¡®Black Blocs¡¯, los cuerpos y las cosas
C¨®mo los enmascarados desenmascaran el Brasil del ¡°otro derecho menos¡±
Los black blocs, a los que golpean tanto desde tantos lados, pueden ser una clave para entender este momento tan complejo de Brasil. No solo por lo que son, mucho por los discursos sobre lo que son. Al romper el patrimonio material como forma de protesta y ser transformados en una especie de enemigos p¨²blicos, se se?ala d¨®nde est¨¢n el valor y tambi¨¦n la disputa. Mientras que la destrucci¨®n de los cuerpos de los manifestantes por parte de la Polic¨ªa Militar es naturalizada, la de los bienes es criminalizada. Se reafirma, una vez m¨¢s, que los cuerpos pueden ser arruinados, ya que lo importante es mantener el patrimonio, en especial el de los bancos y las grandes empresas, intacto. Son tambi¨¦n los cuerpos los que sufrir¨¢n el impacto del proyecto del Gobierno que no fue elegido. Estos, que podr¨¢n verse a¨²n m¨¢s agotados por los cambios en las reglas del trabajo y tambi¨¦n en las de la jubilaci¨®n. Son los cuerpos los afectados por las reformas anunciadas como una necesidad de no ¡°quebrar el pa¨ªs¡±. Al subvertir el objeto directo del verbo ¡°quebrar¡±, quebrando as¨ª lo que no puede quebrarse, los enmascarados desenmascaran el proyecto que se puede llamar ¡°otro derecho menos¡±.
Se puede estar en total desacuerdo con la t¨¢ctica black bloc, pero eso no nos desobliga de escuchar lo que dice. Y lo que dice menos sobre ellos, m¨¢s sobre el pa¨ªs en este momento en que los enmascarados vuelven a las protestas callejeras. Todo indica que no pasan de dos docenas los que se enmascaran y quiebran ventanas en S?o Paulo hoy, porque no todo aquel que lleva una m¨¢scara puesta es de hecho un adepto de la t¨¢ctica black bloc. Pero ese pu?ado de enmascarados se ha convertido en un fantasma que se cierne sobre el imaginario de las diversas fuerzas que se disputan este momento.
Desde que las manifestaciones adoptaron los esl¨®ganes ¡°?Fuera Temer!¡± y [elecciones] ¡°?Directas ya!¡±, se han multiplicado. El 4 de septiembre cerca de 100.000 manifestantes ocuparon la Avenida Paulista. A los militantes vinculados a partidos de izquierda y a movimientos sociales se sumaron manifestantes sueltos. La semana pasada hubo protestas menos numerosas, en las que predominaban los j¨®venes. El domingo pasado (11/9) la manifestaci¨®n adquiri¨® un car¨¢cter m¨¢s partidista y vinculado a los movimientos sociales tradicionales. Son diferentes actores, que se mueven en diferentes protestas. A Dilma Rousseff, la presidenta destituida mediante el impeachment, casi no la mencionan.
El ¡°?Qu¨¦date, Dilma!¡± alejaba a mucha gente. Incluso ¡°por la democracia¡±, muchos se sent¨ªan incapaces de apoyar a un Gobierno que, entre otras traiciones a las bases, hab¨ªa cometido la atrocidad de Belo Monte. Como ya hab¨ªa ocurrido en las protestas de junio de 2013, y tambi¨¦n en las protestas contra la Copa del Mundo, en 2014, la represi¨®n de la polic¨ªa fue violenta. Y, siguiendo el mismo guion viciado, las autoridades ¡ªy parte de la prensa¡ª la justifican como resultado de la acci¨®n de los manifestantes que usan la t¨¢ctica black bloc. De inmediato la narrativa en las redes y la cobertura de la prensa son tomadas por la falsa oposici¨®n: la Polic¨ªa Militar reacciona a los black blocs. Si no fuese por la violencia de uno, no habr¨ªa la del otro.
