Good bye, Lenin!
Fidel Castro fue momificado en vida antes de morir, convertido en fetiche y reliquia de su hermano Ra¨²l
Existe una elocuente, incluso sarc¨¢stica relaci¨®n entre la dictadura y la longevidad. Lo sabemos en Espa?a y lo supieron los camboyanos. Lo saben los cubanos a cuenta del s¨ªndrome de Estocolmo que ha cultivado Fidel Castro desde la purga y el victimismo, as¨ª es que debi¨® resultarle monstruosa la imagen de su hermano pleg¨¢ndose como un monaguillo ante un presidente americano y negro.
Insisto en lo de negro porque la dictadura cubana fue siempre discriminatoria en el reparto y en la pedagog¨ªa del poder, incluso racialmente paternalista cuando sobreven¨ªan las misiones africanas, aunque sospecho que Fidel Castro no estuvo nunca al corriente del acto de conciliaci¨®n con la administraci¨®n yanqui.
Lo imagino enga?ado por su entorno. Sospecho que lo hab¨ªan convertido en la cobaya caribe?a de Good bye, Lenin!, aquella pel¨ªcula germano oriental cuyo protagonista hab¨ªa construido a su madre una realidad paralela que renegaba de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn y que la preven¨ªa del peligro de un reca¨ªda tras haber sufrido una crisis cardiaca y un problema de amnesia.
Puede que Ra¨²l hiciera lo mismo con su hermano. Imagino que se imprimieron ediciones particulares -m¨¢s particulares todav¨ªa- de Juventud rebelde y de Granma para ocultar al patriarca la apertura a la Casa Blanca.
Y supongo que la televisi¨®n nacional elabor¨® reportajes espec¨ªficos para que s¨®lo Fidel pudiera verlos en su habitaci¨®n, como si Cuba representara una amenaza a EE UU. Que no se entere Fidel, que no se entere Fidel, susurraba Ra¨²l a los enfermeros.
Debieron enga?arlo, manipularlo por razones de salud y, al mismo tiempo, someterlo a la propaganda que ¨¦l mismo inculc¨® a sus compatriotas. El gran mentiroso muri¨® enga?ado. Crey¨® que la revoluci¨®n hab¨ªa triunfado.
Y la escena o la hip¨®tesis despierta una cierta pena, suscita una conmiseraci¨®n que redondea la caricatura de Fidel Castro envuelto en un sudario de Adidas. M¨¢s que absolverlo o disolverlo la Historia, Fidel Castro corre el riesgo de pasar a ella como el hermano de Ra¨²l.
Evocando aquella an¨¦cdota que la leyenda atribuye a Borges, cuando le preguntaron su opini¨®n sobre Antonio Machado. ¡°No sab¨ªa que Manuel tuviera un hermano¡±, respondi¨® el escritor argentino.
Y no sab¨ªamos que Ra¨²l tuviera otro, momificado como estaba en vida, embalsamado como una reliquia, trivializado como una voz de ultratumba al tiempo que Cuba mutaba o degeneraba hacia el h¨ªbrido del capital-comunismo. Un modelo de patente china que re¨²ne la ferocidad del capitalismo y la maquinaria represiva de una tiran¨ªa.
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