Un Estado, dos mundos
Los Agena en Lincoln votan a Clinton, los Burns en Mason City apoyan a Trump. As¨ª de diferente piensan dos familias en Nebraska sobre las elecciones
Los bares est¨¢n llenos, los hoteles sin disponibilidad. Durante el fin de semana, Lincoln, la capital de Nebraska, ha sido invadida por los fan¨¢ticos del f¨²tbol americano. La ciudad festeja, baila y grita.
Andy Agena se pelea con su coche por el centro de la ciudad. Este inform¨¢tico vive en Lincoln desde hace unos 15 a?os, antes estuvo mucho tiempo viviendo en Washington y en varios pa¨ªses africanos. All¨ª se ha dedicado al trabajo con los refugiados. Su mujer, Fran?oise, lleg¨® de Francia a Lincoln por un a?o de intercambio, por Andy se mud¨® definitivamente a los Estados Unidos. "Probablemente no seamos una t¨ªpica familia de Nebraska", dice Andy.
Lo mismo se aplica a sus afiliaciones pol¨ªticas. Los Agena son para Nebraska muy liberales. Bernie Sanders hubiese sido su presidente favorito, ahora tendr¨¢n que centrarse en Hillary Clinton. Tampoco es que se muestren entusiasmados: "Este a?o no existe elecci¨®n correcta". Donald Trump no es una opci¨®n: "Es repulsivo y racista", dice Andy. Los Agena trabajan los dos en la Universidad: "Con un presidente republicano es mayor el peligro de que haya recortes financieros en la educaci¨®n". Ya sea Clinton o Trump quien llegue al poder, esto podr¨ªa influir en su trabajo.
En el jard¨ªn de la casa familiar, Andy hace unas hamburguesas a la parrilla. El humo sube y desaparece detr¨¢s de la pomposa casa del ¨¢rbol que el padre de la familia construy¨® para sus hijos Lola y Enzo.
Su padre, sin embargo, votar¨ªa a Trump, aclara Andy y lanza una sonrisa a su hija Lola. Al parecer, ¨¦sta todav¨ªa est¨¢ en shock de cuando golpe¨® a su abuelo con las manos en la boca cuando ¨¦ste empez¨® a contarle maravillas sobre Trump. Todav¨ªa hoy se r¨ªe entre dientes la joven de 13 a?os al recordar aquella escena, mientras echa k¨¦tchup a sus hamburguesas.
Tres horas en coche al oeste el panorama es diferente. En el coraz¨®n de Nebraska, all¨ª donde en el borde de las calles hay m¨¢s balas de heno que casas, se encuentra Mason City. El "City" del nombre resulta enga?oso, aqu¨ª solo viven 150 personas. Cada 10 minutos se escucha el repiqueteo y el silbido. Un tren con sus vagones oxidados cargados de carb¨®n atraviesa el pueblo.
Jean y Luanne Burns est¨¢n sentados en la terraza. Acaban de regresar de misa, a tan solo unos 20 pasos de su casa. Hacen se?as con alegr¨ªa. "?Eres la alumna de intercambio de Casey?", grita Luanne. Los extranjeros nunca vienen a Mason City. Los periodistas menos todav¨ªa.
Aqu¨ª somos conservadores, dicen los Burns con cierto orgullo. Jean ha vivido toda su vida en Mason City: "Y he sido republicano toda mi vida". Eso no lo voy a cambiar ahora. La pareja votar¨¢ a Donald Trump en noviembre: "Primero va a cuidar de los Estados Unidos y despu¨¦s se ocupar¨¢ del resto del mundo", dice Luanne. A los Burns les molesta cuando Estados Unidos env¨ªa ayuda al desarrollo a otros pa¨ªses: "Aqu¨ª se necesita dinero".
Y es que tambi¨¦n en Mason City hay familias que necesitan ayuda. Las zonas rurales de Nebraska viven principalmente de la agricultura. Luanne trabaja para una empresa que produce fertilizantes para los cereales y la familia de Jean ha tenido durante mucho tiempo una granja. "La agricultura es necesaria para que todos puedan comer", dice Jean. A la gente de la ciudad a menudo se le olvida. Espera que Donald Trump en la presidencia vuelva a dar valor a este sector.
Para despedirse, los Burns bajan de su porche y saludan con gestos. Se escucha el repiqueteo y el silbido. Un tren atraviesa Mason City y desaparece nuevamente detr¨¢s de las verdes colinas.
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