Los trabajadores del acero aqu¨ª ya no creen en el libre comercio

Lou se siente profundamente satisfecho de lo que ha hecho. Marcando el contestador autom¨¢tico, repasa todos los mensajes recibidos durante los ¨²ltimos meses como si dibujara una escena de caza: el New York Times, el Washington Post, el Telegraph¡­ Los periodistas de los diarios m¨¢s prestigiosos de dentro y fuera de EE.UU han desfilado por su despacho, en Monessen, un municipio de 7.500 habitantes, perdido en un meandro del Monongahela, al Este de Pensilvania.

¡°Incluso ha venido un periodista japon¨¦s¡±, comenta bromeando. Pero estos reporteros no han venido a verle a ¨¦l, alcalde de esta peque?a poblaci¨®n que agoniza desde hace tiempo entre sus altos hornos; han venido a visitar la ciudad en la que Donald Trump escogi¨® para presentar su programa econ¨®mico con una promesa simple: ¡°Devolver la grandeza¡± a Monessen.

Y es que, en la actualidad, hay que estar jubilado para poder vivir aqu¨ª. Hay poco trabajo y mucho resentimiento y rencor. ¡°Los pol¨ªticos se han re¨ªdo de nosotros¡±, suelta Emory Terensky, obrero reci¨¦n jubilado. Este dem¨®crata de toda la vida se siente traicionado por el partido de Hillary Clinton: ¡°Han bombardeado nuestra industria. En los a?os 30 suministramos todos los cables del Golden Gate Bridge de San Francisco. ?Sabes de d¨®nde vienen ahora los cables? ?De China! En serio. Y si un d¨ªa tenemos que declarar la guerra a los chinos, ?qu¨¦ hacemos? ?Les pedimos que nos vendan su acero para construir nuestros tanques?¡±. En Monessen ya nadie cree en los beneficios del libre mercado. De hecho, el pr¨®ximo mes de noviembre, Emory Terensky votar¨¢ a Donald Trump.