El fin de la Historia visto desde el arc¨¦n
Los cubanos despiden a Fidel Castro al paso de su caravana f¨²nebre hacia Santiago de Cuba
Cubanos a pie, cubanos a caballo, cubanos en moto, cubanos en coches ancianos, cubanos (contados) en coches modernos, cubanos en buses chinos, cubanos en buses rusos, cubanos desbordando el remolque de camiones de carga, cubanos ¨Cni?os¨C a hombros, cubanos en bicicleta. Cubanos y cubanas llegaron al borde de la vieja Carretera Central para ver c¨®mo se marchaba Fidel.
Sus cenizas en una urna transportada a la vista en un carrito tirado por un jeep militar, los restos del Comandante en Jefe, del ¡°caballo de todos los caballos¡±, como le llamaba con admiraci¨®n en Camag¨¹ey un bicitaxista negro mientras pedaleaba, salieron el mi¨¦rcoles de La Habana en una caravana mortuoria y llegan este s¨¢bado a Santiago de Cuba, donde recibir¨¢ sepultura el domingo en el cementerio donde reposa Jos¨¦ Mart¨ª, h¨¦roe nacional de la Independencia.
Alquilar un coche nuevo en la capital era misi¨®n imposible y seguimos al cortejo f¨²nebre de Castro saliendo de La Habana en un Oldsmobile azul del a?o 1952 con un aromatizante con el dibujo de la bandera de Estados Unidos colgando sobre el salpicadero. Al cabo de una hora paramos en una casa de campo donde hab¨ªa combustible. La comitiva hab¨ªa pasado minutos antes.
¡°Iba suave. Se pod¨ªa retratar y filmar. Fue bonito, pero triste¡±, dijo Marta Mesa, nacida en julio de 1962, tres meses antes de la Crisis de los Misiles. Mesa cr¨ªa cerdos. Sirve gasolina. Trabaja en una panader¨ªa.
¨C?Y c¨®mo est¨¢ el pan en Cuba?
¨CEn mi panader¨ªa, bastante bueno.
El ch¨®fer del Oldsmobile se detuvo m¨¢s tarde a la entrada de una presa estatal y le dej¨® una porci¨®n de pizza envuelta en una bolsa de pl¨¢stico a una empleada de seguridad ataviada de uniforme y con las u?as pintadas de fantas¨ªa.
Ya de noche un grupo de gente esperaba el paso de la caravana f¨²nebre sobre el puente del Ranchuelo, llegando a Santa Clara. Cornelio Le¨®n, 73 a?os, un campesino tocado con un precioso sombrero de guano, esforzaba la mirada para ver si llegaba el desfile a lo lejos. ¡°Veo mal porque de ni?o tuve meningitis y me extravi¨® los ojos¡±, dijo con una voz m¨ªnima. ¡°No hab¨ªa medicina pa eso. Si hubiera nacido despu¨¦s de la Revoluci¨®n me hubieran curado¡±
A Cornelio Le¨®n le falta la punta del dedo anular de la mano izquierda. Se lo seg¨® cortando ca?a. ¡°Cuando me cort¨¦ me doli¨®. Pero ya no me duele¡±.
Pas¨® la urna, Cornelio agit¨® su banderita de Cuba y la gente grit¨® ¡°Yo soy Fidel¡±.
Retomando la marcha, al Oldsombile del 52 se le rompi¨® la direcci¨®n. Hicimos autostop hasta Santa Clara. Al d¨ªa siguiente llamamos al ch¨®fer para preguntarle c¨®mo iba. Doce horas despu¨¦s segu¨ªa en el punto de la aver¨ªa.
El jueves Santa Clara amaneci¨® tranquila. La caravana hab¨ªa salido rumbo a Camag¨¹ey. La vida normal. Jubilados en el parque discutiendo cu¨¢ndo les tocaba el siguiente pago de la pensi¨®n. Alba?iles subiendo plantas a un precario edificio de estructura tortuosa, el retrato de la limitada microeconom¨ªa liberalizada que est¨¢ sosteniendo a Cuba en su en¨¦simo periodo de apuros. Un hombre se acerc¨® y me intent¨® vender un viejo billete con el retrato del Che.
Tomamos otro coche con dos j¨®venes lugare?os. Un Moscovitch ruso de los a?os ochenta. Salimos y al cabo de un rato contaron que hab¨ªan visto a una periodista austriaca preguntar ¡°qui¨¦n ten¨ªa m¨¢s pueblo, si Fidel o Ra¨²l¡±.
¡°En realidad el tipo que ten¨ªa m¨¢s pueblo fue Camilo Cienfuegos¡±, dijo uno de ellos, ?scar P¨¦rez, de 28 a?os. ¡°Me erizo de pensar en Camilo y en su frase¡±, y recit¨® de memoria: ¡°Si deshecha en menudos pedazos llega a ser mi bandera alg¨²n d¨ªa nuestros muertos alzando los brazos la sabr¨¢n defender todav¨ªa¡±, versos que en realidad son del poeta cubano Bonifacio Byrne (1861-1936).
A un lado de la carretera, uno de tantos carteles con la imagen de Fidel y un lema: ¡°Este es un pueblo de ideas y combates¡±. En la emisora provincial de Ciego de ?vila un locutor reportaba solemne desde donde esperaba a la caravana: ¡°A ambos extremos de la carretera, lealtad y principios demuestran los aqu¨ª presentes para confirmar que la Revoluci¨®n cubana contin¨²a adelante¡±.
En un paraje de casas humildes llamado Quesada, Yudisleidy L¨®pez, de 15 a?os, estaba sentada a la puerta de su vivienda con su beb¨¦ Antony de Jes¨²s. ¡°Cuando sea mayor le dir¨¦ que nuestro Comandante fue un gran hombre¡±.
Yudisleidy tiene una tatarabuela de 107 a?os ¡°a la que todo el mundo le llama Mam¨¢¡±.
¨C?Te imaginas c¨®mo ser¨ªa Cuba cuando ella era joven?
Se qued¨® pensando sin saber qu¨¦ decir. Un hombre sali¨® de la casa y mir¨® gru?¨®n.
¨CElla no imagina nada ¨Cdijo, y se dirigi¨® a Yudisleidy, callada¨C. T¨² no imaginas nada. T¨² no tienes imaginaci¨®n.
Atardec¨ªa. Filas inacabables de camiones y buses se alineaban para devolver a la gente a sus pueblos.
Por la noche la bella ciudad de Camag¨¹ey, patrimonio cultural de Cuba, hizo un homenaje a Castro en su Plaza de la Revoluci¨®n. Un poeta le dedicaba unas l¨ªricas palabras que sal¨ªan por los meg¨¢fonos. ¡°Gracias por tu dignidad, Fidel, gracias por tu rifle fiel, gracias por tu pluma y por tu papel¡±. Yagnary L¨®pez sosten¨ªa con su marido una curiosa pancarta con el nombre de Fidel formado por ced¨¦s usados enlazados con hilo. ¡°Quise hacer algo diferente a los dem¨¢s¡±, explic¨®.
¨C?Y de d¨®nde sali¨® su nombre?
¨CMi mam¨¢ ley¨® una novela de la India y le gust¨®. En esa lengua, significa mujer empresaria que progresa.
Yagnari L¨®pez tiene un hijo. No lo bautiz¨®. Se llama Fidel Ernesto.
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