Los esc¨¢ndalos de Trump avivan el debate sobre el sexismo en EE UU
Salvo el candidato y algunos de sus seguidores, nadie ha puesto en duda las denuncias de las mujeres que sufrieron las agresiones
Estados Unidos puede elegir dentro de tres semanas, por primera vez en su historia, a una mujer como presidenta de la naci¨®n. Ni ella ni ninguna de sus estrategias de los ¨²ltimos meses han logrado sin embargo que el sexismo, la desigualdad salarial, la discriminaci¨®n ni la violencia contra las mujeres sea uno de los temas centrales de esta campa?a. El encargado de abrir una de esas conversaciones que hacen girar las tuercas de la sociedad ha sido precisamente su rival, un empresario multimillonario cazado en una conversaci¨®n en la que presum¨ªa de agredir impunemente a las mujeres.
¡°Cuando eres famoso te dejan hacerles cualquier cosa¡±, dec¨ªa Donald Trump en un v¨ªdeo en el que hablaba de ¡°agarrar a las mujeres por el co?o¡± o besarles sin permiso. ?l lo calific¨® de ¡°lenguaje de vestuario¡±, pero EE UU no se lo ha tomado as¨ª. Hay series de mensajes en Twitter en los que las usuarias cuentan en primera persona c¨®mo han sufrido agresiones similares. Hay pol¨ªticos que rechazan las palabras del candidato porque las consideran inaceptables ¡°como padres¡± y ¡°como esposos¡± ¡ªv¨¦ase Mitt Romney, John McCain o Paul Ryan¡ª y otros que aseguran que no hace falta ser lo uno ni lo otro, ¡°sino un ser humano decente¡±, como Barack Obama.
En una campa?a marcada por las pol¨¦micas que se apagan en lo que tarda en escribirse un tweet, la provocada por el el sexismo de Trump sobrevive ya m¨¢s de una semana. Y salvo el candidato y algunos de sus seguidores, casi nadie ha puesto en duda las alegaciones de las mujeres que han explicado en primera persona las agresiones que sufrieron ¡ªalgunas de ellas en los a?os 80¡ª por parte del empresario que ha hecho estallar todas las costuras de la campa?a electoral.
El episodio ha provocado que el sexismo deje de ser una conversaci¨®n limitada a sectores concretos de la sociedad y d¨¦ el salto definitivo hasta no poder ser ignorada. Nunca antes una primera dama hab¨ªa hablado en un discurso sobre c¨®mo las palabras empleadas por Trump ¡°te hacen sentir igual que cuando vas por la calle y un hombre empieza a caminar cerca y decirte cosas sucias¡±, como explic¨® Michelle Obama durante un acto en apoyo a Clinton.
Tampoco antes se hab¨ªa o¨ªdo hablar en m¨ªtines de ¡°cuando ese hombre con el que trabajas te hace sentir inc¨®moda en tu propia piel¡±, ni de c¨®mo esas palabras hac¨ªan eco de ¡°las historias de nuestras madres y nuestras abuelas, de cuando su jefe pod¨ªa hacer lo que quisiera¡± con ellas, de la creencia con la que otros como Trump hablan ¡°de que le puedes hacer cualquier cosa¡± a una mujer. A Obama se le entrecortaba la voz al hablar, pero concluy¨® ¡°eso es cruel, eso asusta y, la verdad, hace da?o¡±.
Las mujeres que la semana pasada revelaron que hab¨ªan sufrido agresiones de Trump en el pasado aseguran que decidieron contarlo despu¨¦s de que el candidato se negara a reconocer sus acciones durante el debate presidencial. Y a pesar de los intentos de asesores de Trump que califican que las alegaciones ¡°son de hace d¨¦cadas¡±, que ¡°cualquier mujer razonable lo habr¨ªa dicho en su d¨ªa¡± o que las demandantes ¡°no son cre¨ªbles¡± porque supuestamente apoyan a Clinton, esa narrativa no ha calado como pudo hacerlo en el pasado.
S¨ª lo han hecho las explicaciones de tantas mujeres que, en palabras de Michelle Obama, ¡°fingimos que esto no nos molesta porque pensamos que admitir cu¨¢nto nos duele nos va a hacer parecer m¨¢s d¨¦biles¡±; quienes recuerdan los a?os que puede tardar una v¨ªctima de agresi¨®n sexual en reconocer y denunciar los hechos, el miedo a que esa demanda se adue?e de tu vida, el coste econ¨®mico, emocional y profesional del proceso o las perspectivas de obtener justicia.
