Los Papelones de Pancho Escobar
Carabobo solo ten¨ªa sentido como episodio fundacional si los derechos se respetaban
¡°Inescrupulosos oficiales del ej¨¦rcito venezolano despojan a un ciudadano de una carga de papelones¡±.
Lo anterior puede parecer el titular de una denuncia de las muchas que, invariablemente, mueven a Diosdado Cabello y a muchos de sus pares, a ordenar a la Fiscal¨ªa General actuar contra el denunciante por mancillar la honra de la Fuerza Armada Bolivariana. Pero no es as¨ª.
En obsequio del lector no venezolano dir¨¦ que el papel¨®n es un bloque de medio kilo de az¨²car sin refinar, obtenido de la ca?a. En muchos otros pa¨ªses de nuestra Am¨¦rica se le conoce como panela. El despojo en cuesti¨®n es un hecho hist¨®ricamente documentado porque el suceso lleg¨® a conocimiento del Libertador, Sim¨®n Bol¨ªvar, en v¨ªsperas de la decisiva batalla de Carabobo.
En las Memorias del General O¡¯Leary, meticuloso edec¨¢n irland¨¦s de Bol¨ªvar, puede leerse un oficio que el general Pedro Brice?o M¨¦ndez despacha con urgencia al coronel Ambrosio Plaza el d¨ªa 21 de junio de 1821; es decir, tres d¨ªas antes de la batalla que sell¨® nuestra Independencia:
Al se?or Coronel Ambrosio Plaza.El ciudadano Francisco Escobar, portador de este (sic), se queja de que el batall¨®n Anzo¨¢tegui le saque¨® una carga de papelones. Su Excelencia el Libertador quiere que haga usted la averiguaci¨®n, y si resultare verdadero el hecho, que arreste usted a todos los jefes y oficiales del batall¨®n que hubieren presenciado o sabido del saqueo, y que no lo hayan impedido. Adem¨¢s, har¨¢ usted que se paguen diez pesos al due?o del papel¨®n y que se descuente ma?ana esta cantidad al cuerpo que hizo el saqueo, comprendiendo en el descuento tambi¨¦n a los jefes y oficiales.Dios, etc.-Las Palmas, Junio 21 de 1821.(firma): Pedro Bice?o M¨¦ndez.
Ignoramos c¨®mo rayos se enter¨® Bol¨ªvar de que a un oscuro ciudadano de apellido Escobar, con toda seguridad un hombre del campo, le hab¨ªan ¡°tumbado¡± sus papelones unos oficiales indignos.
Lo cierto es que el tono rutinario del oficio deja ver que abrir una averiguaci¨®n en la que se presum¨ªa culpables a unos oficiales del Ej¨¦rcito no era, en 1821, sacrilegio alguno, ni a nadie en la jerarqu¨ªa militar patriota, de Bol¨ªvar abajo, le parec¨ªa un atentado a la honra de la instituci¨®n denunciar a un oficial granuja.
Para Bol¨ªvar y el alto mando de aquel Ej¨¦rcito, la gravedad no estaba en la cuant¨ªa del robo ¡ªuna modesta carga de papelo nes¡ª, sino en la violencia que unos militares hac¨ªan a los derechos de un civil.
Se adivina tambi¨¦n que la distancia y el tr¨¢mite entre el ciudadano com¨²n de aquella naciente rep¨²blica en guerra y sus militares, no estaban todav¨ªa signados por las odiosas barreras y privilegios estamentales que desde 1830 persisten hasta hoy d¨ªa. Lo probar¨ªa el hecho de que la denuncia de un humilde comerciante en papelones llegase a o¨ªdos del jefe m¨¢ximo y que ¨¦ste no la desestimase, sino todo lo contrario.
Carabobo ten¨ªa sentido como episodio fundacional de una rep¨²blica s¨®lo si los derechos de un civil sin especiales privilegios eran escrupulosamente respetados por las fuerzas armadas. Advi¨¦rtase, por cierto, que el oficio no ordena adjudicarle a Pancho Escobar, sin licitaci¨®n, un contrato de suministros de papelones al Ej¨¦rcito Libertador.
Era aquel un ej¨¦rcito capaz de derrotar las armas del imperio espa?ol y cuyos mandos superiores, al mismo tiempo, eran incapaces de encubrir un delito cometido por algunos de sus oficiales contra Pancho Escobar, modesto y desarmado ciudadano que tuvo el valor civil de denunciarlos con los riesgos del caso en tiempo de guerra, y de quien la Historia no lleg¨® nunca m¨¢s a ocuparse.
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