hasta el pasado mes de mayo, cuando el ISIS perpetr¨® una serie de sangrientos atentados. En sus playas se dan cita j¨®venes, reci¨¦n casados y familias llegadas de otras provincias en busca de un descanso a lo que se ha convertido en una rutina de guerra. Los m¨¢s conservadores sorben batidos y fuman una pipa de agua en los restaurantes. Mientras que los menos se zambullen en copas de alcoholes de dudosa producci¨®n que sirven en los bares.
Un descanso robado a la guerra
Tras 1.950 d¨ªas en guerra, el lastre m¨¢s pesado para los sirios se antoja el psicol¨®gico. De ah¨ª que muchos hayan decidido gastarse los pocos ahorros que guardan bajo el colch¨®n para hacer una pausa en la guerra. La costa siria sigue siendo un destino vacacional para la clase media alta con el que pocos pueden so?ar. Y sin embargo, el turismo interno se desarrolla en otras zonas del pa¨ªs controladas por el Ej¨¦rcito sirio regular.
En la capital, unos tres millones de desplazados de las cuatro esquinas del pa¨ªs inunda sus hoteles. Estos aprovechan cada anuncio de tregua para hacer un picnic en los numerosos parques p¨²blicos y gratuitos de la ciudad, o para pasear por los zocos. Los m¨¢s pudientes acuden a la ¨®pera o a los restaurantes donde los men¨²s alternan entre el sushi a platos tailandeses. En Bab Touma, barrio cristiano del casco antiguo de Damasco, los bares y terrazas proliferan ante una creciente demanda por parte de una generaci¨®n de j¨®venes hastiados por la vida en guerra y sin electricidad.
Pero en la otra Siria, la controlada por rebeldes o yihadistas donde habita el 40% de los 18 millones de sirios que quedan en el pa¨ªs, las opciones de ocio han quedado desterradas de la vida real. En Alepo, los ni?os como el peque?o Omran se re¨²nen en un b¨²nker bajo tierra para poder jugar o estudiar a salvo de los aviones rusos y sirios. Sus padres sue?an con una noche sin bombas en la que poder descansar. Los hospitales tambi¨¦n se esconden bajo el suelo para poder operar, mientras que hasta medio mill¨®n de personas corren el riesgo de morir de hambre en los cercos impuestos por ambos bandos.
El v¨ªdeo que lanza el Ministerio de Turismo pone de manifiesto la controvertida realidad que se vive en Siria, y producto de uno de los conflictos m¨¢s sangrientos de la actualidad. Y sin embrago, estas realidades resultan familiares para el vecino L¨ªbano. Los j¨®venes cristianos de clase media fueron duramente criticados en 2006 por bailar hasta la ebriedad en las discotecas del norte de Beirut al tiempo que la aviaci¨®n israel¨ª bombardeaba sin descanso a sus conciudadanos chi¨ªes a pocos kil¨®metros al sur. Pero entonces, los libaneses hu¨ªan a Damasco en busca de refugio.
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