La falsa oposici¨®n entre la Polic¨ªa Militar y los black blocs se utiliza para justificar la violencia contra los manifestantes
La falsificaci¨®n es evidente, ya que no deber¨ªan ser fuerzas en oposici¨®n. La Polic¨ªa Militar deber¨ªa actuar en las manifestaciones para proteger a los manifestantes, y no para quebrarlos. Deber¨ªa actuar en estas manifestaciones como actu¨® en las protestas contra la corrupci¨®n y a favor delimpeachment. En la manifestaci¨®n Fuera Temer y Directas Ya, del domingo 4 de septiembre, los organizadores obligaron a los black blocs a quitarse las m¨¢scaras o dejar la manifestaci¨®n. La protesta se desarroll¨® sin incidentes hasta el final. ?Qu¨¦ pas¨® entonces? La Polic¨ªa Militar comenz¨® a lanzar bombas de gas lacrim¨®geno cuando las personas intentaban entrar en una estaci¨®n de metro para regresar a sus casas. Y, de ese modo, provoc¨® lo que una parte de la prensa llama ¡°confrontaci¨®n¡±. Qued¨® expl¨ªcito all¨ª que la Polic¨ªa Militar act¨²a de forma ideol¨®gica: algunas manifestaciones tienen que acabar bien, otras no. Como dijo el fil¨®sofo Vladimir Safatle, ¡°la polic¨ªa toma partido¡±.
Est¨¢ claro que las actuales manifestaciones tienen que acabar mal. La interpretaci¨®n m¨¢s evidente es que, mientras la cobertura se concentra precariamente en las bombas de gas y las balas de goma lanzadas por la polic¨ªa, no se discute ¡ªo se discute poco¡ª lo que se est¨¢ reivindicando en las protestas. Para una parte de la gran prensa, hay cobertura cuando hay violencia, aunque la violencia se presente como una ¡°confrontaci¨®n¡± entre la Polic¨ªa Militar y los manifestantes y no como lo que de hecho es: las fuerzas de seguridad del Estado atacando a ciudadanos que ejercen su derecho constitucional de manifestaci¨®n.
Las manifestaciones pac¨ªficas solo recibieron una gran atenci¨®n en las protestas amarillas. Si no es posible hablar de la violencia, es necesario hablar del contenido. Resulta expl¨ªcito que, para una parte de los medios de comunicaci¨®n, no es interesante poner de relieve el contenido de las protestas actuales. Si el contenido de las manifestaciones a favor del impeachment y ¡°contra la corrupci¨®n¡± se discut¨ªa ampliamente, de forma continua y en tiempo real, en los canales de televisi¨®n, el contenido de las manifestaciones por el ¡°Fuera Temer¡± y por las ¡°Directas Ya¡± se ve oscurecido, literal y simb¨®licamente, por las bombas de gas de la Polic¨ªa Militar. Todo se vuelve humo.
Un ojo menos: si la Polic¨ªa Militar no est¨¢ preparada, ?c¨®mo puede ir armada?
Si la Polic¨ªa Militar, al actuar ideol¨®gicamente, fabrica incidentes cuando no los hay, es m¨¢s prudente fabricar incidentes cuando hay chicos enmascarados rompiendo ventanas de edificios. Le tira bombas a todo el mundo, incluso a quienes est¨¢n pasando o solo intentan llegar a casa, y se convierte en reacci¨®n. Los que intentan vender una imagen ¡°neutral¡± se quejan de la ¡°incompetencia¡± de la Polic¨ªa Militar, por ¡°exagerar¡± y no saber actuar solo sobre los ¡°v¨¢ndalos¡±. No se trata de ilegalidad, no se trata de acciones ideol¨®gicas, se trata de falta de preparaci¨®n de las tropas. La falta de preparaci¨®n es m¨¢s inocente. Pero, ?quien no est¨¢ preparado puede ir armado a servicio del Estado?
