?C¨®mo es buscar el cuerpo de un familiar?
El Colectivo Solecito, en M¨¦xico, ha encontrado 75 fosas clandestinas en Veracruz. EL PA?S les acompa?a en la b¨²squeda
Visten pantal¨®n de mezclilla, camisa y algunos, debajo, una camiseta de manga larga. Usan gorra, pa?uelo y calzan botas de piel gruesa. Esperan. Tienen que venir por ellos. Mientras tanto sacan a la calle sus herramientas, las palas, picos, cavahoyos y varillas... Llevan inyecciones por si les pican las culebras, cartones de huevos para prenderles fuego y espantar con el humo a los moscos, guantes, agua, repelente de insectos, mascarillas. Rufino, Daniel y Guadalupe van a cavar fosas al bosque: buscan huesos de personas.
El 3 de agosto, el Colectivo Solecito empez¨® a picar la tierra en Veracruz, M¨¦xico, cerca del Puerto, en un rancho a las afueras de la ciudad. El Solecito es un grupo de familiares de personas que desaparecieron. A unos se los llevaron polic¨ªas de tr¨¢nsito, a otros agentes estatales, a otros, pistoleros. Y no aparecen. Seg¨²n la fuente que se consulte, Veracruz cuenta de 500 a mil desaparecidos. El Gobierno de M¨¦xico dice que en todo el pa¨ªs son unos 25.000. Rufino, Daniel, Guadalupe y dem¨¢s integrantes del Solecito ya han ubicado 75 fosas en un pedazo del rancho.
Todas las ma?anas, si no llueve, un funcionario de la fiscal¨ªa de Veracruz recoge a Rufino y los dem¨¢s en una camioneta. Ellos esperan en una casa propiedad de Rosal¨ªa Castro, cabeza visible del Solecito. Su hijo Roberto desapareci¨® en diciembre de 2011 junto a su novia. Daniel es amigo de Roberto y apoya a su mam¨¢ en la b¨²squeda. Rufino busca a su propio hijo.
La casa est¨¢ cerca de la autopista que une el Puerto con Xalapa, la capital del estado, a pocos minutos del rancho de las fosas.
El pasado 10 de mayo, en una marcha que convocaron varias organizaciones de familiares de desaparecidos en el Puerto, alguien reparti¨® copias de un mapa. Pocos se dieron cuenta en la marcha, pero luego descubrieron que el mapa detallaba el camino a las fosas. Aparec¨ªa la carretera a Xalapa, la salida a la colonia Colinas de Santa Fe, la puerta del rancho, un camino de terracer¨ªa y luego, al final, varias decenas de crucecitas. La se?ora Cinthia Llinas, madre de Manuel, desaparecido en 2014, dice que el mapa fue algo as¨ª "como un regalo del d¨ªa de la madre".
Las madres, los padres, hablan de cosas as¨ª habitualmente. Del mapa, de los agentes que investigan sus casos, del grupo de whatsapp que comparten los familiares... Una tarde en el Puerto, hace una semana y media, Cinthia, Lourdes -mam¨¢ de Jonathan, desaparecido en 2013- y Mario, -hermano de Francisco, ausente desde 2012-, cartografiaban la ciudad seg¨²n las vallas publicitarias en que aparecen sus familiares desaparecidos. La Procuradur¨ªa General de la Rep¨²blica, PGR, la m¨¢xima autoridad investigadora en M¨¦xico, dispone de un fondo para que familias de todo el pa¨ªs armen campa?as publicitarias que ayuden a encontrar a los suyos. Cada familia tiene derecho a gastar hasta 60.000 d¨®lares en tres fases.
En la primera, Lourdes contrat¨® por ejemplo vallas publicitarias ¨Cde las grandes, las que emplean empresas de telefon¨ªa o marcas de refresco¨C y anuncios en televisi¨®n. Cinthia compr¨® vallas y volantes. Mario va a empezar la primera fase y dice que pondr¨¢ vallas publicitarias y carteles en autobuses de ruta. Esa tarde, de camino a Colinas de Santa Fe, una especie de viaje de reconocimiento, hablaban de qu¨¦ cartel con la cara de qui¨¦n estaba en cada avenida del Puerto. De d¨®nde pondr¨ªan los siguientes. Cinthia le dijo a Mario, "?t¨² d¨®nde los pediste?". "Yo", contest¨®, "pens¨¦ en el bulevar Ru¨ªz Cortines, pero luego pens¨¦ que mi sobrino va a salir de la facultad de ingenier¨ªa y va a ver a su pap¨¢".
