Las vidas partidas por la frontera con Estados Unidos
Cientos de familias viven divididas en los l¨ªmites de M¨¦xico y Estados Unidos
Ra¨²l Morales brinca de alegr¨ªa al saber que a su esposa le han dado un permiso para cruzar a Estados Unidos. La abraza y la besa. Esta a las puertas del consulado estadounidense en Ciudad Ju¨¢rez (Chihuahua), un edificio blanco que todos los d¨ªas se llena de la esperanza de cientos de mexicanos para conseguir una visa. En la mayor¨ªa de los casos la respuesta es no, o tal vez, pero esta ma?ana Ra¨²l, de 42 a?os, y su esposa han conseguido el s¨ª. No pueden ocultar la emoci¨®n. Lo han intentado por a?os en los que ¨¦l ha tenido que trabajar en El Paso (Texas) como electricista y ella le ha esperado todos los fines de semana en Ju¨¢rez. Ahora podr¨¢n estar juntos.
Los 3.000 kil¨®metros de frontera entre M¨¦xico y Estados Unidos son una red que une las historias de miles de mexicanos y estadounidenses que han dejado un trozo de su vida en alguno de los dos lados. Un muro, como el que propone el candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, es impensable para cualquiera que ha cruzado una garita hacia el norte. El verdadero temor, dicen, est¨¢ en las leyes migratorias que podr¨ªan restringir el cruce de un mill¨®n de personas al d¨ªa en la frontera. ¡°Mucha gente piensa como Donald Trump en Estados Unidos¡±, reconoce Morales, que inmediatamente se consuela: ¡°pero en El Paso (Texas) no, porque la mayor¨ªa de la gente es latina y no son como ¨¦l¡±.
La configuraci¨®n de las familias en la frontera puede ser tan diversa que una pareja de esposos puede estar separada; un hijo puede pasar 15 a?os sin ver a sus padres; un sobrino puede no conocer a su t¨ªa; un estadounidense puede vivir en M¨¦xico y trabajar en Estados Unidos todos los d¨ªas. La fila para cruzar de Ciudad Ju¨¢rez a El Paso est¨¢ llena de estas historias. ¡°No somos una minor¨ªa, hay cientos de personas en la misma situaci¨®n. Esta es nuestra vida¡±, cuenta Emily Bonderer, una estadounidense que se mud¨® a Ciudad Ju¨¢rez y todos los d¨ªas atraviesa el r¨ªo Bravo para trabajar en El Paso.
Bonderer lleva m¨¢s de seis a?os en Ju¨¢rez. Su esposo es mexicano y por sus antecedentes como inmigrante no puede conseguir una visa hasta 2020. La pareja eligi¨® una vida transfronteriza en la que la familia convive en M¨¦xico, pero el trabajo est¨¢ en Estados Unidos. Todos los d¨ªas Emily tarda aproximadamente una hora en cruzar la frontera para trabajar. ¡°Era vivir en Estados Unidos escondidos, sabiendo que en cualquier momento iban a deportar a mi marido, o vivir en M¨¦xico¡±. La ecuaci¨®n era sencilla: ella trabajar¨ªa por un buen sueldo en Estados Unidos, mientras ¨¦l se quedar¨ªa en casa cuidando al hijo de ambos en Ciudad Ju¨¢rez. ¡°En M¨¦xico no pagan lo suficiente, mi esposo trabaj¨® en la maquila y le pagaban 60 d¨®lares a la semana, cuando cualquiera puede hacer eso en un d¨ªa en El Paso¡±, explica.
Las propuestas pol¨ªticas en la campa?a en Estados Unidos no pueden aclarar todas las dudas que las familias que viven en los dos lados de la frontera tienen. Un eslogan no contiene el tan ansiado ¡®s¨ª¡¯ para una visa, pero tampoco cierra la puerta del todo. Bonderer y su esposo est¨¢n preocupados y ni siquiera pueden imaginar qu¨¦ har¨ªan si un d¨ªa ambos pudieran cruzar la frontera juntos. ¡°Para m¨ª todo es un poco incierto, hemos estado mucho tiempo esperando por una green card. Con la ley tal cual est¨¢ ahora mi esposo puede acceder a una visa en 2020, pero ahora no s¨¦ qu¨¦ va a pasar con estas elecciones, y no hay certeza sobre lo que cualquiera de los dos candidatos va a hacer respecto a la inmigraci¨®n¡±, comenta.
Una escena in¨¦dita ocurre la tarde del 29 de octubre en el bordo entre Ju¨¢rez y El Paso: la reja que divide a ambos pa¨ªses se ha abierto del lado estadounidense. Por unos minutos algunas familias pueden dar unos pasos sobre el r¨ªo Bravo y abrazar a los suyos. No se trata de una pel¨ªcula o un anuncio publicitario. La Red Fronteriza de los Derechos Humanos, una organizaci¨®n estadounidense formada por migrantes, ha conseguido la autorizaci¨®n del Gobierno de Estados Unidos para reunir a 200 familias divididas por la frontera para que durante tres minutos se abracen. La iniciativa Hugs not Walls?¡ªAbrazos, no muros¡ª enfrenta directamente el discurso de divisi¨®n del republicano Trump.
Ni la organizaci¨®n, ni la guardia fronteriza preguntan por el estatus migratorio de los mexicanos que han corrido a la valla a abrazar a sus familiares. Durante tres minutos, nada de eso importa. La primera familia en abrazarse son un par de hermanas de la Ciudad de M¨¦xico que en 19 a?os no se han visto. La gente en los dos lados del r¨ªo aplaude. Las dos lloran incontrolablemente y ambas se dicen cosas al o¨ªdo que apenas se entienden porque el llanto se ha apoderado de la escena. ¡°Te amo y no quiero volver a separarme de ti¡±, le dice una a la otra, no hay tiempo para rodeos. Al fondo suena una grabaci¨®n de Los Tigres del Norte donde cantan sobre el sue?o americano. ¡°Nuestras comunidades est¨¢n reclamando por un rato este r¨ªo, esta frontera. Una frontera que representa tanta muerte, tanto sacrificio pero tambi¨¦n representa esperanza¡±, dice Fernando Garc¨ªa, presidente de la Red Fronteriza de los Derechos Humanos. La patrulla fronteriza cierra la reja, nadie sabe cu¨¢ndo se volver¨¢ a abrir.
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