?Los black blocs son manipulados por las fuerzas que denuncian? Es posible decir que s¨ª. Su acci¨®n servir¨ªa para justificar la represi¨®n de las manifestaciones sobre cuyo contenido no interesa arrojar luz. Adem¨¢s de que la violencia se convierte en la noticia, en lugar del contenido de las reivindicaciones, tambi¨¦n aleja de las calles a aquellos que tienen miedo de que les pegue la Polic¨ªa Militar. Es comprensible que muchos teman manifestarse si el riesgo es acabar con un ojo menos. Es esa idea la que mueve a los organizadores de algunas manifestaciones a impedirles actuar a los black blocs, o a obligarlos a que se quiten las m¨¢scaras. Al no actuar en la protesta del 4 de septiembre, en S?o Paulo, result¨® evidente que la Polic¨ªa Militar act¨²a con violencia, incluso cuando no se producen acciones de black blocs. Y eso marc¨® un punto.
Pero los black blocs son mucho m¨¢s que eso. Son tambi¨¦n los enmascarados que desenmascaran.
La semana pasada eso se hizo evidente por art¨ªculos en la prensa y en las redes que, con variaciones, les daban a las protestas el recorte de una oposici¨®n de clase entre los manifestantes y la Polic¨ªa Militar. Como si se tratase de eso. De un lado, estudiantes universitarios mimados o incluso representantes de una determinada ¨¦lite. De otro, polic¨ªas pobres, padres de familia, representantes de las clases trabajadoras.
La Polic¨ªa Militar solo puede ocupar el mismo lugar simb¨®lico que los manifestantes cuando se convierte en lo que no puede ser: una fuerza ideol¨®gica
En esta maniobra, la oposici¨®n se dar¨ªa ya no por la protesta contra un proyecto que no fue elegido y la reivindicaci¨®n de elecciones directas, sino por la oposici¨®n entre dos grupos callejeros, que representan a estratos sociales diferentes. Como si la Polic¨ªa Militar y los manifestantes ocupasen el mismo lugar simb¨®lico en las protestas. No lo ocupan ni pueden ocuparlo. O lo ocupan solo cuando la corporaci¨®n deja de cumplir con sus funciones para transformarse en una fuerza ideol¨®gica y armada y se convierte, as¨ª, en lo que no puede ser: manifestante.
Dicho esto, siempre es importante saber qui¨¦nes son aquellos que protestan. En las manifestaciones contra y pro impeachment, en S?o Paulo, a pesar de que los manifestantes defendiesen posiciones distintas, las investigaciones demostraron que el perfil socioecon¨®mico era semejante: en ambos lados, quienes estaban en las calles ten¨ªan ingresos y escolaridad m¨¢s elevados que la poblaci¨®n en general. En las actuales todav¨ªa no hay ninguna investigaci¨®n que permita afirmar qui¨¦nes son los manifestantes a favor del Fuera Temer y de las Directas Ya, sin contar con que las diferentes manifestaciones tienen diferentes p¨²blicos.
Los black blocs, atacados a la derecha y tambi¨¦n a la izquierda, son los que suelen traer alguna novedad a la composici¨®n socioecon¨®mica de las manifestaciones. Para la izquierda tradicional, rechazarlos deber¨ªa ser un motivo de embarazo. Como no son un grupo, sino una t¨¢ctica, es m¨¢s dif¨ªcil afirmar qui¨¦nes son los black blocs que act¨²an en las protestas en este momento. En las protestas de 2013 y 2014, que tuvieron lugar en S?o Paulo, una amplia investigaci¨®n publicada en el libro Mascarados (enmascarados) por Esther Solano, profesora de Relaciones Internacionales de la UNIFESP (Universidad Federal de S?o Paulo), mostr¨® que la mayor¨ªa de los chicos viv¨ªan en la periferia. En una entrevista con esta columna, la investigadora afirm¨®:
¡°El origen social de los black blocs y de los polic¨ªas es muy parecido¡±
