Los vientos del ¡®Brexit¡¯ soplan ahora contra Theresa May
La primera ministra plantea batalla a los que abogan por una salida suave de la UE
"Queredme u odiadme, pero no at¨¦is mis manos cuando estoy negociando en nombre de la naci¨®n¡±. La frase, con la que John Major quiso acallar en 1997 a los euroesc¨¦pticos de su partido, resume el mensaje que Theresa May lanz¨® ayer, en medio de la mayor crisis a la que se ha enfrentado desde que el pasado julio se mud¨® a Downing Street. Pero esta vez el destinatario era el otro bando: el de los diputados proeuropeos a los que, el pasado jueves, tres magistrados devolvieron la iniciativa en el Brexit al fallar que el Parlamento deber¨¢ aprobar el inicio del proceso.
En un art¨ªculo en el Sunday Telegraph, May advirti¨® de que el fallo judicial contra su Gobierno no es una mera cuesti¨®n de forma, y urgi¨® a los diputados que lamentan el resultado del refer¨¦ndum a ¡°no abrir viejas batallas¡± y a aceptar de una vez por todas ¡°lo que el pueblo ha decidido¡±. La primera ministra ha declarado la guerra a quienes, dentro de su propio partido, pretenden convertir el escrutinio parlamentario del proceso en un mecanismo para forzar un Brexit m¨¢s suave. May advierte que, forzada a ense?ar sus cartas, perder¨¢ fuerza en la negociaci¨®n. El debate p¨²blico vuelve a crisparse y los vientos del Brexit soplan ahora contra May. Hace tan solo un mes los m¨¢s radicales euroesc¨¦pticos paseaban a un palmo del suelo por los pasillos del centro de convenciones que acog¨ªa el congreso anual tory en Birmingham. Auditorios llenos aplaud¨ªan sus populistas llamadas al optimismo ante los nuevos horizontes ignotos. El Partido Conservador hab¨ªa superado sin despeinarse la mayor crisis interna de su historia reciente y cerraba filas en torno a Theresa May, su nueva l¨ªder y primera ministra no electa.
El verano hab¨ªa pasado y ni rastro de la recesi¨®n inminente que hab¨ªan pronosticado los agoreros de las ¨¦lites proeuropeas. Quien osara matizar la l¨ªnea oficial corr¨ªa el riesgo de ser acusado de traici¨®n a la voluntad del pueblo. ¡°Ahora todos somos brexiters¡±, ese era el nuevo mantra, encarnado por la propia primera ministra con la autoridad de alguien que, con perfil bajo, hab¨ªa defendido la permanencia.
Entonces Theresa May se pas¨® de largo. Acaso arrastrada por la euforia colectiva, la primera ministra dej¨® claro en Birmingham cu¨¢l era su interpretaci¨®n del polis¨¦mico mandato que los brit¨¢nicos lanzaron en el refer¨¦ndum: el del 23 de junio fue un voto para controlar la inmigraci¨®n. La prioridad era el control de las fronteras, incluso si este significaba renunciar al acceso al mercado ¨²nico. Sus ministros se encargaron de desarrollar la idea con anuncios de medidas rayanas en la xenofobia. Empezaban los problemas para May. Los mercados reaccionaron con una ca¨ªda hist¨®rica de la libra. Un conflicto comercial por el precio del muy brit¨¢nico Marmite cristalizaba los abstractos an¨¢lisis de los economistas en una muy tangible amenaza al bolsillo de los consumidores: la posibilidad de que la debilidad de la libra traiga inflaci¨®n. Un informe del ministerio del Interior confirmaba el auge de los delitos xen¨®fobos tras el refer¨¦ndum. La sucesi¨®n de acontecimientos permit¨ªa de repente cuestionar el discurso oficial. La marea estaba cambiando, pero Theresa May manten¨ªa el control del tim¨®n. Hasta que tres magistrados de la Corte Superior se lo quitaron.
La justicia decret¨® que el Gobierno no pod¨ªa activar el art¨ªculo 50 del Tratado de Lisboa, que abre formalmente el proceso de salida de la UE, sin la autorizaci¨®n del Parlamento. Si los poderosos tabloides de derechas son la voz del Brexit, bastaba bajar a los quioscos el viernes para comprobar el cambio de paradigma. ¡°Los enemigos del pueblo¡±, titulaba a toda p¨¢gina el Daily Mail, se?alando a los magistrados firmantes del fallo. La ret¨®rica del establishment contra la gente volv¨ªa con toda su fuerza. El Gobierno indic¨® que recurrir¨¢ el fallo. Algo que, de entrada, le obligar¨¢ a dedicar importantes recursos y talento a construir una causa para presentar al Supremo. El propio recurso puede demorar el proceso: nadie espera que el Supremo resuelva antes de enero. Adem¨¢s, no parece f¨¢cil que el fallo del jueves, bien argumentado sobre la sacrosanta soberan¨ªa del Parlamento, se revierta en segunda instancia.
Lo que s¨ª puede esperar el Gobierno es que el Supremo aclare qu¨¦ tipo de papel tendr¨¢n los diputados en la invocaci¨®n del articulo 50, algo que el fallo recurrido no deja claro. Lo ideal para May ser¨ªa presentar a los legisladores, despu¨¦s de un debate corto, una moci¨®n binaria ¨Cs¨ª o no- y no susceptible de enmiendas. Un escenario en el que ser¨ªa muy improbable que los diputados osaran traicionar la decisi¨®n tomada en refer¨¦ndum. Pero muchos analistas se inclinan por pensar que el Supremo resolver¨¢ que el Parlamento debe legislar, con la participaci¨®n de ambas c¨¢maras, para autorizar al Gobierno a activar el art¨ªculo 50, un camino m¨¢s largo y complejo. En este caso, los diputados ¨Cm¨¢s de un 70% de los cuales vot¨® por la permanencia- y los a¨²n m¨¢s proeuropeos lores podr¨ªan introducir enmiendas y utilizar el proceso legislativo para forzar un Brexit m¨¢s suave. De entrada, como ya ha hecho el l¨ªder laborista, podr¨ªan exigir una mayor transparencia en todo el proceso, algo contrario a los planes de May, partidaria de mantener ocultas sus cartas para no debilitar su postura negociadora con Bruselas.
May ha insistido en su compromiso de ajustarse a los plazos anunciados. Pero tiene ahora otros problemas urgentes en la mesa. Por ejemplo, contener la furia desencadenada tras el fallo judicial del jueves. As¨ª se lo han exigido destacadas figuras como el ex fiscal general conservador Dominic Grieve, que dijo que leer la cobertura de determinados peri¨®dicos empezaba a hacerle sentir que viv¨ªa ¡°en la Zimbabue de Robert Mugabe¡±. Obligada a rendir cuentas en el Parlamento, un debate p¨²blico envenenado en paralelo no parece lo m¨¢s conveniente para una primera ministra que encara la negociaci¨®n m¨¢s importante de su vida.
ELECCIONES ANTICIPADAS
Theresa May ha descartado un adelanto electoral, una opci¨®n que han propuesto estos d¨ªas destacados diputados conservadores como ¨²ltimo recurso para sortear a un Parlamento beligerante. Pero hay quien piensa que la primera ministra, que cuenta con una mayor¨ªa real de solo 15 diputados, podr¨ªa ir de farol y que s¨ª contemplar¨ªa una llamada a las urnas para obtener una mayor¨ªa m¨¢s c¨®moda. Las encuestas le dan una estimaci¨®n de voto superior al 40%, frente a un 27% a los laboristas, una de las m¨¢s s¨®lidas ventajas de los tories desde la guerra de las Malvinas.
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