A Saturno lo devoran sus hijos
Los populismos autocr¨¢ticos, nacionalistas y atrasados del Este han impuesto sus temores y su lenguaje facha en la cumbre de Bratislava
Alarma, la UE vive horas bajas. El dios romano Saturno se com¨ªa a sus hijos para evitar que le hicieran lo que ¨¦l a su padre: castrarlo. Los hijos de un mejor Saturno, la Europa de historial democr¨¢tico, que no los supo digerir bien, est¨¢n ya devor¨¢ndola. Los populismos autocr¨¢ticos, nacionalistas y atrasados del Este ¡ªlos nuevos socios de la UE, los pa¨ªses de la Europa central y oriental, pecos¡ª han impuesto sus temores y su lenguaje facha en la cumbre de Bratislava del viernes. Y, para m¨¢s inri, bajo la batuta de su dirigente m¨¢s liberal, el polaco centrista Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo.
Lo peor de todo es el triunfo y ¨¦xtasis de la xenofobia. En la Hoja de ruta de Bratislava, el programa de acci¨®n oficial, se alcanza lo moralmente m¨¢s ruin: llamar a las cosas por otro nombre, y odioso. A los refugiados y otros migrantes sin papeles se les denomina ¡°inmigrantes irregulares¡±. ?Hay personas irregulares o ilegales? Solo lo son las situaciones. Los ¨²nicos irregulares son los 27 jefes de Gobierno que firman ese desatino.
A partir de ah¨ª, todo es posible. La ¨²nica pol¨ªtica propugnada contra esa plaga es el palo. O sea, el ¡°pleno control de las fronteras exteriores¡± de la Uni¨®n, flamante guardia costera (bien) y antijur¨ªdico pacto con Turqu¨ªa (mal) incluidos. Es la Europa inasequible, la almena desde la que disparar al irregular. La ¨²nica y leve menci¨®n a la zanahoria es la ¡°cooperaci¨®n y di¨¢logo¡± con terceros pa¨ªses para que devuelvan a los huidos: sin desarrollar pautas para su necesario desarrollo econ¨®mico.
Ese documento funesto hay que leerlo seg¨²n la ¨®ptica de la Carta del presidente Tusk a los 27. En ella deplora que los europeos ¡°han escuchado con demasiada frecuencia declaraciones pol¨ªticamente correctas de que Europa no debe convertirse en una fortaleza, de que debe mantenerse abierta¡±. Es un puntapi¨¦ a la valerosa (en este asunto clave, el m¨¢s clave) canciller Angela Merkel, y a todos quienes fueron pol¨ªtica y moralmente correctos al aceptar el deber hist¨®rico de acoger en su seno a los democr¨¢ticamente inmaduros pecos: fiascos de ahora.
Critica Tusk ¡°la falta de una estrategia europea uniforme¡± sobre el caso, como si la Comisi¨®n no hubiera pugnado por mantener las puertas abiertas y por reubicar a los refugiados sirios: no un capricho, sino un deber jur¨ªdico humanitario internacional. Claro que ni ¨¦l ni sus colegas se personaron en Lesbos con el papa Francisco, no subieron a una balsa a comprobar que un ¡°irregular¡± tambi¨¦n llora.
La desaz¨®n es m¨¢xima si se comprueba que el casi ¨²nico a¨²n algo sensato, el presidente de la Comisi¨®n, Jean-Claude Juncker, encaja la verg¨¹enza. En su discurso del mi¨¦rcoles sobre el estado de la Uni¨®n ante el Parlamento Europeo omiti¨® toda referencia a los muertos del Mediterr¨¢neo. Y toda cr¨ªtica porque los 13.000 reubicados por los Gobiernos no alcancen ni el 10% de los 160.000 comprometidos: no fuese que le tumbasen tambi¨¦n a ¨¦l, como quer¨ªan los de Orb¨¢n y los de Kaczynski.
En suma, la cumbre a 27 de Bratislava es un conclave de guerra fr¨ªa contra los refugiados, y ¡ªalgo mejor¡ª, contra el imperialismo de Vlad¨ªmir Putin y las tramas terroristas. Pero esta obsesi¨®n securitaria dictada por los miedos es solo reactiva. Busca contener los efectos de los peligros, no afrontar sus causas proyectando seguridades al exterior, como pretend¨ªa la Estrategia de Tesal¨®nica de 2003.
Y minimiza la profundizaci¨®n en la uni¨®n econ¨®mica-monetaria, salvo, oh coartada, los j¨®venes parados, pero no los maduros en desempleo de larga duraci¨®n. No hay agenda social ninguna contra el malestar de los arrumbados en la cuneta de la crisis y la globalizaci¨®n asim¨¦trica, nada para los perdedores de la austeridad, para los humillados por la pobreza energ¨¦tica, para los desiguales de por abajo.
La ¨²nica esperanza es que Bratislava sea solo un par¨¦ntesis. Ojal¨¢.
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