¡°Hab¨ªa j¨®venes de clase media que utilizaban la t¨¢ctica, pero fue algo espor¨¢dico. La mayor¨ªa de los j¨®venes que la utilizaron de forma continua y formaron la l¨ªnea de frente durante esos dos a?os eran j¨®venes de las periferias de S?o Paulo, que trabajan desde temprana edad y estudian. Los que estaban en la ense?anza superior sol¨ªan estudiar en facultades privadas. En las narrativas de estos j¨®venes surg¨ªan dos cuestiones estrechamente relacionados con la clase: 1) muchos se defin¨ªan como la famosa clase C, que, con un poder de consumo mayor que el de sus padres, puede estudiar en la universidad, pero a¨²n est¨¢ expuesta a m¨²ltiples precariedades cotidianas; 2) por ser de las periferias, la mayor¨ªa ten¨ªan experiencia directa de la violencia policial en esas regiones, una experiencia que articula un discurso de rabia contra la corporaci¨®n. Esta relaci¨®n con la polic¨ªa es fundamental para entender el Black Bloc en Brasil. Su origen perif¨¦rico es un elemento esencial, porque el joven de clase media no tiene esta experiencia tan dura con la Polic¨ªa Militar. Algunos j¨®venes me dec¨ªan: ¡®Profesora, en la periferia no tenemos como enfrentarnos a ellos, porque all¨ª es bala de verdad, y a la prensa le da igual. Pero aqu¨ª, en el centro, descargamos la rabia y podemos enfrentarnos a sus abusos porque las balas son de goma y la prensa est¨¢ aqu¨ª¡¯. Por lo tanto, yo dir¨ªa que el estrato social de los black blocs y de la polic¨ªa es muy parecido¡±.
En las manifestaciones por el Fuera Temer y las Directas Ya, la hip¨®tesis de los investigadores del tema es que los black blocs de hoy son m¨¢s j¨®venes que los de las protestas de 2013 y 2014, posiblemente debido al movimiento de los estudiantes de secundaria que se form¨® durante las ocupaciones de los institutos p¨²blicos, y siguen con origen perif¨¦rico. Pero a¨²n no hay ninguna investigaci¨®n que permita probar esta formulaci¨®n. En S?o Paulo, en los a?os 2013 y 2014, aquellos que actuaban de forma continua, que usaban m¨¢scaras y depredaban fachadas de bancos y de empresas, no pasaban de 20 (vale la pena recordar que no todo manifestante que lleva una m¨¢scara es adepto de la t¨¢ctica black bloc, as¨ª como no todo manifestante que utiliza la violencia es black bloc). En una observaci¨®n apenas visual, es posible suponer que el n¨²mero de black blocs se mantenga muy semejante en las actuales manifestaciones de S?o Paulo, aunque no sean los mismos j¨®venes de los a?os anteriores.
?C¨®mo 20 chicos ¡ªo incluso si fuesen algunas decenas¡ª mueven una fantasmagor¨ªa tan potente? ?En qu¨¦ punto dan, qu¨¦ desenmascaran?
Vale la pena reproducir aqu¨ª el relato del profesor de Antropolog¨ªa de la London School of Economics, David Graeber, uno de los activistas de Seattle en la d¨¦cada de 1990. Explica que la t¨¢ctica black bloc adquiri¨® nuevos significados a partir de la percepci¨®n de que, sin una prensa libre y activa, se ignoran las manifestaciones no violentas. Y, por lo tanto, ser¨ªa necesario cambiar de t¨¢ctica para hacerse visible.
¡°Las estrategias gandhianas (desobedecer y resistir sin violencia)no han funcionado hist¨®ricamente en los Estados Unidos. En realidad, nunca han funcionado a una escala masiva desde el movimiento por los derechos civiles. Esto se debe a que los medios de comunicaci¨®n en los EE.UU. son constitutivamente incapaces de informar sobre los actos de represi¨®n policial como¡®violencia¡¯ (el movimiento por los derechos civiles fue una excepci¨®n porque muchos estadounidenses no ve¨ªan el sur como parte del mismo pa¨ªs). Muchos de los j¨®venes que formaron el famosoblack bloc de Seattle eran, en realidad, activistas ambientales que participaron en t¨¢cticas de subir y amarrarse a ¨¢rboles para impedir que los derribasen y que operaban seg¨²n principios puramente gandhianos. Solo para descubrir en seguida que, en los Estados Unidos de la d¨¦cada de 1990, los manifestantes no violentos pod¨ªan ser tratados con brutalidad, torturados e incluso asesinados sin ninguna objeci¨®n relevante por parte de la prensa nacional. Por eso, cambiaron de t¨¢ctica¡±.
