Los sin tierra desaf¨ªan a un gigante en la Amazonia
Agricultores del Estado de Par¨¢ en Brasil ocupan ¨¢reas que seg¨²n ellos la empresa minera ha comprado ilegalmente. Es una manera de forzar la maquinaria legal
En un despacho peque?o y remoto de la Amazonia de paredes sucias y goteras en el techo, una pareja de abogados monta desde hace dos a?os un rompecabezas diab¨®lico. Las piezas del puzzle son las divisiones de un mapa gigante que reposa sobre la mesa y que delimita los terrenos de Cana? dos Caraj¨¢s, un municipio del sudeste del Estado de Par¨¢, al norte de Brasil. En esta regi¨®n interminable, la empresa Vale, una gran compa?¨ªa minera brasile?a, lleva a cabo proyectos multimillonarios de extracci¨®n de cobre, hierro y otros minerales. De una manera poco limpia a veces, seg¨²n estos dos abogados, Jos¨¦ Batista Afonso y Andreia Silverio, empe?ados en probar que la empresa se ha apropiado irregularmente, durante varias d¨¦cadas, de tierras del Gobierno Federal. Vale lo niega. ¡°Esta tierra de aqu¨ª era p¨²blica. Y ¨¦sta, no se puede vender ni comprar¡±, se?ala Batista Afonso en el mapa del despacho, una especie de refugio sin cerradura de despose¨ªdos sin t¨ªtulos, M¨¢s all¨¢, el territorio feraz y violento de la Amazonia, forjado con a?os de desmanes, con cierto parecido al Oeste de las pel¨ªculas del oeste, con olor a quemado y pesticidas, con historias de buscadores de oro, labradores sin nada y ampl¨ªsimos ranchos de ganado.
Los abogados sostienen que Vale se ha ido apropiando de tierras compr¨¢ndolas a agricultores sin t¨ªtulos de propiedad que labraban en suelo p¨²blico arrendado. Pero s¨®lo hay una manera de demostrarlo: forzar a la empresa a ense?ar los t¨ªtulos de propiedad. Y ah¨ª entra en juego como punta de lanza sin nada que perder un movimiento llamado Los Sin Tierra, conformado por labradores pobres que siempre han trabajado granjas de otros. Estos ocupan sin permiso parte de las parcelas compradas por Vale. Hace un a?o, 400 familias irrumpieron en una de esas ¨¢reas. Se distribuyeron por las 8.000 hect¨¢reas. Levantaron casas de madera y comenzaron a cultivar.
Entraron, por una parte, para forzar a la empresa, para echarles de all¨ª, a tener que mostrar los papeles y as¨ª proporcionar munici¨®n legal a los abogados. ¡°S¨®lo queremos que lo demuestren. Mientras tanto, no vamos a rendirnos¡±, dec¨ªa Jos¨¦ Raimundo Garcez Anges, Raimund?o, un antiguo buscador de oro de 54 a?os reconvertido en l¨ªder del campamento.
Pero tambi¨¦n entraron, simplemente, para procurarse un rinc¨®n en la inmensidad de este territorio donde cultivar, por primera vez en su vida, su propia huerta. Como Rosimar Barros da Silva, dona Rosa, de 56 a?os, siempre labrando tierras ajenas para poder comer. ¡°Nunca pens¨¦ en entrar en un movimiento de estos. Porque ve¨ªa muchos en los que no se trabajaba la tierra. Pero aqu¨ª, s¨ª. Era mi sue?o: tener un pedazo de tierra m¨ªo, para vivir, labrar, para tener mis cerdos, mis gallinas. Aqu¨ª, en el campo, viene una visita y usted coge, mata un pollo o una gallina y hace una comilona para la gente. Y eso. ?se es el sue?o que yo buscaba¡±.
