Bataclan recuerda a las v¨ªctimas y celebra la vida al ritmo de Sting
El local reabre en Par¨ªs un a?o despu¨¦s de los atentados
Era una instituci¨®n del rock. A partir de ahora tambi¨¦n ser¨¢ un s¨ªmbolo de resistencia contra el oscurantismo. La sala Bataclan, escenario del m¨¢s sangriento de los atentados que sacudieron Par¨ªs hace exactamente un a?o, resurgi¨® anoche de sus cenizas para iniciar su siguiente etapa. Ese nuevo cap¨ªtulo arranc¨® con un concierto de Sting, quien hab¨ªa aceptado estrenar su renovado recinto en el primer aniversario de los atentados, tras la aparente negativa de numerosos artistas franceses e internacionales. Lo hizo ante un p¨²blico formado por 1.500 personas, entre medidas de seguridad extremas y con la circulaci¨®n cortada en un extenso per¨ªmetro de seguridad.
Al salir al escenario, poco despu¨¦s de las 9 de la noche, Sting no se anduvo con rodeos, reconociendo en un franc¨¦s impecable que su misi¨®n era tit¨¢nica. ¡°Esta noche tenemos dos cometidos por conciliar. De entrada, recordar a quienes perdieron la vida hace un a?o. Y despu¨¦s, celebrar la vida y la m¨²sica en esta sala hist¨®rica¡±, expres¨®. Pidi¨® entonces un minuto de silencio por las v¨ªctimas, jurando que ¡°nunca las olvidaremos¡±, y enton¨® Fragile, un delicado tema de los ochenta, que supuso m¨¢s bien una excepci¨®n en una noche de orientaci¨®n m¨¢s el¨¦ctrica que ac¨²stica. No fue un gesto totalmente trivial: ante este contexto, la sonoridad de una guitarra puede convertirse en un asunto pol¨ªtico y moral.
En realidad, dos conciertos se celebraban en el mismo lugar. El primero era una fiesta ruidosa e impertinente, que exig¨ªa pasar p¨¢gina para seguir adelante, neg¨¢ndose a que las cuatro paredes de ese viejo templo del rock acogieran a un triste mausoleo. El segundo parec¨ªa un homenaje solemne a los ca¨ªdos en la frontera entre dos distritos donde las heridas todav¨ªa no han cicatrizado del todo, encabezado por decenas de supervivientes y familiares de las v¨ªctimas. Mientras en la platea el p¨²blico daba brincos con todo el hedonismo del que uno es capaz tras superar cuatro controles de seguridad, en el palco una sexagenaria llamada Fran?oise aseguraba, con ojos lagrimosos, que pod¨ªa sentir las almas de los fallecidos flotando sobre el escenario.
¡°Perdimos a un hijo, a un hermano, a un cu?ado. Ha sido muy dif¨ªcil venir. Pero la m¨²sica debe seguir sonando¡±, afirmaba una de las pocas familiares de v¨ªctimas que aceptaban hablar, rodeada de su familia. ¡°Son personas que han vivido el horror absoluto. Volver a este lugar supone un nuevo hundimiento, aunque a algunos les sirva para cerrar un c¨ªrculo¡±, explicaba el psiquiatra Didier Cremniter, especialista en situaciones de emergencia, que dirige la unidad que ha acompa?ado a supervivientes y familiares de v¨ªctimas durante los ¨²ltimos doce meses. Justo al lado, una joven se hac¨ªa repetidos selfies, exhibiendo un estudiado moh¨ªn y esa mano cornuda tan imprescindible en la cultura del rock. Y, algo m¨¢s all¨¢, la actriz Charlotte Rampling coreaba algunos temas junto a Trudie Styler, la esposa de Sting. ¡°Llenar esta sala no es un s¨ªmbolo, sino una necesidad¡±, aseguraba Rampling.
Ante esos p¨²blicos que funcionaban de manera aut¨®noma, Sting supo encontrar un equilibrio emocional razonable. Con sonido eficaz y voz siempre poderosa, evit¨® excesos innecesarios de pathos y se escud¨® en una actitud algo funcionarial. El concierto, que apenas super¨® una hora de duraci¨®n, se fundament¨® en los temas de su nuevo ¨¢lbum, 57th & 9th, rock excesivamente educado que no parece estar al nivel de sus horas de mayor gloria. Sonaron I can¡¯t stop thinking about you, con una letra que cobraba curiosas resonancias en ese nuevo entorno, o Inshallah, con la crisis migratoria como tema de fondo. ¡°No tengo soluci¨®n a ese problema, salvo la empat¨ªa¡±, afirm¨® Sting.
Si el Bataclan de otro tiempo apestaba a sudor y cerveza, el que se inaugur¨® ayer huele a pintura fresca y correcci¨®n pol¨ªtica. Quedan muy lejos los tiempos donde los New York Dolls se liaron a porrazos con el p¨²blico tras escuchar los insultos hom¨®fobos que les dirig¨ªan, donde se reform¨® brevemente The Velvet Underground cuando ya casi no se hablaban o donde se escenific¨® el pulso entre Blur y Oasis en pleno apogeo del Britpop. Pese a todo, lo de Sting supon¨ªa un regreso. Ya actu¨® en Bataclan en 1979, cuando estren¨® algunas de las canciones que hab¨ªa compuesto meses atr¨¢s durante una estancia en Par¨ªs. Entre ellas, Roxanne, que son¨® casi al final del concierto, en el que tambi¨¦n participaron invitados como el trompetista Ibrahim Maalouf o el guitarrista Henry Padovani, miembro original de The Police. El punto final lo puso The Empty Chair, un homenaje al reportero James Foley, decapitado por el Isis en 2014, que el cantante hizo extensible ¡°a todas las familias que hayan perdido a un ser querido¡±.
Tras su ejecuci¨®n en Siria, su familia decidi¨® dejarle esa silla vac¨ªa que da t¨ªtulo a la canci¨®n, igual que hicieron sus amigos en el bar de la esquina. El concierto aspiraba ayer a hacer lo mismo con las 90 v¨ªctimas del atentado de 2015. ¡°Agradezco mucho el gesto de Sting, aunque lo he pasado mal. He necesitado esfuerzo y coraje para venir¡±, sosten¨ªa a la salida Nancy Valle, madre de Luis Felipe Zschoche, el chileno de 35 a?os que muri¨® junto a su esposa durante el atentado. Aterriz¨® la noche anterior desde Santiago para participar en distintos homenajes a su hijo, l¨ªder de la banda Captain Americano. ¡°Fue un m¨²sico bueno y una bella persona. Desgraciadamente, le quitaron la vida y el futuro¡±, dec¨ªa Valle, desconsolada. ¡°En realidad, para m¨ª hoy no se ha cerrado ning¨²n c¨ªrculo¡±.
El cantante de Eagles of Death Metal se qued¨® fuera del Bataclan
El vocalista Jesse Hughes y otro de los miembros del grupo Eagles of Death Metal, la banda estadounidense que tocaba en Bataclan durante el 13 de noviembre, no pudieron acceder al concierto de Sting. Se lo impidieron los gerentes de la sala, molestos ante las declaraciones de su Hughes, que en mayo sugiri¨® que el atentado podr¨ªa haber contado con la complicidad de los guardias de seguridad de la sala. Distintos festivales franceses, como Rock en Seine o Cabaret Vert, cancelaron entonces su participaci¨®n en conciertos ya programados. El codirector de Bataclan, Jules Frutos, se ha negado a que el grupo vuelva a tocar en la sala. ¡°Han venido y yo los he echado. Hay cosas que uno no perdona¡±, confirm¨® anoche.
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