¡°Merkel tiene sangre en sus manos¡±

A un lado, las oficinas de Angela Merkel. Al otro, un millar de alemanes indignados con la canciller. Sienten que el atentado islamista del lunes en Berl¨ªn les da la raz¨®n. Los peligros de los que llevan tanto tiempo advirtiendo por fin han llegado al coraz¨®n del pa¨ªs. Y la gran responsable, piensa aqu¨ª una aplastante mayor¨ªa, es la mujer que permiti¨® la entrada en Alemania de centenares de miles de hombres musulmanes. ¡°Es triste que hayamos tenido que pasar algo as¨ª para para que mucha gente se d¨¦ cuenta. Pero creo que ahora nos van a hacer m¨¢s caso. Un pa¨ªs que no protege sus fronteras no puede ser un pa¨ªs en paz¡±, asegura Peter, un jubilado que prefiere no desvelar su apellido al periodista.

Los organizadores de la concentraci¨®n celebrada en la tarde de del mi¨¦rcoles frente a la Canciller¨ªa dec¨ªan que el objetivo es rendir un homenaje a las v¨ªctimas del ataque contra un mercadillo navide?o. Las velas en manos de algunos participantes pod¨ªan hacer pensar en una vigilia m¨¢s. Pero el mensaje pol¨ªtico es evidente. Por todas partes hay carteles de ¡°Merkel tiene que irse¡± o ¡°Protecci¨®n de fronteras¡±. Aqu¨ª a nadie le llama la atenci¨®n que l¨ªderes ultraderechistas de media Europa hayan responsabilizado del ataque yihadista a la jefa del Gobierno alem¨¢n. ¡°Claro. Ella tiene las manos manchadas de sangre¡±, dice Daniel, que tambi¨¦n se niega a dar su apellido y prefiere abreviar al m¨¢ximo la conversaci¨®n: los periodistas aqu¨ª no son los profesionales m¨¢s queridos. ¡°Quiz¨¢s no sea la ¨²nica culpable, pero desde luego que es corresponsable¡±, matiza Stephan Schmidt, que trabaja como asesor para el partido xen¨®fobo Alternativa para Alemania (AfD).

La crisis de refugiados ha dividido a la sociedad alemana en tres grupos: los que se manifiestan a favor de la integraci¨®n; los que lo hacen a favor del cierre de fronteras y de las expulsiones masivas; y una gran mayor¨ªa que queda entre medias. Una escena refleja a la perfecci¨®n esta polarizaci¨®n creciente. ¡°Perpetradores de cad¨¢veres¡±, grita un hombre al otro lado del cord¨®n policial a los manifestantes antimerkel y, en su gran mayor¨ªa, simpatizantes de AfD. ¡°Protector de los terroristas¡±, le responde otro que lleva la bandera roja con una cruz amarilla y negra que se convirti¨® en s¨ªmbolo de los militares alemanes que atentaron contra Hitler en 1944; y que muchos manifestantes de movimientos ultraconservadores han hecho suya en los ¨²ltimos a?os.

La protesta, que cont¨® con el apoyo de l¨ªderes relevantes de AfD, no es un ¨¦xito. El partido que aspira a ser decisivo tras las elecciones del pr¨®ximo a?o solo logra movilizar a un millar de personas en una ciudad de 3,5 millones. Los cerca de cero grados no ayudan. Muchos de los consultados proceden de Dresde, la ciudad oriental cuna del movimiento islam¨®fobo Pegida y capital del Estado l¨ªder en ataques a centros de refugiados. ¡°S¨ª, vengo de Dresde, el centro de la resistencia patri¨®tica¡±, responde orgulloso el jubilado Peter.