?Y ahora qu¨¦ hacemos?
En el fondo no es Trump, sino los millones que creen que el vecino es su problema
La ciudad de M¨¦xico amaneci¨® gris, fr¨ªa y lluviosa este mi¨¦rcoles; involuntaria escenograf¨ªa de las sombras que nublan el coraz¨®n de los habitantes del pa¨ªs.
El resfr¨ªo que recorre al mundo con la inesperada e inquietante elecci¨®n de Donald Trump se experimenta en M¨¦xico como neumon¨ªa. Hay motivos. El hombre que eligi¨® convertir a sus vecinos en quinta esencia del mal gozar¨¢ del poder pol¨ªtico y econ¨®mico real para da?ar de manera puntual y efectiva la vida de los emigrados y trastocar las bases en las que se ha sustentado el precario crecimiento de M¨¦xico en las ¨²ltimos lustros. La ca¨ªda libre de la cotizaci¨®n del peso en las ¨²ltimas horas es una suerte de prognosis de la tragedia que podr¨ªa desencadenarse.
?Qu¨¦ haremos con los millones de emigrados que Trump ha amenazado expulsar? La mayor parte de la Poblaci¨®n Econ¨®micamente Activa trabaja ya en el mercado informal o en el ¡°ej¨¦rcito industrial de reserva¡± de la delincuencia. Y no podemos ignorar que gracias a los millones expulsados por la falta de oportunidades, M¨¦xico no afront¨® un pasado con mayores tensiones pol¨ªticas y econ¨®micas.
?Qu¨¦ hacemos si en efecto impone restricciones a las remesas que los emigrados env¨ªan a los suyos, una cantidad que hoy supera la renta petrolera? Para las m¨¢s precarias regiones tales remesas constituyen el verdadero bono contra la pobreza extrema, la raz¨®n para a¨²n mantenerse a flote.
?Qu¨¦ pasar¨¢ con el verdadero motor de la econom¨ªa mexicana, las plantas industriales vinculadas al mercado norteamericano sobre las que Trump ha despotricado una y otra vez? Tan s¨®lo el sector automotriz genera 52.000 millones de d¨®lares anuales, m¨¢s de tres veces los ingresos por petr¨®leo.
?Y qu¨¦ suceder¨¢ con un muro en ese tercer pa¨ªs que es la frontera norte, con una docena de ciudades en relaci¨®n simbi¨®tica a uno y otro lado de la l¨ªnea?
M¨¦xico apost¨® al Tratado de Libre Comercio para fincar su modelo de crecimiento; y entre otras cosas Donald Trump apost¨® a suprimirlo para llegar a la Casa Blanca.
Imposible predecir cu¨¢ntas de estas amenazas habr¨¢n de concretarse. Siempre existe una distancia entre las promesas de un candidato en campa?a y las acciones de un presidente en funciones. Incluso si persiste en su af¨¢n de aplicarlas, hay procesos jur¨ªdicos y contrapesos que ralentizan la voluntad presidencial y matizan los alcances de las medidas.
El problema es que Donald Trump es absolutamente impredecible. Nunca la oficina oval hab¨ªa albergado a un hu¨¦sped tan vol¨¢til y potencialmente explosivo. Con un agravante adicional: no se siente comprometido con nadie, salvo con las promesas a sus votantes, porque lleg¨® al poder a espaldas del establishment, incluyendo las del propio partido republicano.
La l¨®gica y el sentido com¨²n sobre el que operaba la interpretaci¨®n pol¨ªtica se hicieron trisas este martes aciago. Expertos, pol¨ªticos profesionales, encuestadores, y todo tipo de leyes no escritas, pero canonizadas por la costumbre, sobre el acceso al poder en Washington quedaron destrozadas por el asalto de este personaje. Lo que siga podr¨ªa tener un derrotero similar: una presidencia extravagante e in¨¦dita. Es decir, una ruleta rusa para M¨¦xico. Y el hecho de que los republicanos hayan mantenido el control del Congreso no hace sino potenciar la posibilidad de que algunas de las amenazas efectivamente se concreten.
En fin, quedan semanas para especular sobre riesgos y contrapesos, y para desmenuzar el da?o puntual que arroja en los distintos frentes el ascenso de Trump al poder (incluyendo, parad¨®jicamente, el beneficio que aporta a la industria tur¨ªstica un peso devaluado).
Pero las primeras horas posteriores a este sorpresivo desenlace quedar¨¢n marcadas por la tristeza, la sorpresa indignada y la preocupaci¨®n. Podemos consolarnos diciendo que el votante quer¨ªa un cambio y que no es un asunto personal su apoyo a favor de un hombre que sataniz¨® e insult¨® a los mexicanos. Pero no podemos ignorar que hay un odio destilado en ese apoyo. En el fondo no es Trump, sino los muchos millones que han comprado la idea de que el vecino es su problema. Es decir, nosotros. Llueve en M¨¦xico y lo que cae es algo m¨¢s que una gotas fr¨ªas oto?ales.
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