Cada ma?ana desde el tres de agosto, Rufino, Daniel y Lupe, se juntan con madres y padres en una carpa que han instalado en el rancho. A quince pasos, los funcionarios de la fiscal¨ªa de Veracruz y la polic¨ªa cient¨ªfica han hecho lo propio.
El rancho es enorme, un bosque inmenso que conecta las afueras de la ciudad con la zona portuaria. En abril del a?o pasado, la PGR ya encontr¨® all¨ª restos de al menos cinco personas. Lucy D¨ªaz, otra de las lideresas del Solecito, dice que fue a unos 200 metros de donde hallaron las 75 estos d¨ªas. Seg¨²n Lucy, la procuradur¨ªa lleg¨® al rancho por lo que les dijo un detenido. "El Dedo o El Dedos, as¨ª le llamaban. ?l les llev¨® all¨ª", cuenta.
Resulta extra?o que las autoridades ubicaran all¨ª restos humanos y no siguieran buscando. No eran s¨®lo por los restos. Ren¨¦ Palmeros, padre de Giovani, desaparecido en 2014, dice que cada poco tiempo el portal Notinfomex.mx recoge testimonios de "gente" que dice que all¨ª hay cuerpos enterrados. EL PA?S contact¨® a la PGR para preguntar por qu¨¦ no siguieron buscando, pero no obtuvo respuesta. "Yo", dice Lucy, "les dije que fueron muy irresponsables".
Buena parte de las fosas nuevas est¨¢n a cinco minutos caminando de las carpas. Cada ma?ana, los buscadores se cuelgan una credencial que les da la fiscal¨ªa, roc¨ªan sus playeras con repelente de insectos, agarran las palas, los picos, las varillas y se van al bosque. Entonces empiezan a cavar. A las 8.00 ya est¨¢n sudando.
Dar con una fosa es cuesti¨®n de experiencia. Carentes de ella, los integrantes del Colectivo Solecito pidieron ayuda despu¨¦s de lo que pas¨® en la marcha del 10 de mayo. Llamaron a "los canes", expertos buscadores de fosas de otras regiones de M¨¦xico. Les dijeron que ten¨ªan un mapa.
Guadalupe es un can, una celebridad en su campo. "Yo", dice orgulloso, "encontr¨¦ 68 fosas en Iguala". Guadalupe es uno de tantos padres que empezaron a buscar a sus hijos despu¨¦s de la desaparici¨®n de los 43 estudiantes normalistas, en ese mismo pueblo, en 2014. La bronca medi¨¢tica fue de tales dimensiones en M¨¦xico, que parec¨ªa que los 43 eran los primeros desaparecidos en la historia del pa¨ªs. Guadalupe y los dem¨¢s aprovecharon el esc¨¢ndalo ¨Clos focos y la seguridad que proporcionaban los medios en Iguala¨C y se echaron al monte a buscar. Formaron un grupo, Los Otros Desaparecidos.
Dos a?os despu¨¦s, con su hijo todav¨ªa ausente, Guadalupe parece un pastor en el rancho. Se apoya en la varilla y mira el bosque. Ah¨ª, dice, ah¨ª la vegetaci¨®n est¨¢ cortada, puede haber una fosa. O ah¨ª, mira, ah¨ª hay una lata de refresco y no tendr¨ªa que haber nada. O all¨¢, chavo, all¨¢ el terreno est¨¢ hundido. Entonces clava la varilla en la tierra, un fierro afilado, y si entra f¨¢cil los dem¨¢s se ponen a cavar. Sacan la tierra y Guadalupe vuelve a meter la varilla, luego huele la punta y si hiede es que abajo hay huesos, o carne descompuesta. "Es", dice ri¨¦ndose, "tecnolog¨ªa de punta". Porque la varilla tiene punta. Rufino y Daniel, aprendices, asienten.
Los buscadores pasan as¨ª horas. Cavan y cavan hasta encontrar el primer hueso. Ese es el momento de parar. Devuelven lo que han encontrado al hoyo ¨Cel hueso, ropa, basura-, lo marcan con un trozo de tela amarilla atado a una rama y siguen con otra fosa. Luego llegar¨¢n los peritos de la polic¨ªa cient¨ªfica a recoger muestras. As¨ª una y otra vez. As¨ª ya un mes.
Aunque pueda parecer sorprendente, colectivos de familiares de desaparecidos de todo el pa¨ªs han emprendido caminos similares. Lo han hecho en Guerrero, en Nuevo Le¨®n, en Coahuila. No hay nada extraordinario en el caso de Veracruz: padres y madres que se han convertido en antrop¨®logos forenses.
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