Las universidades de EE UU empiezan a afrontar su pasado esclavista
La jesuita Georgetown anuncia que ofrecer¨¢ facilidades de acceso a los descendientes de 272 esclavos vendidos en 1838
¡°Me llamo Joe Stewart y soy descendiente de uno de los 272. Ustedes aseguran que lo ¨²nico que falta en este debate son los rostros de los afectados. Son estos¡±, dijo solemnemente este hombre afroamericano se?alando con su mano a cuatro mujeres que junto a ¨¦l participaban en un acto solemne en la Universidad de Georgetown (Washington). Los 272, sus ancestros, eran los esclavos que los jesuitas vendieron en 1838 para saldar una deuda y garantizar la supervivencia de la que hoy es una de las mejores universidades del mundo: 115.000 d¨®lares de entonces ¡ª3,3 millones de d¨®lares actuales¡ª por un grupo de familias que fueron separadas por sus compradores al llegar a Luisiana en contra de lo prometido.
Los investigadores de la universidad aseguran que los jesuitas pose¨ªan m¨¢s de un millar de esclavos en las plantaciones de la regi¨®n. No eran los ¨²nicos. Brown, Princeton y Emory tambi¨¦n los tuvieron. A pesar de que este episodio era ampliamente conocido por los historiadores, el asunto protagoniza un intenso debate p¨²blico desde el a?o pasado, cuando el movimiento estudiantil contra la discriminaci¨®n racial llam¨® la atenci¨®n sobre ello. Y ahora es parte del debate sobre la brecha racial del pa¨ªs.
Georgetown, la primera instituci¨®n educativa cat¨®lica de EE UU y una de las m¨¢s prestigiosas del pa¨ªs, dio un paso hist¨®rico este jueves al anunciar que ofrecer¨¢ reparaciones a los descendientes de los 272 y les dar¨¢ preferencia para estudiar en sus aulas. El centro tambi¨¦n ha anunciado que uno de sus edificios se llamar¨¢ Isaac, por uno de los esclavos vendidos, Isaac, y otro ser¨¢ rebautizado en honor de una profesora afroamericana que perteneci¨® a la orden cat¨®lica.
¡°El demonio que defini¨® los primeros a?os de la rep¨²blica estaba presente aqu¨ª¡±, asegur¨® este jueves el presidente de la Universidad de Georgetown, John DeGioia, al anunciar su decisi¨®n, que coincide con la publicaci¨®n de un informe realizado por el propio centro sobre su pasado esclavista. La instituci¨®n jesuita celebrar¨¢ adem¨¢s una misa en la que ¡°buscar¨¢ el perd¨®n por haber participado en la instituci¨®n de la esclavitud, espec¨ªficamente por la venta de 272 ni?os, mujeres y hombres que deber¨ªan haber sido considerados miembros de nuestra comunidad¡±.
¡°Georgetown se merece el reconocimiento por haber tomado esta decisi¨®n que demuestra su compromiso de participar en una conversaci¨®n a largo plazo sobre c¨®mo curar las heridas¡±, afirma Craig Steven Wilder, autor del libro ¡®Ebony & Ivy¡¯, dedicado a la herencia esclavista de las universidades estadounidenses. ¡°Pero los informes y las conversaciones no curan. Necesitamos acciones concretas¡±. El experto echa de menos un compromiso econ¨®mico m¨¢s s¨®lido por parte de Georgetown y medidas que favorezcan la entrada de m¨¢s estudiantes afroamericanos, que representan ahora el 6% de sus 18.500 alumnos.
La ¨¦poca de mayor crecimiento en las universidades de EE UU, a mediados del siglo XVIII, coincidi¨® con uno de los picos hist¨®ricos de la trata de esclavos
Karran Harper Royal tambi¨¦n. Ella fue la encargada este viernes de leer el comunicado de los descendientes de los 272. Mientras Georgetown investigaba su rastro con expertos en genealog¨ªa, esta trabajadora social de Luisiana empez¨® por internet, sigui¨® por los archivos de los museos y viaj¨® a antiguas plantaciones. ¡°Es un descubrimiento que estoy aprendiendo en tiempo real, hay miles de personas conectadas¡±, explica, ¡°y yo necesitaba saber por qu¨¦ soy qui¨¦n soy¡±. Gracias a los tests de ADN, sabe que su marido y sus hijos descienden de uno de los esclavos que vendi¨® la universidad. ¡°Georgetown ha dado un buen paso, pero queremos trabajar con ellos para que vayan a¨²n m¨¢s lejos¡±.
Wilder asegura que los 272 pertenec¨ªan a la ¨²ltima generaci¨®n esclavizada en la universidad, donde desde hac¨ªa cincuenta a?os se les empleaba para labores de construcci¨®n, mantenimiento o para atender a trabajadores y estudiantes. Como Georgetown, Brown University anunci¨® en 2006 la creaci¨®n de un instituto para el estudio de la esclavitud y un monumento en nombre de sus v¨ªctimas. Otros centros han dado pasos similares, pero nunca en forma de retribuciones econ¨®micas
¡°Les da miedo el t¨¦rmino reparaciones y temen crear un precedente que tendr¨ªa un coste importante¡±, explica el historiador del Massachusetts Institute of Technology. ¡°Estamos hablando de algunas de las instituciones m¨¢s ricas del pa¨ªs¡±. El escritor document¨® en su libro c¨®mo la ¨¦poca de mayor crecimiento en las universidades de EE UU, a mediados del siglo XVIII, con uno de los picos hist¨®ricos de la trata de esclavos. Entonces sumaban unas 400.000 personas esclavizadas. Un siglo despu¨¦s eran cuatro millones: la quinta parte de la poblaci¨®n.
La identificaci¨®n de los descendientes directos es pr¨¢cticamente imposible por la falta de registros oficiales. Universidades como Brown, Princeton y Emory no registraron la venta de esclavos, ya que correspond¨ªa a las familias a las que pertenec¨ªa entonces cada instituci¨®n. En Georgetown, la historia es distinta. ¡°Es m¨¢s f¨¢cil identificarlos porque los jesuitas guardaban archivos de todas sus actividades empresariales¡±, afirma Wilder.
Las protestas estudiantiles de los ¨²ltimos a?os que reivindicaban gestos como el de Georgetown han coincidido adem¨¢s con la publicaci¨®n de nuevas investigaciones y trabajos en torno a la herencia de la esclavitud en empresas, instituciones y universidades de todo el pa¨ªs que apuntalaron su ¨¦xito econ¨®mico con el trabajo mano de obra esclava.
Es el ¨²ltimo intento por recuperar el debate de la reconciliaci¨®n que inici¨® Boris Bitker en 1971 con su ¡®Argumento por las reparaciones a afroamericanos¡¯ para ¡°curar las heridas (...) de quienes llevar¨¢n durante d¨¦cadas las cicatrices de siglos de esclavitud¡±. En t¨¦rminos similares, Harper Royal explic¨® el viernes en Georgetown que quieren ¡°desencadenar los corazones y las mentes de quienes nunca fueron f¨ªsicamente esclavizados pero a¨²n as¨ª trabajan bajo los vestigios de la esclavitud en nuestro pa¨ªs¡±.
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