R¨¦quiem por las rep¨²blicas ¨¢rabes
La invasi¨®n de Irak tras el 11-S inflam¨® el conflicto sectario que explica el colapso de una parte importante de Oriente Pr¨®ximo
La historia est¨¢ repleta de crueles iron¨ªas. Quiz¨¢ una de ellas sea la relaci¨®n entre el 11-S y el colapso de las rep¨²blicas ¨¢rabes, uno de los acontecimientos geopol¨ªticos m¨¢s relevantes del inicio del siglo XXI. Ese desmoronamiento tiene uno de sus factores clave en el estallido del conflicto sectario entre sun¨ªes y chi¨ªes ocurrido tras la invasi¨®n de Irak en 2003, que tom¨® impulso en el incendiario ambiente pol¨ªtico internacional del post 11-S. Fue ese el clima en el que la Casa Blanca de George Bush hijo ¨Cacompa?ada por el Downing Street de Tony Blair y La Moncloa de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar- lanz¨® la tr¨¢gica aventura iraqu¨ª, con dudosa base legal y paup¨¦rrima planificaci¨®n para el post-conflicto. La cruel iron¨ªa reside en que nada ten¨ªan que ver las rep¨²blicas ¨¢rabes con el 11-S, un hecho m¨¢s bien vinculado al Afganist¨¢n de los talibanes ¨Cdonde se refugi¨® la c¨²pula de Al Qaeda- o a la monarqu¨ªa saud¨ª ¨Cpa¨ªs de procedencia de Osama bin Laden y de 15 de los 19 atacantes de ese fat¨ªdico d¨ªa-.
La descomposici¨®n de las rep¨²blicas ¨¢rabes afecta hoy de lleno a Irak, Siria, Libia y Yemen. Egipto, la m¨¢s poblada de todas, se halla al borde del precipicio. La cuesti¨®n sectaria es solo uno de los varios factores que la determinan ¨Cmuy importante en los casos de Irak o Siria, poco o nada en los otros-. Pero es evidente que los demonios liberados en 2003 han tenido un efecto desestabilizador brutal en toda la regi¨®n, cuyo precio han pagado con la vida, el exilio o la miseria millones de ciudadanos.
Curiosamente, en cambio, las monarqu¨ªas han resistido mejor al fuerte oleaje de este agitado inicio de siglo. Las del Golfo, en gran medida gracias al inmenso colch¨®n de los fondos procedentes del petr¨®leo, de los que brotan subsidios y prebendas que adormecen muchas tensiones. En el caso marroqu¨ª o jordano concurren a ello, entre otros, factores hist¨®ricos que protegen la legitimidad de las casas reales y el gran inter¨¦s occidental en mantener su estabilidad.
Las rep¨²blicas que perecen eran, obviamente, criaturas institucionales lastradas por grav¨ªsimos e indignantes defectos, como demuestra la frustraci¨®n ciudadana que alumbr¨® en las primaveras ¨¢rabes. Caen en gran medida por problemas intr¨ªnsecos a sus sociedades, pero la intervenci¨®n occidental post 11-S en Irak ech¨® gasolina a un temible fuego. La din¨¢mica desintegradora que ah¨ª empez¨® no solo genera sufrimiento civil e incendiaria inestabilidad. Adem¨¢s, promueve la adscripci¨®n de los ciudadanos a n¨²cleos infrainstitucionales, de corte sectario, de clanes, en una pulverizaci¨®n social que tiene un sabor medieval. Un escenario muy f¨¦rtil para los intereses de quienes idearon la barbarie del 11-S y sus sucesores del Califato. ?La en¨¦sima, cruel, iron¨ªa de la historia?
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