Caza al ¡®Pablo Escobar de los Balcanes¡¯
Una orden de arresto por narcotr¨¢fico contra un empresario alban¨¦s desemboca en un culebr¨®n
Saranda, o Sarand? seg¨²n las graf¨ªas, es una localidad de la desconocida costa albanesa, a s¨®lo dos millas n¨¢uticas de la isla griega de Corf¨². Jalonada por un rosario de hoteles y apartamentos tur¨ªsticos, disfruta en temporada alta de una animada vida nocturna y ofrece la posibilidad de visitar, a una veintena de kil¨®metros, el interesante recinto arqueol¨®gico de Butrinto. Pero en los ¨²ltimos meses Saranda no ha saltado a los titulares como destino vacacional, sino por ser el epicentro de una red de tr¨¢fico de drogas capitaneada presuntamente por un tal Klement Balili, a la saz¨®n director de Transporte de Saranda y con supuestos v¨ªnculos con las altas esferas pol¨ªticas y administrativas del pa¨ªs.
La detenci¨®n en mayo pasado de 15 personas en Grecia, ligadas a la red de Balili, y la emisi¨®n de una orden de busca y captura por parte de Atenas contra el (otra vez presunto) ¡°gran se?or de la droga de los Balcanes¡± ha envenenado de nuevo las relaciones entre Albania y Grecia, que nunca se han caracterizado por la cordialidad y que tanto recuerdan, por las suspicacias y recelos, las que Espa?a ha entretenido siempre con Marruecos, con el moro. Id¨¦ntica sospecha albergan los griegos: los albaneses son mayoritariamente musulmanes (y protagonistas tambi¨¦n de la primera oleada de inmigraci¨®n masiva, en los a?os noventa del pasado siglo). La presencia de una notable e irredenta minor¨ªa griega en territorio alban¨¦s, y la ocasional repetici¨®n de escaramuzas en la frontera, a?ade a¨²n m¨¢s complejidad al trato.
Pero volvamos a Balili, de cuyo paradero nada se sabe pese a la orden de b¨²squeda y a quien la fiscal¨ªa griega atribuye la financiaci¨®n y direcci¨®n del grupo criminal desmantelado. Con la inestimable colaboraci¨®n de algunos medios griegos, y de sus titulares hiperb¨®licos, Balili pas¨® en s¨®lo unas horas de se?or de la droga a convertirse en el ¡°Pablo Escobar de los Balcanes¡±. Un reportaje del canal de televisi¨®n CNN Grecia aport¨® el valor a?adido: a saber, que Balili gozaba de especial protecci¨®n y ¡°contactos con pol¨ªticos de alto nivel¡±. La Embajada albanesa en Atenas neg¨® esa informaci¨®n, lo que no impidi¨® que, poco despu¨¦s, parte de la propia oposici¨®n albanesa recogiera el guante e identificara al mism¨ªsimo ministro del Interior como uno de los protectores de Balili. No tard¨® en divulgarse un v¨ªdeo en el que conspicuos altos cargos (incluido el titular de Finanzas) asisten a la inauguraci¨®n de un hotel de lujo propiedad de Balili en su ciudad natal.
El resto de la historia, incluida la casi inmediata dimisi¨®n de Balili como director de Transporte de Saranda (top¨®nimo de origen griego, por cierto), se embrolla en el habitual rifirrafe administrativo y pol¨ªtico: si yo dict¨¦ una orden de arresto y t¨² te la pasaste por el forro; si yo tengo fotos de Balili surcando el mar J¨®nico ya en busca y captura; im¨¢genes de lujosas fiestas veraniegas del presunto o de este en la boda del sobrino de su esposa, que le ha sustituido al frente del departamento de Transporte de Saranda. En noviembre, la fiscal¨ªa albanesa recibi¨® desde Grecia un voluminoso dossier, de 10.000 p¨¢ginas, sobre las actividades de Balili y, apenas un mes despu¨¦s, el responsable de la CIA, John Brennan, lleg¨® a Tirana en lo que muchos interpretaron como un velado mensaje a las autoridades albanesas para que cooperen en operaciones internacionales contra el narcotr¨¢fico.
Lejos de aburrir con los pormenores del caso ¡ªBalili sigue desaparecido pese a un par de razzias policiales contra ¨¦l¡ª, lo que demuestra este caso es, por un lado, el arduo camino que deben recorrer muchos pa¨ªses de los Balcanes si desean integrarse en la UE (el combate al crimen organizado y la corrupci¨®n y unos est¨¢ndares m¨ªnimos en la administraci¨®n de justicia, como exigencias b¨¢sicas) y, por otro, el pantanoso papel que los Balcanes, en general, desempe?an en todo tipo de tr¨¢ficos y pasajes (trata de personas, drogas, armas, coches de lujo, y ¨²ltimamente refugiados). Como muestra, valga el ejemplo de la bella ciudad balnearia de Kotor, en Montenegro, ep¨ªtome del turismo de lujo y donde durante meses dos bandas mafiosas rivales han sembrado de cad¨¢veres la localidad en una lucha sin cuartel por asegurarse m¨¢s porci¨®n del negocio. Pese a los nuevos profetas de la estabilidad de los Balcanes, queda mucho por hacer para asegurar, o desecar, la compleja ci¨¦naga geopol¨ªtica en que se hallan.
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