Dona Rosa y el resto dur¨® ocho meses, hasta que la empresa minera hizo cumplir su denuncia y les expuls¨®: ¡°Era de ma?ana, muy de ma?ana, a las 7 y media o por ah¨ª¡±, relata la mujer. ¡°Tomaba un caf¨¦. Pero, oiga, se?ora reportera, no vea la de polic¨ªa que vino. Yo ya ten¨ªa plantado mandioca, lechugas, coliflores¡ Y 360 matas de tomates que ya estaban brotando¡ Trabajamos tanto y no recolectamos nada. No quiero ni acordarme¡±. Tras ser expulsados, el batall¨®n de miserables sin tierra se instal¨® en unos terrenos del ayuntamiento: ¡°Yo no tengo el sue?o de una casa¡±, prosigue Dona Rosa. ¡°Sue?o con un pedazo de tierra m¨ªa. Quiero una casa sencilla, con suelo de tierra. Dos cuartos, uno para mis hijos. Con suelo de tierra. Eso, para m¨ª, es como si fuera un edificio entero¡±.
La iniciativa del grupo de Dona Rosa y Raimund?o fracas¨®¡ relativamente. La documentaci¨®n aportada por la empresa en los juzgados sirve para que los dos abogados del despacho ruinoso de la Amazonia rellenen m¨¢s piezas del puzzle. Hay parcelas compradas legalmente, pero otras, aseguran, no.
No est¨¢n solos: seg¨²n el investigador Bruno Malheiro, que elabora un doctorado sobre el asunto en la Universidad, la empresa minera ya ha llevado a cabo, en los ¨²ltimos a?os, 39 solicitaciones para que la justicia desaloje terrenos ocupados. Algunos han sido desalojados. Otros no.
En otro campamento, cerca del r¨ªo Sossego, hay 54 familias desde el pasado 10 de octubre. Los agricultores est¨¢n empezando a plantar ahora y est¨¢n asustados. Desde all¨ª, se ve la mina de cobre de Vale. Denislai de Souza Brito, de 25 a?os, coordina el grupo: ¡°Yo quer¨ªa trabajar en Vale. Los j¨®venes que trabajan para la empresa minera vienen de fuera. Intent¨¦ incluso hacer pr¨¢cticas, pero no lo logru¨¦. Si Vale no contrata a la gente de aqu¨ª..¡±, dice. ¡°Comprar un terreno hoy es imposible, se lo garantizo. Los precios se han puesto por las nuebes con la llegada de la empresa. Pero con un pedacito de tierra, podemos producir nuestro alimento¡±, cuenta.
Hay otras maneras de rastrear la compra irregular. Es ir simplemente a los que las vendieron. Jos¨¦ Ribamar da Silva Costa, Pixilinga, agricultor de la zona, es uno. Sostiene sin dudar que ¨¦l troc¨® su tierra por la de otro ganadero que, a su vez, se la vendi¨® a Vale hace a?os. ¡°No ten¨ªa t¨ªtulo de propiedad. S¨®lo un certificado de asentamiento, que es lo que nos da el organismo p¨²blico para que la trabajemos. Y all¨ª pon¨ªa que era innegociable.
Manoel Batista da Silva es otro. Es conocido en la regi¨®n como Manoel Colono. Lleg¨® sin nada en la d¨¦cada de los ochenta, cuando la fiebre del oro de la Amazonia. Ha vendido y revendido tierras a Vale hasta hacerse millonario. ¡°La mayor¨ªa de las tierras de esta regi¨®n no tienen documentaci¨®n¡±.
La empresa minera, aunque no ha querido comentar estos casos concretos, asegura que todas las compras son legales y que los desalojos se llevan a cabo cumpliendo los plazos y los avisos que marca la ley, de modo que a nadie le puede pillar de sorpresa .
La tensi¨®n no cesa y va en aumento: el 17 de noviembre, un intento de ocupar la Hacienda S?o Lu¨ªs acab¨® con un enfrentamiento con un intercambio de disparos entre guardias de seguridad de Vale y los agricultores. Hubo varios heridos por ambas partes. Los labradores que ocupan algunos de los campamentos aseguran que han visto drones por encima de sus cabezas y que se sienten vigilados y atemorizados.
La puerta del despacho de los abogados del rompecabezas se abre con un patada no muy fuerte.
¨CNo tienen ustedes miedo?
-El miedo pasa. Uno se acostumbra.
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