Donald Trump respira: los aviones ya no perturbar¨¢n el ambiente de su mansi¨®n Mar-a-Lago
El Servicio Secreto prohibir¨¢ los sobrevuelos y el presidente electo retira una demanda
Despu¨¦s de 20 a?os de pleitos con el aeropuerto de Palm Beach (Florida), Donald Trump ha decidido retirar su demanda por los vuelos sobre su mansi¨®n Mar-a-Lago. Ganando unas elecciones, Trump ha logrado lo que no ha hab¨ªa conseguido en los tribunales. Por motivos de seguridad, el Servicio Secreto ha comunicado al aeropuerto que cuando Trump est¨¦ en su mansi¨®n, a cuatro kil¨®metros de las pistas, los aviones no podr¨¢n pasar por encima.
El pleito, por lo tanto, ya no es necesario. Trump ped¨ªa la interrupci¨®n de los vuelos sobre su propiedad y 100 millones de d¨®lares de indemnizaci¨®n por ¡°la cantidad desmedida de ruido y contaminaci¨®n sobre Mar-a-Lago¡± que acab¨® con su ambiente ¡°antes sereno y tranquilo¡±. El presidente electo de Estados Unidos lleg¨® a acusar al aeropuerto de reaccionar con sa?a a su demanda, concentrando el trafico a¨¦reo sobre su residencia de estilo hispano-morisco.
¡°Suponemos que ahora tiene asuntos m¨¢s importantes de los que ocuparse¡±, ha declarado Steven Abrams, un funcionario de Palm Beach, un condado acomodado a 110 kil¨®metros al norte de Miami en el que viven decenas de multimillonarios. El ayuntamiento celebra el fin del proceso judicial, que ha costado unos 600.000 d¨®lares al contribuyente.
Trump compr¨® la finca de siete hect¨¢reas en 1985 por diez millones, incluida la mansi¨®n, construida en los a?os 20 por la oligarca neoyorquina Marjorie Merriweather Post, propietaria de General Foods y en su d¨ªa la mujer m¨¢s rica de Estados Unidos. La dama de alta sociedad contrat¨® a arquitectos americanos y dise?adores europeos que concibieron un conjunto de inspiraci¨®n mediterr¨¢nea, con tejas de Cuba y miles de azulejos espa?oles. Merriweather Post muri¨® en 1973 y en su testamento orden¨® que Mar-a-Lago pasase a ser una residencia de invierno para los presidentes de Estados Unidos. Sus deseos nunca se cumplieron y sus herederos le acabaron vendiendo la propiedad a Trump, persuadido por su exesposa Ivana.
La mansi¨®n, en primera l¨ªnea de la costa Atl¨¢ntica, est¨¢ catalogada como patrimonio arquitect¨®nico por el Gobierno federal de Estados Unidos y aparte de servir como residencia de los Trump cuando viajan a Florida funciona como club privado. La inscripci¨®n cuesta 100.000 d¨®lares y la cuota anual, 14.000. Trump tambi¨¦n la ha usado para actos de campa?a, igual que su club de golf de Miami, el National Trump Doral.
Como todo en la vida de Trump, Mar-a-Lago ha dejado un reguero de pol¨¦micas. Primero fue motivo de encono con los vecinos cuando a mediados de los noventa decidi¨® convertir buena parte de la residencia en club exclusivo. Los patricios anglosajones de Palm Beach temieron una invasi¨®n de nuevos ricos y a trav¨¦s del condado intentaron ponerle toda clase de trabas normativas. Trump no hizo caso y sigui¨® a lo suyo, poniendo los nervios de punta a los se?ores de la zona al levantar una bandera de Estados Unidos de 24 metros de alto en el jard¨ªn. Sus vecinos lo ve¨ªan como una vulgaridad.
Las denuncias de acoso sexual contra Trump tambi¨¦n han tocado Mar-a-Lago. Una de las 11 mujeres que lo acusaron durante la campa?a de agredirlas, Mindy McGillivary, dijo que el empresario la hab¨ªa ¡°manoseado¡± en su mansi¨®n de Palm Beach, y una reportera de la revista People, Natasha Stoynoff, afirm¨® que Trump, mientras le daba un paseo por Mar-a-Lago, la llev¨® a una habitaci¨®n y trat¨® de besarla a la fuerza.
A partir de enero, Mar-a-Lago ser¨¢ la residencia de descanso del presidente de EE UU, protegida por el m¨¢s sofisticado aparato de inteligencia y sin el molesto ruido de los aviones. Los invitados a alguna de sus 126 habitaciones decoradas con m¨¢rmol y pan de oro recorrer¨¢n la mansi¨®n y se encontrar¨¢n con un cuadro del l¨ªder de la naci¨®n m¨¢s poderosa del mundo retratado en ropas blancas de tenis, bronceado, ufano y con un tempestuoso ocaso de fondo, Florida style.
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