¡°Sin una prensa libre y activa, se ignoran las manifestaciones no violentas¡±
David Graeber es citado en un excelente texto de Pablo Ortellado, profesor de la Universidad de S?o Paulo (USP) y uno de los pocos investigadores brasile?os dedicados a entender qui¨¦nes son los manifestantes. En este texto, ep¨ªlogo de Mascarados, libro ya comentado en esta columna, Ortellado contextualiza hist¨®ricamente la t¨¢ctica y argumenta que los black blocs, en Brasil, ¡°transformados por la prensa en una especie de Al Qaeda¡±, merecen el respeto de ser tratados como actores pol¨ªticos consecuentes:
¡°La t¨¢ctica black bloc debe entenderse m¨¢s en la interfaz de la pol¨ªtica con el arte que en la de la pol¨ªtica con la delincuencia¡±
¡°El objetivo (de la destrucci¨®n selectiva de la propiedad privada) era doble: por una parte, rescatar la atenci¨®n de los medios de comunicaci¨®n de masas; por otra, transmitir, por medio de esa acci¨®n de destrucci¨®n de la propiedad, un mensaje de oposici¨®n a la liberalizaci¨®n econ¨®mica y a los acuerdos de libre comercio. Al contrario de lo que normalmente se piensa, esta acci¨®n no solo no es violenta, sino que es predominantemente simb¨®lica. Debe entenderse m¨¢s en la interfaz pol¨ªtica con el arte que en la de la pol¨ªtica con la delincuencia. Esto se debe a que la destrucci¨®n de la propiedad a la que se dedica no busca causar un da?o econ¨®mico significativo, sino tan solo demostrar simb¨®licamente su insatisfacci¨®n con el sistema econ¨®mico. Hay obviamente una ilegalidad en el procedimiento de destruir la vidriera de una gran empresa, pero es precisamente la conjugaci¨®n de una arriesgada desobediencia civil y la ineficacia en causarle un da?o econ¨®mico a la empresa o al Gobierno lo que le da a esta acci¨®n su sentido expresivo o est¨¦tico, en una comprensi¨®n ampliada. La destrucci¨®n de la propiedad sin otro prop¨®sito que el de mostrar el descontento simbolizaba y tan solo simbolizaba la ojeriza a los efectos sociales de la liberalizaci¨®n econ¨®mica¡±.
Cuando los black blocs de hoy, en S?o Paulo, quiebran la fachada de un banco o de una empresa, obviamente, no est¨¢n poniendo en peligro la existencia del banco o de la empresa. Ni el banco ni la empresa ir¨¢n a la quiebra a causa de una vidriera quebrada. Pero el mensaje es claro. Cuando eran confrontados con acontecimientos pasados, episodios en los que se hab¨ªan depredado peque?os comercios y coches populares, los black blocs sol¨ªan decir que ¡°eso no lo hicieron black blocs, sino gente infiltrada¡±. Se est¨¦ o no de acuerdo con la t¨¢ctica, se?alan con el dedo al sistema pol¨ªtico y econ¨®mico, que creen que es el que promueve la real violencia, aquella que alcanza los cuerpos y los mastica en la aridez de la vida cotidiana.
Es interesante volver a prestar atenci¨®n a las palabras de Michel Temer, el presidente naftalina, al tratar de minimizar las manifestaciones contra su Gobierno: ¡°?Las 40 personas que quiebran coches?¡± Hizo bastante ruido esa declaraci¨®n sobre ¡°las 40¡±, en especial despu¨¦s de que un p¨²blico estimado en 100.000 personas ocupase la Avenida Paulista en un intento de echarlo del palacio presidencial. Pero se prest¨® menos atenci¨®n al ¡°quiebran coches¡±, lo que dice tanto sobre todos.
