El sult¨¢n no lee la prensa
No hay quien pare esta deriva. El mejor term¨®metro lo proporciona el estado de la libertad de expresi¨®n. Turqu¨ªa ya era, antes del golpe de Estado, uno de los pa¨ªses con mayor n¨²mero de periodistas detenidos y encarcelados, seg¨²n denuncia de Reporteros sin Fronteras y del Parlamento Europeo de abril de 2016. Pero la sangrienta intentona del pasado 15 de julio fue una buena excusa para terminar con los remilgos y barrer cualquier disidencia.
Solo faltaba la detenci¨®n de Murat Sanbucu, director de la veterana y prestigiosa cabecera Cumhuriyet, s¨ªmbolo de la Turqu¨ªa laica y kemalista, la m¨¢s europea e ilustrada, junto a quince periodistas de su redacci¨®n, acusados de una doble y contradictoria complicidad con sendos enemigos declarados de Erdogan, la secta isl¨¢mica que dirige Fetul¨¢ G¨¹len, presunta organizadora del acusada del golpe militar, y el prohibido Partido Kurdo de los Trabajadores, tachado de separatista y terrorista.
Ser¨ªa ya muy grave si fuera solo una deriva contra la libertad de expresi¨®n. Pero las cifras de la represi¨®n son escalofriantes. Esta es un de las mayores purgas de las que exista memoria, solo equiparable en cifras de detenidos y destituidos de sus cargos, de momento sin ejecuciones, a las perpetradas por los mayores dictadores del siglo XX, Stalin, Hitler o Mao. Erdogan ya ha dejado caer el regreso inminente a la pena de muerte, para cuya aplicaci¨®n no deben faltar candidatos entre los militares detenidos en la madrugada del 16 de julio.
Turqu¨ªa est¨¢ cambiando de r¨¦gimen, en una transici¨®n hacia atr¨¢s: de la democracia a la dictadura, disfrazada de r¨¦gimen presidencial; de la integraci¨®n europea a la recuperaci¨®n del perdido espacio imperial otomano. Iba a ser el modelo para las democracias ¨¢rabes y ahora lo es de la regresi¨®n autocr¨¢tica. Solo T¨²nez, donde empez¨® la desgraciada primavera ¨¢rabe, mejora en est¨¢ndares de libertad y democracia, mientras que Turqu¨ªa se hunde en las clasificaciones internacionales.
Es de sobra conocido el disgusto que producen los periodistas en cierto tipo de gobernantes. Si hace unos a?os los hab¨ªa que eran aut¨¦nticos adictos al papel impreso cotidiano, ahora los hay que se jactan de no abrir jam¨¢s un peri¨®dico. George W. Bush solo le¨ªa los res¨²menes de prensa que le hac¨ªan sus ayudantes. A Erdogan tambi¨¦n le disgustan los periodistas. Pero no se conforma con no leerles. Los detiene y encarcela.
Los hombres fuertes que nos depara el siglo XXI ¡ªPutin, Erdogan, Orban, Xi Jinping, Al Sisi¡ª no son antiguallas, todo lo contrario. Erdogan lo demostr¨® con su decisiva intervenci¨®n en la noche del golpe, cuando pidi¨® a sus partidarios que se movilizaran en la calle a trav¨¦s de una aplicaci¨®n para tel¨¦fonos m¨®viles. Los aut¨®cratas se mueven como pez en el agua en las redes sociales, donde el buen periodismo naufraga y triunfan la insolencia y la brevedad cortante. En las redes, intoxican, interrumpen, intimidan, viralizan sus consignas y sus bravuconadas. Directamente, como Trump, o a trav¨¦s de sus servicios. Para los periodistas de siempre, los del papel y los textos largos, los nuevos aut¨®cratas tienen tambi¨¦n los instrumentos de siempre: las tijeras de la censura y los grilletes de la c¨¢rcel.
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