Mea culpa
Los medios tendremos que asumir la irresponsable obsesi¨®n por el morbo y la trivialidad de Trump
En la resaca que nos ha dejado el triunfo de Trump, los medios de comunicaci¨®n, periodistas y comentaristas tendr¨ªamos tambi¨¦n que hacer un mea culpa.
Si bien es cierto que los grandes medios de comunicaci¨®n en Estados Unidos se pronunciaron de una u otra manera en contra del extravagante empresario, el resultado no deja de ser ir¨®nico. El rechazo fue absoluto por parte de los estudios de Hollywood y sus artistas iconos, en el Valle del Silic¨®n o en la prensa del Este en la costa opuesta del pa¨ªs, pasando por cadenas televisivas y l¨ªderes de opini¨®n de toda ¨ªndole. Lo cual deja una enorme interrogante en el aire: ?tienen un peso mucho menor del que les hab¨ªamos atribuido en la definici¨®n de la opini¨®n p¨²blica?
En realidad me parece que la respuesta est¨¢ en otro lado. En efecto, muchos de los medios se pronunciaron en contra del candidato republicano, dieron cuenta de la falacia de sus argumentos y no escatimaron espacio para exhibir sus deslices y exabruptos. Y justamente creo que aqu¨ª reside la paradoja, porque al hacerlo terminamos ofreciendo, sin propon¨¦rnoslo, una desproporcionada exposici¨®n a Trump.
Trump goz¨® de un despliegue masivo en los medios de comunicaci¨®n
Sin el apoyo del establishment, al menos no el mayoritario, y con presupuestos de campa?a bastante inferiores a los recaudados por sus rivales, Trump goz¨® de un despliegue masivo en los medios de comunicaci¨®n que f¨¢cilmente super¨® al de su competencia. Justamente gracias a sus bufonadas, a las acusaciones exageradas, a los ep¨ªtetos en contra de las minor¨ªas.
Sus rivales por la candidatura republicana no tuvieron ninguna oportunidad. Jeff Bush, Marco Rubio o Ted Cruz bien podr¨ªan haberse desga?itado ofreciendo planes y proyectos para mejorar la vida de los electores. La prensa les concedi¨® un espacio discreto comparado con el extravagante candidato. Cualquier cosa resultaba aburrida frente a las frases escandalizadoras, las bravuconer¨ªas y las incorrecciones pol¨ªticas de Trump.
La prensa fue incapaz de resistir el morbo casi magn¨¦tico que provocaba el show montado por Trump
Poco importaba que los editoriales del New York Times reprobaran los improperios o la ignorancia del candidato; o que los analistas m¨¢s prestigiados de radio y televisi¨®n mostraran los desatinos del empresario inmobiliario. Lo cierto es que su figura y su ret¨®rica llenaron las p¨¢ginas de los diarios y los espacios de la televisi¨®n obsesivamente a lo largo de muchos meses hasta convertirlo en una celebridad medi¨¢tica.
Hace unos meses le¨ª un reporte sobre las mujeres con mayores ingresos anuales en Estados Unidos. Aparec¨ªan cantantes, artistas de cine, atletas, empresarias¡ y Kim Kardashian. Su profesi¨®n: celebridad. En estricto sentido carec¨ªa de oficio, lo suyo simplemente era ser famosa y lo era gracias al seguimiento obsesivo de la prensa a todas sus actividades. ?Y por qu¨¦ la segu¨ªa la prensa? Porque es famosa (desde luego, a partir de su celebridad luego se ha montado una industria para rentabilizarla su fama en productos y apariciones p¨²blicas pagadas, pero la fuente inicial reside en su celebridad).
El argumento es tautol¨®gico, la serpiente que se muerde su propia cola: ?por qu¨¦ es famosa Kim Kardashian? Porque atrae la atenci¨®n obsesiva de los medios de comunicaci¨®n. ?Y por qu¨¦ esa obsesi¨®n? Porque es una celebridad.
De igual forma, la prensa fue incapaz de resistir el morbo casi magn¨¦tico que provocaba el show?montado por Trump. Kardashian no baila, canta, act¨²a o goza de alg¨²n talento atl¨¦tico (y si bien podr¨ªa decirse que sus atributos f¨ªsicos posteriores son notorios, en la web pueden encontrarse centenares de im¨¢genes de mujeres con proporciones similares o m¨¢s sobresalientes). Trump no es un estratega, desconoce de geopol¨ªtica, ignora los rudimentos de la administraci¨®n p¨²blica y carece de habilidades para cautivar y conservar aliados poderosos (algo fundamental en el oficio pol¨ªtico). Pero es una celebridad medi¨¢tica como nunca lo fueron sus adversarios. Los medios lo convertimos en una figura obsesivamente emblem¨¢tica. Nunca por sus m¨¦ritos pol¨ªticos o profesionales, sino simplemente por su capacidad para atraer la atenci¨®n del p¨²blico.
Desde luego, hay un pu?ado de razones para intentar explicar a posteriori el triunfo inesperado de Trump. La incertidumbre de la mayor¨ªa blanca, el miedo a las minor¨ªas, la necesidad del cambio frente a los pol¨ªticos profesionales, el simplismo y el revanchismo de sus propuestas, los imponderables inesperados (la acusaci¨®n del FBI a Hillary Clinton, la invitaci¨®n de Pe?a Nieto a Los Pinos) y un largo etc¨¦tera. Pero en esta lista, en alg¨²n lugar, los medios tendremos que asumir la irresponsable obsesi¨®n por el morbo, la trivialidad y las provocaciones que terminaron ofreci¨¦ndole la cobertura m¨¢s intensa de la que haya podido gozar un candidato en campa?a. Un mal signo de los tiempos.
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