La ¡®lepenizaci¨®n¡¯ de Occidente
La gran racha electoral que empieza en EEUU medir¨¢ no solo la fuerza de partidos nacionalistas, sino el grado de infiltraci¨®n de sus ideas en el debate pol¨ªtico general
Cuando en 2002 dej¨® en estado de shock a Europa logrando acceder a la segunda vuelta de las presidenciales francesas, Jean-Marie Le Pen era un fen¨®meno pol¨ªtico todav¨ªa sustancialmente aislado. Al otro lado de los Alpes, Gianfranco Fini y su Alianza Nacional recorr¨ªan sendas similares con cierto ¨¦xito, y en Austria J?rg Haider y su FP? tambi¨¦n cosechaban ¨¦xitos. Pero los principales pa¨ªses occidentales ¡ªEstados Unidos, Reino Unido, Alemania, la propia Espa?a¡ª parec¨ªan inmunes a esa radical mezcla de proclamas nacionalistas y proteccionistas de las que el Frente Nacional franc¨¦s ha sido bandera.
El aislamiento de Le Pen no solo radicaba en el reducido n¨²mero y peso de aliados ideol¨®gicos en la escena internacional, sino tambi¨¦n en lo que en Francia se defin¨ªa como cordon sanitaire, una suerte de l¨ªnea Maginot de las dem¨¢s formaciones pol¨ªticas frente a un adversario al que se trataba como un apestado y que inclu¨ªa el rechazo a cualquier clase de cooperaci¨®n.
Ese tiempo se evapor¨®. El lepenismo avanza firme en Occidente. Formaciones de inspiraci¨®n ideol¨®gica asimilable han brotado y florecido en muchos lares, desde Escandinavia, tradicional faro mundial de la socialdemocracia, a la hist¨®ricamente abierta y librecambista Holanda (y la parte flamenca de B¨¦lgica); desde Reino Unido, con el triunfo del UKIP y sus trascendentales consecuencias, hasta EE UU, con la deriva del Partido Republicano que empez¨® con el Tea Party y llega hasta Donald Trump. Incluso en Alemania, vacunada tras la Segunda Guerra Mundial durante d¨¦cadas contra el derechismo radical, han cogido fuerza las opciones de esa ¨ªndole.
Pero el lepenismo avanza no solo a trav¨¦s del ¨¦xito de las formaciones que abrazan abiertamente esa ideolog¨ªa. Lo hace tambi¨¦n, de forma quiz¨¢ menos perceptible pero igualmente importante, con la infiltraci¨®n de conceptos pol¨ªticos en el discurso y las medidas de formaciones mainstream. Una poderosa racha de citas electorales medir¨¢ ahora el grado de penetraci¨®n del lepenismo en el arco occidental.
La primera es obviamente la trascendental cita estadounidense; despu¨¦s seguir¨¢n las presidenciales austriacas (diciembre); las legislativas holandesas (marzo); las presidenciales francesas (abril/mayo); y las legislativas alemanas (septiembre). Ser¨¢ interesante ver los resultados de Trump, Le Pen, Wilders, Alternativa para Alemania o del candidato ultraderechista austriaco, Norbert Hofer. Pero igual o m¨¢s ser¨¢ observar en qu¨¦ grado otros partidos asumen sus reivindicaciones. El fen¨®meno ya tiene ejemplos evidentes.
El Partido Conservador liderado por Theresa May est¨¢ asumiendo hasta tal punto la tesis del UKIP que Nigel Farage sostiene poder suscribir punto por punto los discursos de la l¨ªder tory; el UKIP, ya sin raz¨®n de ser, se est¨¢ desinflando y sus dirigentes abrazan la causa tory; medios como Financial Times o The Economist, dif¨ªcilmente sospechosos de prejuicios izquierdistas al analizar el Gobierno conservador, observan horrorizados las maniobras de May.
En Francia, los conservadores moderados dirimen ahora en primarias una gran batalla ideol¨®gica, entre un Sarkozy escorado ¡ªa juicio de muchos analistas¡ª hacia posiciones lepenistas; y un Jupp¨¦ m¨¢s en l¨ªnea con la derecha gaullista tradicional.
En Alemania, los poderosos democristianos b¨¢varos han abrazado sin ambages parte del ideario lepenista, reclamando a Angela Merkel, entre otras cosas, que se priorice a los refugiados cristianos. La canciller resiste pero tambi¨¦n empieza a hacer concesiones al ala derecha de su partido, como con la reciente medida para complicar el acceso de los europeos a las prestaciones sociales alemanas. La medida ha sido planteada de forma razonable, pero el que se haga ahora es todo un s¨ªntoma. Alternativa para Alemania ha cosechado una notable racha de victorias.
En EE UU, por ¨²ltimo, las encuestas apuntan a que Trump perder¨¢. Pero el discurso planteado primero por el Tea Party y luego por el magnate ha calado hondo en el Grand Old Party; sus dirigentes moderados han sido completamente marginados; el generalizado apoyo a Trump ¡ªretirado tarde y sin ¨ªmpetu, en un gesto que bien puede considerarse el fracaso moral de quienes sab¨ªan lo que hab¨ªa pero solo se atrevieron cuando el barco se hund¨ªa¡ª marcar¨¢ el partido durante tiempo.
Tres lustros despu¨¦s, mucho ha cambiado. Le Pen padre sufri¨® el cord¨®n sanitario; la UE entera hizo saber que Haider no era bienvenido a sus mesas. Quiz¨¢ fue Italia, una vez m¨¢s, el laboratorio pol¨ªtico premonitorio. Fini dio un lavado de cara a su formaci¨®n posfascista; y Berlusconi lo hizo entrar en el Gobierno. Se conoci¨® como el sdoganamento, el paso de la aduana. El lepenismo ha entrado en el ¨¢gora.
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