No es casual que la palabra ¡°patrimonio¡± sea corriente solo en lo que expresa de material. Se trata el patrimonio inmaterial como irrelevante, o ni siquiera se trata como ¡°patrimonio¡±. Cu¨¢l es el patrimonio prioritario dice mucho sobre el proyecto de un Gobierno, y de un pa¨ªs. Lo que se llama Brasil fue fundado sobre la destrucci¨®n de los cuerpos. Primero de los ind¨ªgenas, despu¨¦s de los negros. Estos, al dejar de ser mercanc¨ªas, fueron relegados a las periferias y a las c¨¢rceles, y hasta los d¨ªas de hoy son los que tienen menos de todo y los que m¨¢s mueren de enfermedades y de balazos.
Cu¨¢l es el patrimonio m¨¢s importante ¡ªel material o el inmaterial¡ª dice mucho sobre el proyecto de un Gobierno
El Gobierno Temer, en su retrato literal de toma de posesi¨®n, es blanco, es masculino, es arcaico. Temer es una figura que parece fuera de lugar en el Brasil que ha pasado por grandes cambios desde la Rep¨²blica Vieja. Es una figura amarilleada. Pero, si lo es, tambi¨¦n no lo es. O no estar¨ªa ocupando el lugar de una presidenta democr¨¢ticamente elegida. Nuestra herencia esclavista y genocida sigue muy actual porque jam¨¢s ha sido superada. Desde laAbolici¨®n nunca ha habido pol¨ªticas p¨²blicas suficientes para superarla. La mayor parte del tiempo, ni siquiera inter¨¦s en hacer algo al respecto. Los cuerpos, en Brasil, siguen valiendo muy poco. Siguen pudiendo ser torturados, violados y tambi¨¦n agotados. Mucho m¨¢s los de los ind¨ªgenas y los negros. Pero no solo estos.
As¨ª, cuando los black blocs resurgen y vuelven a apuntar al patrimonio material y de inmediato se alzan voces para hablar de una oposici¨®n de clase entre la Polic¨ªa Militar que destruye los cuerpos y los enmascarados que destruyen fachadas de edificios y ¡°coches¡±, hay algo que extra?ar. Es interesante notar tambi¨¦n que, en el mismo momento, se recuerda repetidamente la muerte del camar¨®grafo Santiago Andrade, causada por dos manifestantes en R¨ªo, en 2013, durante una protesta con violenta represi¨®n de la polic¨ªa. De este modo, se marca que los ¡°black blocs¡± destruyeron una vida humana.
Es fundamental exigir justicia para Santiago, y se debe juzgar y castigar a los responsables, que ya han pasado 13 meses en la c¨¢rcel por el acto que cometieron. As¨ª como es importante exigir justicia para todos aquellos que fueron asesinados en Brasil y cuya muerte sigue impune. Dicho esto, hay que reconocer que la destrucci¨®n de vidas no es una t¨¢ctica black bloc. Pero la violencia contra los manifestantes es una pr¨¢ctica corriente de la Polic¨ªa Militar en las protestas, con o sin black blocs. Excepto en las manifestaciones por el impeachment.
Lo m¨¢s importante, sin embargo, es entender que una instituci¨®n es diferente de un individuo y que, por lo tanto, no son comparables. Cuando la Polic¨ªa Militar mata sistem¨¢ticamente ¡ªy la de Brasil es una de las que m¨¢s matan en el mundo y tambi¨¦n una de las fuerzas en las que m¨¢s mueren polic¨ªas, en comparaci¨®n con otros pa¨ªses¡ª, es el Estado el que mata. Por eso algunos grupos de la sociedad civil han afirmado que el genocidio de la juventud negra es una pol¨ªtica de Estado en Brasil. En el caso de las manifestaciones, la Polic¨ªa Militar, como representante de las fuerzas de seguridad del Estado, no podr¨ªa hacer una actuaci¨®n selectiva, ni convertirse en una oposici¨®n a los manifestantes, sean los que fueren. Cuando lo hace, rompe la ley y se convierte en una amenaza al Estado de derecho.
