¡°Que los ayuden en sus pa¨ªses¡±
Los vecinos de las zonas fronterizas repiten los mensajes de las campa?as del Gobierno contra la inmigraci¨®n
Iona e Ilona, madre e hija, esperan el autob¨²s en la estaci¨®n de Asotthalom, un pueblo de menos de 3.800 habitantes junto a la frontera con Serbia. A unos kil¨®metros se levanta la valla que, desde hace un a?o, separa Hungr¨ªa de su vecino balc¨¢nico. Ambas mujeres, que trabajan en la limpieza de los campos agr¨ªcolas de la zona, se muestran encantadas con la construcci¨®n del muro que, dicen, les da seguridad. Una doble alambrada cubierta de espinos que es la medida estrella de la pol¨ªtica contra la inmigraci¨®n del Ejecutivo de V¨ªktor Orb¨¢n, que quiere ahora reforzarla con c¨¢maras y sistemas electr¨®nicos. Su objetivo es lograr reducir a cero las entradas irregulares, que el verano pasado se contaban por miles diarias.
El alcalde de Asotthalom, Laszlo Torockai, del ultraderechista Jobbik, afirma que todav¨ªa hay personas que cruzan la frontera sin permiso, cortando la valla asesorados o acompa?ados por las mafias que, asegura, disponen de drones con c¨¢maras para vigilar la zona. "Honestamente nuestros medios est¨¢n muy lejos de los que manejan los traficantes", se lamentan en el Ayuntamiento de la peque?a localidad. En plena crisis de los refugiados, Asotthalom se convirti¨® en un foco principal de entrada a Hungr¨ªa (algo menos de 10 millones de habitantes y miembro de la UE desde 2004), y su alcalde en uno de los primeros en defender la idea de blindar el pa¨ªs a trav¨¦s de un muro, que hoy cosecha el apoyo de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.?
Una reciente encuesta de N¨¦zopont Int¨¦ret muestra que el 68% de los h¨²ngaros est¨¢ ¡°satisfecho¡± con las medidas del Gobierno h¨²ngaro para reducir las entradas de inmigrantes y refugiados. El muro de Orb¨¢n tiene apoyos incluso entre los votantes de la oposici¨®n quienes respaldan esas pol¨ªticas en un 51%.
En Asotthalom, esos apoyos parecen ser todav¨ªa mayores. El alcalde Torockai, que tambi¨¦n es vicepresidente del xen¨®fobo partido Jobbik y que se ha convertido en una de las voces m¨¢s agresivas contra los migrantes y refugiados a quienes denomina "invasores" y "futuros terroristas", ha puesto en marcha una brigada fronteriza formada por 18 ciudadanos que "ayudan" a vigilar su zona de la frontera y denuncian a los sin papeles. El fin de semana, dicen en el Ayuntamiento, estas patrullas detectaron a 20 paquistan¨ªes y cuatro vietnamitas que hab¨ªan cruzado a Hungr¨ªa por un hueco hecho en la valla. Torockai ha publicado sus fotograf¨ªas en su p¨¢gina de Facebook, en la que habitualmente habla de su percepci¨®n de la situaci¨®n en la frontera y de su lucha contra los "invasores" o "futuros terroristas".
El trato a los refugiados y migrantes de estas milicias ha sido duramente criticado por organizaciones de derechos humanos como Amnist¨ªa Internacional o Human Rights Watch, que en sus informes denuncia frecuentes malos tratos y abusos verbales por parte de estos grupos. Su uniforme, de camuflaje o ropa muy similar a la de la polic¨ªa, hace adem¨¢s que sea complicado diferenciarlos de las fuerzas regulares. En R?szke, otro de los pueblos fronterizos, los mensajes son menos agresivos, pero la percepci¨®n de la valla y los extranjeros son muy similares. ¡°Yo no digo que no haya que ayudarles, pero es mejor que se haga en sus pa¨ªses. Son personas que tienen otra cultura, que no respetan a las mujeres, por ejemplo¡±, afirma Levente, un joven de 24 a?os que vende ropa y aparatos de ferreter¨ªa en un escu¨¢lido mercadillo instalado en una plaza de la localidad.
Levente y su esposa, Marieta, tienen una hija de tres a?os. ¡°El a?o pasado tem¨ªa por mi mujer y mi ni?a. Los inmigrantes traen muchos problemas de seguridad, las violaciones y los robos subieron cuando estaban aqu¨ª¡±, asegura el hombre, que replica los lemas de las campa?as del Gobierno contra la inmigraci¨®n. Pero ni Levente ni Marieta conocen a nadie que haya tenido nunca un problema con uno de los extranjeros que atravesaron desde Serbia.
Tampoco la due?a de la c¨¦ntrica cafeter¨ªa a la que muchos vecinos acuden a tomar un pastelito a medio d¨ªa o a media tarde. La mujer, que prefiere no dar su nombre, defiende que el "modo de vida" de los migrantes es "completamente diferente" al de los h¨²ngaros. Aunque en R?szke, localizada al lado mismo de la valla de espinos, reconoce, nunca se han visto muchos extranjeros.
Con el muro, Hungr¨ªa, que recibi¨® unas 175.000 solicitudes de asilo en 2015 (la tasa m¨¢s alta de peticiones por cada 100.000 habitantes), ha reducido las entradas formales a una veintena al d¨ªa aproximadamente. Los campamentos que antes rodeaban la zona serbia de la frontera han desaparecido. La mayor¨ªa de quienes a¨²n se decantan por esta ruta, cada vez m¨¢s complicada, son trasladados ahora a centros en las llamadas zonas de tr¨¢nsito, que no pueden visitarse sin el permiso del Gobierno "por razones de seguridad".
Sin embargo, en Serbia, cerca de Horgos, a unos cinco kil¨®metros a pie del borde h¨²ngaro, separados por una peque?a caminata de la UE, todav¨ªa queda un campamento semi-formal lleno de basura y escombros en el que hoy aguardan entre 50 y 80 personas ¡ªsobre todo afganos, algunos iraqu¨ªes y paquistan¨ªes¡ª que aspiran a cruzar. All¨ª, junto a una de las tiendas de campa?a donde duermen, Ahmed Khan y Nagib Bula, dos afganos de 21 y 17 a?os, cuentan que aspiran a reunirse pronto con su familia en Austria. Khan explica que logr¨® entrar en Hungr¨ªa el mi¨¦rcoles. ¡°Me devolvieron unas horas despu¨¦s y ahora estoy otra vez aqu¨ª. Lo volver¨¦ a intentar¡±, relata encogi¨¦ndose de hombros. Asegura que hace seis meses que sali¨® de su pa¨ªs.
Junto a los j¨®venes, Mariam y su esposo tratan de calentar agua en una peque?a hoguera. Les observan sus cuatro hijos ¡ªde entre 17 y ocho a?os¡ª, y su sobrino, que les acompa?a en el viaje que emprendieron hace nueve meses. Con la mirada algo triste, la amable mujer reconoce que teme lo que pueda encontrarse, el rechazo, al otro lado, pero eso no le echa para atr¨¢s: ¡°Venimos de una guerra, no hay que olvidarlo¡±.
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