El horrible mundo de Trump

El da?o ya est¨¢ hecho. Aunque Donald Trump no se convierta en el hombre m¨¢s poderoso del planeta, el solo hecho de que haya conseguido la nominaci¨®n como candidato de uno de los dos grandes partidos ha modificado definitivamente la pol¨ªtica americana y la idea que el resto del mundo se hace de Estados Unidos y de su democracia. En vez de devolver a su pa¨ªs la supuesta grandeza perdida (Make America Great Again, como reza su lema), ya est¨¢ consiguiendo con sus declaraciones disminuir su prestigio y su influencia en el mundo.

Mientras dure la campa?a, Donald Trump puede seguir viviendo en la realidad paralela que denuncia su rival Hillary Clinton, en la que la idea de verdad y de mentira se diluyen y se abre paso la posverdad, esa hija de los medios de comunicaci¨®n y de las redes sociales que convierte las opiniones en sagradas y los hechos en discutibles y tanto excita los instintos populistas de los votantes. Pero si obtiene la presidencia, no habr¨¢ forma de esquivar la dura realidad de un presidente fundamentalmente deshonesto en su relaci¨®n con la realidad, que desconoce los problemas m¨¢s fundamentales que debe tratar el primer magistrado de Estados Unidos y para colmo posee un car¨¢cter y unas ideas totalmente err¨¢ticas e imprevisibles.

Trump se ha manifestado a favor de utilizar las armas at¨®micas contra el Estado Isl¨¢mico en Siria e Irak, en una acci¨®n que probablemente desencadenar¨ªa una guerra de enormes dimensiones y probablemente una respuesta nuclear rusa. Abonando la realizaci¨®n de un disparo nuclear en Oriente Pr¨®ximo sin amenaza del mismo rango, Trump ha demostrado tambi¨¦n que no sabe exactamente lo que significa el primer disparo de un arma nuclear, una eventualidad que EE UU se reserva como uno de los elementos de la disuasi¨®n y que el agresivo y belicista candidato republicano descart¨® a preguntas de un periodista, a pesar de que el pa¨ªs que reconoce que nunca accionar¨¢ el primero el arma nuclear baja un escal¨®n en su capacidad disuasiva. En otra ocasi¨®n, y tambi¨¦n a preguntas de un periodista, ha exhibido su desconocimiento de lo que es la tr¨ªada nuclear, piedra angular de la estrategia estadounidense, fundamentada en la acci¨®n de los bombarderos de la fuerza a¨¦rea, los lanzamisiles terrestres y los submarinos.

Pero lo peor de todo, por sus efectos inmediatos, son sus declaraciones a favor de la adquisici¨®n del arma nuclear por parte de Jap¨®n para que pueda defenderse de la amenaza de Corea del Norte, en abierta contradicci¨®n ya no con la cobertura del paraguas nuclear estadounidense sobre sus aliados asi¨¢ticos y con la Constituci¨®n japonesa, sino incluso con los principios de la no proliferaci¨®n. En la l¨®gica de Trump, que considera excesivo el gasto de Washington en la defensa de sus aliados, todos los pa¨ªses hasta ahora a cubierto de la disuasi¨®n estadounidense, como Alemania o Corea del Sur, deber¨ªan apa?¨¢rselas por su cuenta. Estas ideas invalidan la entera l¨®gica de la Alianza Atl¨¢ntica y siembran la inquietud en los pa¨ªses m¨¢s directamente amenazados, como son los b¨¢lticos.

Trump imagina un EE UU aislacionista en pol¨ªtica internacional y proteccionista en migraciones y comercio, que levantar¨ªa barreras f¨ªsicas en sus fronteras m¨¢s fr¨¢giles, como la de M¨¦xico, y tarifarias y aduaneras en sustituci¨®n de los grandes tratados de libre comercio, como el Nafta, e incluso de las instituciones internacionales, como la Organizaci¨®n Mundial de Comercio, que abandonar¨ªa. Sus ideas conducen directamente a la recesi¨®n, como ha se?alado el ex secretario del Tesoro Larry Summers. Seg¨²n le ha contado el economista a Osnos, en su reportaje de The New Yorker, ¡°la percepci¨®n de que podemos emprender el camino de unas pol¨ªticas hipernacionalistas ser¨ªa muy da?ina para la confianza global e incrementar¨ªa el riesgo de crisis financieras en los mercados emergentes¡±. Dados sus antecedentes empresariales, en los que abundan las quiebras y los impagos, Trump ha tenido que aclarar a The Wall Street Journal que considera sagrado el servicio de la deuda federal.

Trump se ha enajenado las opiniones p¨²blicas de todo el mundo, pero especialmente de los pa¨ªses latinoamericanos, ¨¢rabes y musulmanes, se?alados directamente como objeto de las limitaciones a la inmigraci¨®n y de los controles que quiere imponer para entrar en EE UU. Solo despierta simpat¨ªas entre los extremistas, incluso de signo contrario: su islamofobia sintoniza con la extrema derecha en Europa y en Israel, pero a la vez cae de maravilla entre los propios yihadistas del ISIS, que le consideran ¡°el enemigo perfecto¡±, al que han utilizado al menos en tres v¨ªdeos para ilustrar la islamofobia occidental. Si vence, piensan que contribuir¨¢ a radicalizar a los musulmanes en Europa y EE UU. Incluso en Ir¨¢n suscita preocupaci¨®n entre los reformistas, que propiciaron el pacto de desarme nuclear, y simpat¨ªas entre los extremistas, que quieren romper el acuerdo nuclear para volver a la fabricaci¨®n de la bomba y encuentran en el revisionismo de Trump la excusa perfecta.

Un apartado especial merecen sus simpat¨ªas por Putin y su alineamiento con las posiciones neoimperialistas rusas. El l¨ªder populista ruso y aliado de Putin Vlad¨ªmir Zirinovski ha se?alado que los estadounidenses deben elegir a Trump si quieren evitar la guerra nuclear. Trump ha avalado el papel de Rusia en Siria y la anexi¨®n de Crimea, y no ha tenido inconveniente en hacer de abogado defensor de Mosc¨² ante las sospechas de guerra cibern¨¦tica o al menos de manipulaci¨®n de Wikileaks para atacar a Hillary Clinton.

Hay un da?o incalculable que ya afecta a la pol¨ªtica dom¨¦stica y se concentra en el Partido Republicano, pero hay otro da?o de puertas afuera que afecta al prestigio de EE UU, de su a?eja democracia e incluso de la democracia en general. A la vista de lo que puede deparar la elecci¨®n presidencial estadounidense, salen ganando las descalificaciones de la democracia representativa como sistema para gobernar la complejidad del mundo actual. Aunque Trump no llegue a entrar en la Casa Blanca, la campa?a presidencial ya es todo un ¨¦xito propagand¨ªstico para los sistemas autoritarios y especialmente para los m¨¢s serios y previsibles, como es el caso del que monopoliza el Partido Comunista de China.