Cuando la Polic¨ªa Militar rompe la ley, se convierte en una amenaza al Estado de derecho
Es significativo que la prioridad de las fuerzas de seguridad, como ya se ha vuelto evidente, sea proteger las cosas y no los cuerpos. Tambi¨¦n de cuerpos y de cosas se trata la actual disputa. Existe una posibilidad de que las manifestaciones por el Fuera Temer y las Directas Ya crezcan con el avance del proyecto del actual Gobierno. Y el proyecto que avanza impacta profundamente en los cuerpos, al tocar las relaciones y la jornada de trabajo, las pensiones y las inversiones en salud y educaci¨®n. El discurso para quebrar m¨¢s a los quebrados es el mismo de siempre: sin eso, el pa¨ªs va a quebrar.
Qui¨¦nes quiebran, c¨®mo quiebran y por qu¨¦ quiebran es m¨¢s complejo de lo que se intenta hacer parecer. Los habituales quebrados se han acostumbrado a o¨ªr, en diferentes per¨ªodos hist¨®ricos, que es necesario quebrarlos m¨¢s para que el pa¨ªs no quiebre. Nunca se habla, por ejemplo, de pol¨ªticas para quebrar un poco los ingresos de los ricos y redistribuirlos de manera que los quebrados de siempre se vuelvan un poco menos quebrados. No. La ¨²nica salida es quebrar m¨¢s a quienes ya est¨¢n quebrados. As¨ª, un proyecto que pertenece al campo de la pol¨ªtica se transforma en un dogma propagado por gur¨²s de la econom¨ªa en el altar en el que los sacrificados son siempre los mismos. En este caso espec¨ªfico, la elecci¨®n de un proyecto no elegido y, por lo tanto, sin legitimidad democr¨¢tica para interferir tan profundamente en la vida cotidiana de los brasile?os, sin legitimidad para impactar tan profundamente en los cuerpos.
Cuando los black blocs regresan al escenario de la disputa, ya se est¨¦ o no de acuerdo con su t¨¢ctica, hay que mirar cu¨¢les son las vidrieras que rompen. Y desconfiar de por qu¨¦ la rotura de esas vidrieras ha causado tanto ruido y ha movilizado tanto humo.
No hay ilusiones ni bipolarizaci¨®n aqu¨ª. Aunque Dilma Rousseff promet¨ªa ¡°ning¨²n derecho menos¡± en su toma de posesi¨®n, fue durante su Gobierno cuando comenz¨® el ¡°otro derecho menos¡±, y es su ley antiterrorismo la que permite criminalizar a los manifestantes. Fue tambi¨¦n Dilma Rousseff la que comenz¨® a poner en pr¨¢ctica un proyecto que no fue elegido ya al d¨ªa siguiente. Con Temer, ahora, ya son muchos m¨¢s derechos menos. Y la resta solo hace crecer este resultado.
Lo que se discute es cu¨¢ntos derechos menos los cuerpos de los quebrados conseguir¨¢n soportar
Lo que est¨¢ en juego en este momento es cu¨¢ntos derechos menos los cuerpos de los quebrados conseguir¨¢n aguantar sin reaccionar. Y durante cu¨¢nto tiempo una buena parte de los brasile?os continuar¨¢n lamentando m¨¢s la destrucci¨®n de las cosas que la de los cuerpos.
A los black blocs los han golpeado desde la derecha y tambi¨¦n desde la izquierda. Tal unanimidad debe generar, como m¨ªnimo, curiosidad. Hay que entender que, estando o no de acuerdo con la t¨¢ctica, se?alan el impasse inevitable de Brasil, ayer y hoy: aquel que se produce entre los cuerpos y las cosas.
* Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ningu¨¦m v¨º, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas.
Sitio web: desacontecimentos.com Email: elianebrum.coluna@gmail.com Twitter: brumelianebrum
Traducci¨®n de ?scar Curros
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