Estados Unidos pierde a Fidel Castro, el eterno enemigo
Desafi¨® a once presidentes norteamericanos
¡°Mira, a ver si ves a Fidel¡±, bromeaba un cubano el viernes por la tarde, en Cayo Hueso o Key West (Florida), el punto m¨¢s meridional de los Estados Unidos continentales.
Ah¨ª, junto al mar, hay un poste que se?ala la cercan¨ªa con Cuba: 90 millas, 144 kil¨®metros. Decenas de turistas hac¨ªan cola para fotografiarse. Faltaba unas horas para conocerse la muerte de Fidel Castro, que contribuy¨® a convertir estas 90 millas en un metaf¨®rico muro de alambradas. Nadie sabe si el ¡®hombre del muro¡¯, Donald Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, continuar¨¢ con las tareas de demolici¨®n que ha iniciado su antecesor, o dentro de cuatro u ocho a?os los turistas seguir¨¢n tom¨¢ndose fotos ante este s¨ªmbolo de la divisi¨®n.
Fidel Castro no habr¨ªa sido quien fue sin Estados Unidos, y sin Fidel Castro los Estados Unidos contempor¨¢neos habr¨ªan sido otro pa¨ªs. Muere habiendo desafiado a once presidentes estadounidenses, con el r¨¦gimen en pie, y el deshielo impulsado por Barack Obama en marcha y hoy en duda tras la victoria de Trump en las elecciones del 8 de noviembre.?
Castro es el m¨¢s estadounidense de los l¨ªderes revolucionarios surgidos a mediados del siglo XX. En EE UU encontr¨® bases de financiaci¨®n para sus actividades contra el r¨¦gimen de Batista. Y fue la prensa de este pa¨ªs la que le elev¨® a un estatus casi de estrella pop en sus a?os de Sierra Maestra y en los primeros pasos en el poder en La Habana. Qui¨¦n sabe si, en una realidad alternativa, habr¨ªa podido ser un Malcolm X, o un Mandela, pero el revolucionario joven y heroico para los estadounidenses de 1960 pronto se convirti¨® en antagonista.
En el centro del escenario a veces, en la periferia, otras, Castro tambi¨¦n ha sido una presencia permanente para Washington. No se entiende la historia de la primera potencia mundial sin la isla caribe?a. Cuba ha sido desde el siglo XIX una pieza geopol¨ªtica clave, una de las cerraduras del Golfo de M¨¦xico, la desembocadura natural de las exportaciones que bajaban por el Misisip¨ª hasta el puerto de Nueva Orleans. Los episodios m¨¢s tensos de la Guerra Fr¨ªa tuvieron que ver con Cuba. La frustrada invasi¨®n de la bah¨ªa de Cochinos, en 1961, bajo la presidencia del dem¨®crata John F. Kennedy, alej¨® durante d¨¦cadas al exilio cubano del Partido Dem¨®crata. Al a?o siguiente, la instalaci¨®n de misiles sovi¨¦ticos en la isla coloc¨® el mundo al borde del precipicio nuclear.
En su libro Miami, uno de los mejores reportajes sobre el exilio cubano de los a?os ochenta, la escritora Joan Didion describi¨® la relaci¨®n de dependencia ¨ªntima entre La Habana y Miami, y el tri¨¢ngulo perverso que ambos forman con Washington, el tercer actor en el drama. ¡°Muchos ep¨ªlogos de La Habana se han desarrollado en Florida, y algunos pr¨®logos¡±, escribi¨® Didion. ¡°Florida es la parte del escenario cubano donde tienen lugar las salidas declamatorias, y los acuerdos por debajo de la mesa. Florida es donde el coro espera para comentar la acci¨®n, y en ocasiones para unirse a ella¡±. Si Miami fue el coro, Washington fue, seg¨²n el momento, el director de escena, el apuntador o un espectador.
Uno de los malentendidos de este medio siglo ha consistido en creer que Cuba siempre fue una obsesi¨®n de EE UU de la misma manera que EE UU lo fue para Cuba. Con los a?os, Washington asumi¨® que Castro estaba ah¨ª para quedarse, que era una realidad ciertamente molesta, pero no determinante en el tablero mundial. Que ning¨²n presidente estadounidense, hasta Obama en 2014, replantease la ineficiencia del embargo ni diese pasos serios hacia la normalizaci¨®n, indica que el statu quo se daba por supuesto.
Washington deleg¨® en Miami la gesti¨®n de una relaci¨®n que la mayor¨ªa de estadounidenses ve¨ªa con indiferencia, o, en el caso de las grandes empresas o de los agricultores del Medio Oeste, con escepticismo.
Cuando Miami empez¨® a cambiar, cuando la composici¨®n demogr¨¢fica y las aspiraciones de la di¨¢spora cubana se suavizaron, Washington se vio en condiciones de dar un giro y aproximarse a la Cuba de los Castro. El movimiento de Obama tiene algo del Wandel durch Ann?hrung, el ¡®cambio por medio de la aproximaci¨®n¡¯ que defini¨® la Ostpolitik, la pol¨ªtica hacia los pa¨ªses del Este de Europa, de Willy Brandt: la confianza en que la distensi¨®n diplom¨¢tica y econ¨®mica llevar¨ªa a la democracia y al respeto a los derechos humanos.
La experiencia de la transici¨®n en Espa?a sugiere que es la biolog¨ªa lo que puede acabar precipitando el cambio. En los c¨¢lculos de la Casa Blanca, la desaparici¨®n?de la vieja guardia se contemplaba como una etapa en este proceso.
Fidel Castro ya llevaba una d¨¦cada fuera de la escena, pero, para retomar el s¨ªmil que Didion aplicaba a Miami, segu¨ªa actuando como el coro que comenta la acci¨®n, y en ocasiones se un¨ªa a ella para advertir a los protagonistas de que iban demasiado r¨¢pido o que se equivocan. Era un freno. Si cumple sus vagas promesas, Donald Trump, que el 20 de enero jurar¨¢ el cargo de presidente de Estados Unidos, podr¨ªa ser un nuevo freno.
Castro sobrevivi¨® a Dwight Eisenhower, John Kennedy, Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George Bush padre, Bill Clinton y George Bush hijo. Ha estado a punto de sobrevivir a Barack Obama. Donald ¡ªpara muchos, el inquilino de la Casa Blanca con m¨¢s rasgos autoritarios de las d¨¦cadas recientes¡ª ser¨¢ el primer presidente sin Fidel.
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