La realidad que revela el ¨²ltimo esc¨¢ndalo de Trump la resumi¨® esta columna de opini¨®n de la escritora Lindy West en el Times: ¡°Todas las mujeres conocen una versi¨®n de Donald Trump¡±. Y la pol¨¦mica, por primera vez, atraviesa todos los sectores de la sociedad y del electorado: esa realidad la conocen las mujeres sean hispanas, asi¨¢ticas, blancas o afroamericanas.
"La cultura de la violaci¨®n en una frase: cuando dices 'los chicos siempre ser¨¢n chicos' o que era 'lenguaje de vestuario' hace que los abusadores piensen que todo el mundo es como ellos", escribe la escritora feminista Jessica Valenti
Eso indicaba lo sucedido cuando una periodista del mismo diario invit¨® a sus seguidoras en Twitter a que compartieran testimonios de agresiones y la respuesta fue apabullante. Otras han publicado sus experiencias en medios de comunicaci¨®n. Linda Dahlstrom relat¨® en primera persona el asalto que sufri¨® hace m¨¢s de dos d¨¦cadas. ¡°Nunca he hablado de ello p¨²blicamente¡±, escribi¨® en Fusion. ¡°Pero se lo he contado a otras mujeres. Y ellas me cuentan sus historias. Todas las tenemos¡±.
As¨ª ha llegado a EE UU el movimiento que recientemente ha creado campa?as para denunciar el acoso a las mujeres en la calle y en el transporte p¨²blico en pa¨ªses como Brasil, M¨¦xico o Colombia. En los ¨²ltimos meses, la campa?a contra la impunidad de las violaciones en los campus universitarios ha recuperado el ¡°no es no¡± que ya difundi¨® el movimiento feminista de los a?os 70 y ha llamado la atenci¨®n sobre la ¡°cultura de la violaci¨®n¡±.
Una violaci¨®n cada dos minutos
Los datos de la Red Nacional contra Violaciones, Abuso e Incesto (RAINN), revelan que menos de 4 de cada 10 v¨ªctimas presentan una denuncia policial. Pero una de cada seis estadounidenses, sin embargo, sufren intento de violaci¨®n o es violada a lo largo de su vida. Son m¨¢s de 288.000 al a?o. Una cada dos minutos, seg¨²n RAINN. Y frente a las dudas de quienes cuestionan a las mujeres que denuncian a Trump, el Centro Nacional de Recursos contra la Violencia Sexual afirma que menos de una de cada diez acusaciones de violaci¨®n son infundadas.
Eso no ha impedido que en episodios como el de esta semana se cuestione p¨²blicamente a quienes denuncian. Este jueves estaban reunidos en la etiqueta de Twitter #NextFakeTrumpVictim (la pr¨®xima v¨ªctima falsa de Trump) y pronto fueron contestados con otra que refleja que la tendencia en la conversaci¨®n en torno a las agresiones sexuales ha cambiado. #WhyWomenDontReport (por qu¨¦ las mujeres no denuncian) se puede resumir en esta aportaci¨®n de Brian Stelter, de CNN, que asegura que los seguidores de Trump ¡°est¨¢n intentando humillar a las v¨ªctimas¡±.
La reacci¨®n ha resultado demasiado familiar a las estadounidenses, que este mismo a?o han visto c¨®mo se cuestionaban las alegaciones de una presentadora de FOX contra el presidente de la cadena, y asesor de Trump, Roger Ailes, y c¨®mo se fueron callando esas mismas dudas cuando, una tras otra, casi 60 mujeres unieron sus voces con testimonios de los abusos perpetrados por Bill Cosby.
Hace apenas unos meses que la carta de una v¨ªctima de una violaci¨®n en la Universidad de Stanford suscit¨® un debate similar tras conocerse que el acusado fue condenado a seis meses de c¨¢rcel. Entonces, hablar de ¡°cultura de violaci¨®n¡± era un argumento para explicar un fen¨®meno que se consideraba aislado, una crisis puntual. Pero Trump, su c¨®moda disculpa, su negativa a reconocer que estaba presumiendo de cometer una agresi¨®n y su tono de asumida impunidad, ha conseguido retratar c¨®mo esa actitud es m¨¢s propia de una cultura generalizada que el error de un empresario convencido de que nadie conseguir¨¢ tumbarle.
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